Después de que el Parlamento Europeo pospusiera sine die la votación de las líneas que debe seguir la UE en las negociaciones con Estados Unidos para sacar adelante el TTIP, en Alemania casi se hicieron oficiales las dudas sobre este proyecto, cuya pretensión es crear la mayor área comercial del mundo. Al menos así pueden interpretarse las palabras de Sigmar Gabriel, quien hace unos días declaraba acerca de las negociaciones: “estoy muy lejos de tener por seguro que haya un acuerdo”. “Puede ser que al final todo esto falle”, manifestó el vicecanciller germano.
“Los grandes partidos políticos están a favor del TTIP, pero la opinión pública está en contra, y esto genera muchas dudas”, explica en declaraciones a eldiario.es Jörg Haas, portavoz del movimiento ciudadano Campact. Este grupo está siendo en Alemania uno de los más prominentes coordinadores de la resistencia frente a un acuerdo de libre comercio que no es tal, según Haas. “A este tipo de tratados se les llama de libre comercio pero no son de libre comercio, porque van más allá del comercio de bienes”, añade.
“Estos acuerdos van a regular los servicios, y como en la vida cualquier cosa puede ser un servicio, entonces, por ejemplo, la educación se puede concebir como un servicio y es susceptible de convertirse en un objeto de disputa con empresas internacionales”, mantiene Haas. Así responde este geógrafo que antes estuvo al servicio de la Fundación Heinrich-Böll, de inspiración ecologista, e implicado en las negociaciones medioambientales mantenidas en el marco de las Naciones Unidas cuando se le pregunta por qué ha de oponerse un gran país exportador, como Alemania, a un acuerdo que podría impulsar las ventas de sus productos.
Fuentes diplomáticas germanas no dudan en señalar las supuestas bondades del TTIP, que podría generar unos beneficios anuales para la UE que oscilan entre los 68.000 y los 120.000 millones de euros anuales (entre unos 50.000 y unos 95.000 millones de euros al año para Estados Unidos). Esos cálculos salen del estudio de referencia sobre la cuestión elaborado en 2013 por un prestigioso think tank con sede en Londres, el Centro para la Investigación de Política Económica (CEPR, por sus siglas en inglés). La promoción de esos millonarios beneficios probablemente explique por qué los alemanes, el año pasado, veían con buenos ojos la firma del TTIP. En 2014, hasta el 55% de la población germana estaba a favor de la firma del acuerdo, según una encuesta del Pew Research Center, un centro de estudios estadounidense especializado en la percepción pública de asuntos de interés global.
No obstante, el contenido de las negociaciones y el secretismo que ha marcado buena parte del desarrollo de las mismas han levantado suspicacias, además de haber puesto a un número creciente de personas en contra del TTIP. Movimientos como Campact también han contribuido a catalizar la desconfianza que ha generado la preparación del tratado. De acuerdo con la última encuesta presentada el pasado mes de mayo por el Pew Research Center, ahora sólo un 41% de la población alemana está a favor del TTIP. Es más, el porcentaje de ciudadanos germanos en contra ha crecido significativamente. En 2014 representaban un cuarto de la población, ahora son más de un tercio (36%).
Estos porcentajes no se han traducido en un abrumadora presencia de personas en las manifestaciones contra el TTIP registradas en Alemania. Aún así, este año ya se han visto desfilar en Berlín y Munich hasta 40.000 personas reclamando el abandono de la idea. Para el próximo 10 de octubre, los críticos del TTIP ya organizan otra gran jornada con manifestaciones en la que también participarán las principales federaciones sindicales.
Las organizaciones de trabajadores germanas se están mostrando especialmente activas en las últimas fechas, protagonizando huelgas para reclamar mejoras de los estándares socio-laborales. Precisamente sobre las condiciones de trabajo, Haas, el portavoz de Campact, apunta que es “probable que el TTIP las modifique” pues las “empresas podrían prestar servicios sin necesidad de respetar las leyes laborales ni convenios colectivos nacionales”.
Con todo, el tipo de movilización que están promoviendo desde Campact va más allá de los desfiles de protesta. “Hay movilizaciones muy variadas, están descentralizadas, e incluso ya se han recogido a través de Internet más de un millón de firmas para la suspensión de las negociaciones”, dice el portavoz de esta organización. Este tipo de activismo descentralizado, en el que la red de redes juega un papel crucial para coordinar protestas, se mantiene conectado con otros movimientos de otros países de Europa. En la UE se cuentan a día de hoy cerca de medio millar de organizaciones militando contra el TTIP.
En el centro de todas las miradas de esta movilización europea está la canciller Angela Merkel. Ella, a diferencia de su vicecanciller, todavía no ha expresado dudas sobre las posibilidades de que el acuerdo de libre comercio vea la luz. A la jefa del Gobierno germano y líder más influyente en la UE se ha la escuchado plantear las supuestas bondades del TTIP. “Debemos y lograremos alcanzar un acuerdo poniendo en marcha una zona de libre comercio transatlántica” que supondrá “una clara señal para desmantelar todas las barreras comerciales” además de un “ímpetu importante para el desarrollo de la toda economía mundial”, dijo Merkel el año pasado junto a Barack Obama en una de sus últimas visitas a la Casa Blanca.
“Merkel está claramente a favor del TTIP, pero no creo que no vaya a imponer su criterio a la población”, subraya Haas. Se dice que el acuerdo comercial entre la UE y Estados Unidos podría ser uno de los grandes proyectos que marquen los años en el poder de Merkel, si es que las negociaciones llegan a buen puerto. Sin embargo, por ahora, los tres mandatos de la canciller pasarán a la historia por su cuestionable gestión de la crisis del euro. Jörg Haas y compañía se van a empeñar en que el TTIP no forme parte del legado político de la lideresa democristiana.