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Neoliberalismo: la raíz ideológica de todos nuestros problemas
Las raíces del neoliberalismo están asociadas a no pocas ironías de la historia. La vida del neoliberalismo es, de hecho, una de las disciplinas en las que ha estado trabajando en los últimos años el historiador neoyorquino Janek Wasserman. Suyo es el reciente libro dedicado a los economistas austriacos - “revolucionarios marginales” del capitalismo - que en su día pusieron las bases de no pocos de los consensos económicos que aún imperan hoy.
El volumen se titula The Marginal Revolutionaries o 'Los revolucionarios marginales' y está editado por la prestigiosa Yale University Press. En él, Wasserman se dedica a explicar “cómo los economistas austriacos lucharon la batalla de ideas” en el período de entreguerras y más allá. Lo irónico en la historia de esta generación de economistas es que terminaran jugando un papel más importante inspirando el debate económico en Estados Unidos y Reino Unido, pese a ser, a primera vista, ajenos a las élites endémicas y a los centros de poder de esos países.
De ahí lo de “marginales”, un apelativo con el que se pudieron auto-etiquetar economistas austriacos como, entre otros, Friedrich Hayek (1899-1992), todo un Premio Nobel de Economía en 1974, Ludwig von Mises (1881-1973), Gottfried Harberler (1900-1995) o Fritz Machlup (1902-1983). “Estos economistas austriacos se veían como marginales, pero siempre estuvieron bien conectados con los centros de poder y de influencia”, dice Wasserman a eldiario.es.
Fueron influyentes en Austria, pero posiblemente acabarían teniendo mayor impacto en suelo estadounidense o británico. El auge del nazismo los terminó de expulsar de su país. “Estos economistas austriacos no habrían salido de su país sino fuera por no haber sido víctimas de persecución, la falta de oportunidades laborales y si no hubieran sido, los que eran judíos, víctimas del antisemitismo”, abunda Wasserman.
La biografía de Hayek, según este profesor de historia de las ideas en la Universidad de Alabama, da buena cuenta de ese éxito que va más allá de las fronteras austriacas. “Hayek comenzó a trabajar en los años 20 en la Universidad de Viena, pero su gran oportunidad para llevar a cabo una investigación internacional está fundada por la Fundación Rockefeller, en Estados Unidos. Allí investigó sobre la Reserva Federal, el papel de los bancos centrales en la economía o temas como el mundo de las Finanzas. Esta oportunidad fue la base para sus primeros libros”, explicaWasserman.
Austria era un país donde no había gran crecimiento académico en los años 20 y los años 30, pero gracias a sus conexiones, Hayek logró llegar a Londres a principios de los 30. Allí dio clases como profesor fijo en la London School of Economics, “aquel puesto fue crucial para su carrera hasta la década de los 50”, añade el autor de The Marginal Revolutionaries.
Tras la Segunda Guerra Mundial, Hayek tendría más impacto por sus defensas del capitalismo y de las libertades democráticas. Se entregó más a esa causa - forjándose un prestigio internacional en tiempos de Guerra Fría - que a la labor académica, de acuerdo con Wasserman.
Hayek pasó a ser un referente intelectual. En mayor o menor medida, se puede decir lo mismo de esos otros economistas austriacos que hicieron carrera en prestigiosos puntos académicos estadounidenses. Harberler y Joseph Schumpeter (1883-1950), por ejemplo, se pudieron instalar como profesores en la Universidad de Harvard, mientras que Machlup dio clases en la Universidad de Princeton y en la Universidad Johns Hopkins. Von Mises, por su parte, acabaría siendo profesor en la Universidad de Nueva York.
Todos ellos contribuyeron a poner las bases del neoliberalismo. “Eran individuos, todos, que compartían más o menos las mismas ideas y teorías. Coincidían en que no les gustaba el Estado de bienestar, no les gustaba la socialdemocracia, odiaban el comunismo y el socialismo”, cuenta Wasserman. Económicamente, eran liberales, pero liberales obligados a reinventarse, dadas sus divergencias con las ideas económicas triunfantes tras el crac del 29, una crisis de la que se salió en Estados Unidos a través del New Deal puesto en marcha por el presidente Franklin Delano Roosevelt y a favor del cual influyeron las tesis del economista británico John Maynard Keynes.
“Cuando se toparon con las idea de Keynes, los economistas austriacos estuvieron confundidos al ver esas ideas triunfar porque ellos apostaban por todo lo contrario. Tuvieron que adaptarse a cuanto Keynes y Roosevelt empezaron a implementar y por eso pivotaron ante la idea de un nuevo liberalismo. Después de los años 30 ya nadie escuchaba la tesis del liberalismo anterior a la crisis”, añade Wasserman.
Hayek y compañía, ante la crisis, apostaban por lo que hoy llamamos “austeridad”. “Cuando la gran depresión estaba ya en marcha, muchos de los economistas austriacos sugirieron que el problema era el excesivo crédito que había tenido lugar en la economía, algo que había provocado malas inversiones, y, en respuesta, lo que había que hacer era apretarse el cinturón, gastar menos dinero y ver cómo la economía se contrae”, recuerda Wasserman. Para este historiador, aquel era un “mal consejo” que al parecer se hizo bien en ignorar.
No se puede decir que ese “mal consejo” haya sido completamente ignorado tras la crisis desencadenada en 2008. Pero en este siglo, según Wasserman, no sólo las ideas de la escuela austriaca han llevado al denostado “austericidio”. Para él, las ideas de la escuela austriaca pueden seguir siendo influyentes, pero en las ciencias económicas tienen más peso escuelas como la de Chicago de Milton Friedman, Gary S. Becker y Ronald Coase.
“El mundo de la ciencia económica ha evolucionado. Lo ha hecho de un modo formalista, muy matemático. La generación de economistas austriacos de Hayek nunca destacó por que fueran grandes matemáticos, tampoco destacaban en la elaboración de modelos. Además, eran muy escépticos sobre la evolución que fue tomando el trabajo de los economistas”, explica el autor de The Marginal Revolutionaries.
Sin embargo, Hayek y compañía sí que lograron imponer un cierto relato sobre las bondades del capitalismo, lo correcto que resulta venerar a los empresarios o la necesidad de la competencia. “Eran buenos contando historias asequibles a las grandes audiencias, ahí está su gran éxito”, concede Wasserman. De hecho, “sus ideas no se han mantenido en la comunidad científica, pero sin embargo, ideológicamente mantienen una gran influencia. Es extraño, pero esas ideas parecen estar en el ambiente, preparadas para que alguien las elija y utilice”, añade el historiador.
En este punto, Wasserman alude a esa generación actual de políticos que se presentan, no como estadistas o buenos gestores de lo público, sino, ante todo, como empresarios. Un relato así contribuyó a la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca y, en Europa, a que Emmanuel Macron entrara en el Elíseo.
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