Se atisba una crisis escondida en Alemania

Este año, entre las primeras cosas que ha hecho el Gobierno de la canciller Angela Merkel, ha sido revaluar a la baja las perspectivas de crecimiento económico para Alemania. Según las cuentas del Ejecutivo, la economía germana crecerá un 1% en 2019. Ese porcentaje está casi un punto porcentual (0,8%) por debajo de lo que Merkel y compañía estimaban que crecería su país en el presente ejercicio.

A finales de 2018, el 1,8% de crecimiento que esperaba para 2019 el Gobierno alemán aún parecía creíble entre las élites germanas. Eso, pese a que el Ejecutivo teutón ya había errado en sus previsiones de 2018. El Gobierno de Merkel llegó a esperar en 2018 un crecimiento de casi el 2% – un 1,9% para ser exactos – pero la Oficina Federal de Estadística acabaría registrando un crecimiento del 1,5%.

La economía alemana se está frenando, y puede que esa frenada no solo sea cosa coyuntural. “Ahora mismo tenemos una situación macro-económica muy tensa. Estamos ante tiempos difíciles en lo que respecta al comercio internacional, no solo entre la UE y Estados Unidos, sino también entre China y Estados Unidos. Son tiempos de mucha inseguridad global y esto afecta a la economía alemana”, reconoce a eldiario.es Galina Kolev, investigadora del Instituto de la Economía Alemana, con sede en Colonia.

Con especial atención se observan las tensiones que apunta Kolev en el sector del automóvil alemán. Este se encuentra amenazado, entre otras cosas, por la instauración aranceles a cargo de la administración Trump en Estados Unidos. “La industria [del automóvil] está atravesando la que es su mayor crisis en décadas”, se leía hace unos días en el diario económico Handelsblatt.

Este diario ve a ese sector actualmente ante una “tormenta perfecta” animada por tensiones internacionales, pero también por la incertidumbre que alimenta el brexit, la desaceleración económica en China – el mayor socio comercial alemán – y por la desconfianza generada por el dieselgate. En Alemania, a la industria del automóvil se la considera “la espina dorsal” de la economía. En este sector trabajan casi un millón de personas. Las malas noticias de esta industria – como lo fueron la caída de las ventas registradas en los dos últimos trimestres de 2018 – deberían ser motivo de preocupación nacional.

Se da la circunstancia, sin embargo, de que el paro en Alemania se mantiene en mínimos históricos (5,3%). En este contexto, “la población se preocupa poco por la situación económica del país”, según Kolev.

Nadie podrá decir, sin embargo, que el economista y sociólogo alemán Oliver Nachtwey no avisó de unas inquietantes tendencias que afectan a la economía germana desde hace años. Nachtwey, profesor en la Universidad de Basilea, en Suiza, escribió en 2016 Die Abstiegsgesellschaft (Ed. Suhrkamp, 2016), un libro cuyo título en español sería algo así como “la sociedad del declive”. Se trata de un volumen aparecido este año en el mercado anglosajón con un sintomático título en vista de las actuales dificultades que presenta la economía alemana. A saber, Germany's Hidden Crisis: Social Decline in The Heart of Europe (Ed. Verso, 2019) o “La crisis oculta de Alemania: declive social en el corazón de Europa”.

Nachtwey constata en Alemania fenómenos como “la proliferación de la pobreza, la precariedad y la desigualdad social”, problemas que, según este economista y sociólogo, no han sido hasta ahora tratados de forma adecuada. Sobre todo, en un contexto histórico en el que el crecimiento económico, en general, ronda valores cercanos al 0%.

El sistema, a su entender, tampoco ofrece soluciones. Según Nachtwey, ya no se puede aspirar a resolver esas situaciones de pobreza, precariedad y desigualdad a través de la educación, que ha sido una tradicional vía para la promoción social. Esa vía hoy parece estar convertida, no ya en callejón sin salida, sino en un buen camino hacia la pérdida de estatus social. Dice Nachtwey que son un grupo creciente los estudiantes alemanes con precarias expectativas laborales.

Los ricos más ricos, los pobres más pobres

“Hasta principios de los años 90, por ejemplo, los ingresos reales crecieron [en Alemania] y también las llamadas 'relaciones laborales normales' (trabajos permanentes con protecciones ante el despido y permitiendo un cierto grado de seguridad) eran la regla general”, escribe Nachtwey. Pero en los últimos 30 años “la dinámica social ha cambiado”, alerta el economista y sociólogo. Tanto es así, que Nachtwey habla de la aparición de una “precariedad institucionalizada”, formas de empleo que son compatibles con la pobreza y que Alemania está lejos de monopolizar.

España, segundo país de la OCDE con más pobres en edad de trabajar, destaca también en Europa, entre otras cosas, por la temporalidad del empleo que se genera en su economía. En Alemania se estima en tres millones de personas el grupo de individuos que solo encuentran trabajos temporales y apenas dotados de protección laboral. Hay otro millón de empleados autónomos en trabajos eventuales aún más desprotegidos. Así, “el miedo a quedar relegado y a la precariedad ya no se percibe como un destino individual, sino como una experiencia colectiva”, explica Nachtwey.

“Hay motivos para preocuparse económicamente de Alemania, pero Alemania sigue haciendo cosas bien, sigue exportando mucha maquinaria y siguen teniendo ese superávit en la balanza comercial que resulta perverso”, apunta sobre la economía alemana Michael C. Burda, economista y profesor de la Universidad Humboldt de Berlín.

Alude a los cerca de 265.000 millones de euros de superávit en la balanza comercial alemana que hay estimados para 2018, un montante muy similar al de 2017 y al que viene registrando el país de Angela Merkel desde hace años. “Alemania no está redistribuyendo esa riqueza con la gente de a pie”, apunta Burda, que toca así una problemática situación de distribución de la riqueza en Alemania sobre la que también alerta Nachtwey.

Populismo de ultraderecha o movimientos sociales

En Alemania, según Nachtwey, “los ricos se están haciendo más ricos y los pobres, más pobres”. “El 20% de los hogares más pobres sólo reciben un 9,2% de los ingresos, habiendo perdido un 1% entre 1992 y 2011”, mientras que “el 20% de los hogares más ricos reciben un 36,6% de los ingresos”, señala Nachtwey. “La desigualdad entre ricos y pobres ha crecido considerablemente en los últimos 20 años”, se lee en Germany's Hidden Crisis.

Esta mayor desigualdad y esta precariedad al alza van asociadas a la “polarización” que encuentra su expresión en Alemania en el auge de populistas de ultraderecha, ya sean en forma de partido político como Alternativa para Alemania (AfD) o de movimientos xenófobos como los Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente (Pegida). Nachtwey avisa de que, con esos nuevos elementos en el debate público, sólo hay una cosa segura: “a corto plazo, no habrá regreso a la estabilidad”.

También es posible – “aunque por ahora resulte inesperado”, según reconoce Nachtwey – que valores como “la solidaridad vuelvan en forma de movimientos sociales”. Otra opción, en la que parece confiar más Burda en la Universidad Humboldt, es que las tensiones que subyacen en la economía alemana se resuelvan por derroteros más convencionales. “Las cosas pueden cambiar, las reivindicaciones sobre salarios pueden conseguir aumentos y los trabajadores pueden conseguir más poder”, según este otro economista.

Pero todavía está por ver si Alemania, considerado pese a todo un referente económico europeo, puede servir de modelo para luchar contra el precariado y evitar la crisis que ocultan cuando están en positivo los indicadores macroeconómicos.