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Aznar pactó una comisión del 1% con Abengoa para conseguir adjudicaciones en la Libia de Gadafi

  • DOCUMENTO: El contrato tiene fecha del 8 de septiembre de 2010, sólo unos meses antes de la operación militar internacional en Libia a la que José María Aznar se opuso públicamente

Para José María Aznar, Muamar el Gadafi era “un hombre extravagante, un hombre raro”, pero también “un amigo”. La buena relación entre el expresidente del Gobierno con el dirigente libio era algo conocido; incluso cenaron juntos en Sevilla, en 2007, cuando Aznar ya había dejado La Moncloa. El presidente de la fundación FAES y presidente de honor del PP fue uno de los pocos líderes europeos que, en marzo de 2011, se opuso a la intervención militar en Libia contra Gadafi, argumentando que era “muy difícil entender una política que deja que los amigos caigan y que los enemigos permanezcan en el poder”. Lo que no se sabía es que José María Aznar, al mismo tiempo que intercedía en público a favor de Gadafi, hacía negocios en privado con empresas españolas que querían conseguir contratos con el Gobierno libio.

El 8 de septiembre de 2010, unos meses antes de la guerra civil y posterior intervención militar internacional que acabó con Gadafi, José María Aznar firmó un contrato de intermediación con Befesa, una filial del grupo sevillano Abengoa dedicada a la construcción de desaladoras, depuradoras y otras obras públicas medioambientales. 

Befesa estaba interesada en conseguir las adjudicaciones de cuatro grandes desaladoras que quería construir el Ministerio de Servicios Públicos de Libia: en Tobruk, Misurata, Sirte y Yarafa. En total, las cuatro desaladoras sumaban una inversión de 950 millones de euros, según los propios cálculos de Abengoa, que figuran en este documento para inversores (página 94). Para conseguir esas adjudicaciones, Befesa contrató a Aznar como intermediario.

Según el contrato, al que ha tenido acceso en exclusiva eldiario.es, José María Aznar es “una persona con reputada experiencia en el mercado internacional y en particular el libio”, que cuenta con “conocimiento de las instituciones públicas, así como de la legislación local reguladora de las ofertas, programas de promoción público privada y concursos públicos”.

La remuneración que Aznar firmó con Befesa es muy generosa: una “comisión de éxito” –como la define el contrato“– del 1%  ”hasta que la cifra de adjudicación acumulada de proyectos dentro del programa llegue a 250 millones de euros“. A partir de esta cifra –es decir, después de que Aznar se llevase los primeros 2,5 millones de euros–, la comisión se reduciría al 0,5%. En total, si Befesa hubiese conseguido los 950 millones de euros en adjudicaciones que esperaba en Libia, Aznar habría cobrado una comisión de seis millones de euros: alrededor del 0,6% de los 950 millones esperados.

Además de esa comisión, Aznar consiguió otro 0,25% adicional del precio convenido por Befesa con el Gobierno libio por administrar las desaladoras cuya gestión se incluya también en el contrato de construcción. Esta comisión se recibiría durante los cinco primeros años de mantenimiento de las instalaciones.

El contrato con Befesa incluía también un adelanto de 100.000 euros más IVA. José María Aznar facturó esa cantidad cinco días después de firmado el contrato, el 13 de septiembre de 2010. Eldiario.es ha tenido también acceso a esa factura, que tiene sello de entrada en la contabilidad de Befesa el 30 de octubre. En el documento, con la firma del propio Aznar, consta también su número de cuenta de Caja Madrid.

Por parte de Befesa, el contrato está firmado por Javier Molina Montes, presidente de Befesa. En el momento de la firma, la filial de Abengoa “tiene identificados” cuatro proyectos de desaladoras en Tobruk, Misurata, Sirte y Yarafa. El primero de ellos consiste únicamente en la construcción de las instalaciones, mientras que los otros tres incluyen la gestión de éstas. No obstante, la empresa especifica que “la colaboración se extiende a todos los proyectos de desalación que adjudique el Ministerio bajo el programa”. En julio de 2010, según la información que daba Abengoa a sus inversores, Befesa ya tenía firmado un memorándum de entendimiento con el Gobierno de Gadafi por tres de las cuatro desaladoras.

En el acuerdo también se especifican las obligaciones del expresidente del Gobierno, “el prestador”, según el contrato. Entre ellas, el “prestador” se compromete a “suministrar a Befesa toda la información necesaria tendente a que ésta pueda presentar oferta”; “asistir y prestar todo apoyo comercial necesario durante el curso de las negociaciones con clientes con el objetivo de obtener la adjudicación del contrato”; “realizar gestiones para dar a conocer los productos y soluciones” de la empresa, y “apoyarla en las demostraciones de productos, preparación y presentación de ofertas, visitas al territorio, etc.”.

Además, la filial de Abengoa establece que “su actuación deberá regirse en todo momento por los principios de corrección, licitud y buena fe”. Por ello, prohíbe “influir o inducir, directa o indirectamente, sobre cualquier acto, decisión u omisión” de funcionarios y autoridades locales, así como “realizar cualquier tipo de pagos a cuenta de aquellas personalidades mediante cuentas no registradas oficialmente”.

Eldiario.es ha intentando ponerse en contacto con José María Aznar a través de la FAES para recabar su versión de los hechos. No ha habido respuesta.

Un portavoz de Abengoa ha confirmado a eldiario.es que Befesa contrató a Aznar “como asesor”, pero que la guerra civil y posterior intervención militar en Libia frustraron las adjudicaciones. La ejecución de Gadafi el 20 de octubre de 2011 –un año después de la firma de este contrato– y el cambio de Gobierno dejaron a José María Aznar y a Abengoa sin un negocio millonario. En 2013, Abengoa vendió Befesa a un fondo de inversión.

El amigo “extravagante” de Aznar

José María Aznar no tardó mucho tiempo en convertirse en padrino de Gadafi en el intento del líder libio de recuperar sus relaciones con Occidente tras años de aislamiento. El régimen libio había sufrido los efectos de las sanciones aprobadas por el Consejo de Seguridad de la ONU a causa del atentado de Lockerbie en el que murieron 270 personas en 1988. Cuando Gadafi aceptó la responsabilidad y prometió indemnizar a los familiares de los supervivientes en 2003, las sanciones fueron levantadas, lo que dio vía libre a Aznar.

El entonces presidente del Gobierno fue el primer líder occidental que visitó Libia tras la decisión de la ONU. Lo hizo en septiembre de 2003, es decir, sólo un mes después de que el embajador libio en las Naciones Unidas admitiera oficialmente con una carta la responsabilidad de su país.

Para justificar tal premura, Moncloa destacó entonces que, después del 11S, Libia se había comprometido a colaborar en la lucha contra Al Qaeda. Los países europeos aún veían a Gadafi con prevención, incluso después de resolverse el asunto del atentado de Lockerbie, pero Aznar decidió en seguida que Libia era un campo abierto para los negocios entre ambos países y que Gadafi valoraría su actitud.

En su visita a Trípoli, Aznar aceptó jugar la carta propagandística que más le gustaba al líder libio: visitar las ruinas convertidas en museo de su antigua residencia, destruida por aviones norteamericanos en 1986 por orden de Reagan en represalia por un atentado cometido en Alemania.

Las relaciones entre España y Libia se intensificaron cuando meses después Gadafi aceptó clausurar su incipiente programa de armas de destrucción masiva. Libia dejaba de ser un Estado paria a ojos de Occidente. Tony Blair llegó a Libia en marzo de 2004, también con la vista puesta en hacer negocios con Libia. Gadafi visitó España en 2007, ya con Zapatero en el poder.

Está claro que Gadafi le estaba agradecido a Aznar y que eso abrió a este último posibilidades de intervenir como mediador en contratos millonarios. Tampoco Aznar dejó tirado a su amigo libio. En abril de 2011, se mostró en una conferencia en una universidad de Nueva York completamente en contra de la intervención militar de EEUU y Europa contra el régimen libio. Gadafi era “un amigo extravagante (de Occidente), pero un amigo”, una vez que aceptó destruir sus armas químicas y ayudar a EEUU en la guerra contra Al Qaeda, dijo Aznar. Lo que no dijo es que esa guerra le iba a hacer perder mucho dinero.