El Banco Central Europeo (BCE) clasificará a los países de la eurozona como donantes (Alemania, Países Bajos y Francia), neutrales y receptores (España, Italia, Portugal y Grecia) como punto de partida de la nueva era sin programas de compra de bonos, que finaliza oficialmente este jueves, tras haber garantizado la demanda de la deuda pública de la región durante años, incluso en los peores momentos de la pandemia.
Según este esquema, que ha adelantado en exclusiva Reuters, a partir de este viernes 1 de julio, comprará deuda de “estos receptores” con los ingresos de los vencimientos de los bonos de “los donantes” que ha ido adquiriendo desde 2015, para evitar que se endurezcan mucho más las condiciones de financiación de los primeros. Es decir, para impedir que suban las primas de riesgo —el diferencial entre el interés que se exige al bono de referencia de España, Italia o Portugal y el de Alemania, que se considera el socio mejor pagador y más disciplinado fiscalmente—.
De esta manera transferirá el dinero que ha creado en este tiempo de norte a sur —por supuesto, también comprará deuda de estos últimos con los vencimientos de sus propios bonos—, y cumplirá con su objetivo de endurecer las condiciones de financiación de forma generalizada para dejar de alimentar la inflación desbocada sin perjudicar a España, Italia, Portugal y Grecia, los países más sobreendeudados y más golpeados por la crisis de la COVID. Sería la herramienta antifragmentación que el propio BCE había adelantado en las últimas semanas, y que ha relajado al prima de riesgo en los últimos, desde los 140 puntos básicos del 14 de junio hasta cerca de los 100.
Este mismo mes de julio, comenzará a subir los tipos de interés de oficiales desde el 0% en el que los ha mantenido para favorecer la recuperación económica. Primero, y según ha anunciado ya, incrementará las tasas de referencia, según la que los bancos fijan el coste de los préstamos o las hipotecas, 25 puntos básicos. Y, en septiembre, se espera que las incremente otros 50 enteros.
El reto del BCE es mayúsculo: pretende enfriar la concesión de crédito sin frenar la actividad económica y provocar una recesión, en un momento en el la invasión rusa de Ucrania ya ha frenado la recuperación por su impacto en los mercados internacionales de energía y de otras materias primas.
¿Sirven las subidas de tipos para contener la inflación?
Algunos economistas críticos cuestionan las decisiones de la institución. “No tiene ningún sentido. ¿Cómo resuelve una subida de tipos el problema geopolítico del conflicto ucraniano? ¿Cómo consigue que baje el petróleo?”, arguye el economista Stuart Medina Miltimore.
“Aunque el BCE suba los tipos de interés, la inflación se mantendrá alta. El BCE puede actuar sobre la demanda, pero no sobre la oferta (en este caso de materias primas, minerales petróleo o gas). Mientras haya sanciones habrá inflación”, coincide Víctor Alvargonzález, director de estrategia y socio fundador de la firma de asesoramiento independiente Nextep Finance.
En la práctica, una subida de tipos sí que tiene efectos directos y palpables, como que los bancos ganan más dinero con las hipotecas y los préstamos y que las familias y el Estado sufren un incremento de estos gastos financieros.
“Es necesario hacer un seguimiento estrecho de este mercado, sobre el que el conflicto bélico podría tener efectos contrapuestos, dada la erosión real de los ingresos de los agentes que representa el aumento de la inflación y el posible endurecimiento de condiciones financieras”, aseguró el gobernador del Banco de España, Pablo Hernández De Cos en el Congreso. Y matizó: “En todo caso, ante aumentos moderados en los tipos de interés cabría esperar que este efecto no fuera muy significativo, en parte por el incremento del peso de las hipotecas a tipo de interés fijo observado durante los últimos años, que en diciembre de 2021 se situaba en el 24,9% del saldo vivo”.