Junta de Accionistas de Banco Santander en 2012. José Zubeldia toma la palabra para pedirle a Emilio Botín una solución. A su mujer le vendieron un complicado producto financiero en 2007, denominado Valores Santander, y ha perdido la mitad de su dinero. “¿Qué va a hacer Sr. Botín?”, le preguntó Zubeldia tras ocho minutos de intervención.
Las estadísticas decían que había 129.000 afectados en la misma situación. Pero en aquella Junta al lado de Zubeldia apenas había uno más. Fuera de la sala tampoco había nadie con pancartas ni cacerolas exigiendo al banco la solución que reclamaba Zubeldia. El caso estaba a años luz de las masivas protestas que ya entonces estaban generando otros abusos financieros como las preferentes. Tal vez por eso, Botín lo dejó pasar.
Banco Santander ha sido muy eficiente a la hora de solucionar este tipo de problemas, compensando a los afectados sin demasiada dilación. Así lo hizo en 2009 con los clientes que sufrieron pérdidas por el caso Madoff y con los afectados por Lehman Brothers. Pero no fue así en esta ocasión. Tal vez porque, en plena crisis financiera, no era fácil disponer de 7.000 millones para retornarlos a quienes habían comprado sus Valores Santander o porque infravaloró la capacidad de acción de estos afectados.
Sea por lo que fuere, el caso es que Botín se negó a compensar a la esposa de Zubeldia sin saber que acababa de desatar la caja de los truenos. “El banco no se imaginaba la fuerza de las redes sociales, ni de lo que nos iban a ayudar para unirnos, compartir estrategias y aprender unos de otros”, comenta. Este economista jubilado, con una amplia experiencia en finanzas y gestión de capitales comenzó a investigar qué era exactamente aquello que estaba haciendo perder tanto dinero a su esposa (en régimen de separación de bienes y con la gestión financiera gestionada de forma independiente del matrimonio).
“Empecé a investigar y encontré una página de Facebook en la que había unas 40 personas. Fue toda una alegría porque yo pensaba que el problema era casi exclusivamente de mi esposa”, explica. Durante un par de meses se dedicó a estudiar que eran los Valores, entender “esa extraña cosa ”de las obligaciones convertibles y a cotejar su información con abogados y economistas amigos. “Llegué a la conclusión de que el producto tenía todas las características de un engaño masivo”, explica.
Intentó denunciar ante el Banco de España, la Autoridad Bancaria Europea y el defensor del pueblo europeo la situación, ya que la operación de venta que le hicieron a su mujer incluía un crédito para comprar los Valores. “O no contestan o se pasan la pelota unos a otros”, explica.
Información compartida en grupos secretos de Facebook
Información compartida en grupos secretos de FacebookEn paralelo, cuando el Banco Santander se negó a devolverles el dinero comenzó su lucha digital. Más o menos por aquellas fechas, un juzgado de Alicante había dado la razón a un afectado. La noticia se propagó por Twitter y Zubeldia comenzó a dinamizar el grupo de Facebook. “Muchos de los que se sumaban eran hijos, sobrinos, amigos de gente mayor que había sido engañada y que en ese momento descubrieron que no eran los únicos”, explica.
Twitter les servía para difundir sus quejas, pero se dieron cuenta que estas no tenían la misma difusión que las preferentes los medios de comunicación. Por eso, decidieron concentrar sus esfuerzos en Facebook. En pocos meses el grupo superó los 1.000 usuarios. Esa herramienta digital fue la que les permitió reconstruir su historia. Como si se tratara de piezas de un puzle, cada uno aportaba lo que encontraba en sus papeles: fechas de contratos que no coincidían con la reflejada en la intranet del banco. Extractos del folleto con detalles que podrían servir de argumento ante un juez, indicios de firmas falsas. “Eso no hubiera sido posible hacerlo sin Facebook, porque personalmente nunca hubiéramos conseguido trabajar en grupo así”, reconoce Zubeldia.
Fue esa colaboración la que permitió a José Zubeldia pergeñar y armar una adecuada estrategia para negociar con el banco. “Nos dimos cuenta que había base jurídica suficiente para demostrar que era un engaño intencionado y masivo. Y por eso decidimos apostar por la vía penal”, comenta.
En ese momento, el grupo de Facebook había superado los 1.000 usuarios, pero no todos se sentían con fuerza y ganas de enfrentarse al Banco Santander en los tribunales. Así que la organización se estructuró vía grupos secretos.
En colaboración con la abogada Esther Arroyo, la que había conseguido la primera sentencia judicial en favor de un afectado, confeccionaron una demanda penal que se armó gracias a la documentación recabada por las 200 personas que se sumaron al grupo secreto dinamizado por Zubeldia.
Con esa denuncia organizada y sobre la mesa, el banco ya sí se decidió a negociar. La mitad de aquellos 200 afectados recuperó el dinero y firmó la clausula de confidencialidad. Eran los casos más llamativos, aquellos en los que ante un juez hubiera sido fácil probar que quienes suscribieron Valores Santander eran ahorradores conservadores que nunca hubieran elegido, voluntariamente, un producto de ese riesgo.
El resto optó por la vía de los tribunales administrativos o, incluso, por no hacer nada por miedo a enfrentarse al banco sin suficiente seguridad. Apenas medio centenar, en dos grupos, siguió adelante. Estos son quienes sustentan las dos querellas que ahora han llegado hasta la Audiencia Nacional.
Prudencia respecto al desenlace final
Prudencia respecto al desenlace final El resultado de esa investigación está en manos del juez Ismael Moreno y de su intención depende que sea o no favorable a los afectados. Varios abogados consultados coinciden en señalar que técnicamente la querella tiene lagunas, pero también reconocen que las tenían algunas de las que se han presentado contras las preferentes. “En estos casos es una cuestión más política que otra cosa. En otra coyuntura del país es probable que ni se hubiera aceptado, pero ahora el poder judicial está más concienciado”, comentan.
El perfil económico de los afectados por Valores Santander es algo superior al de los preferentistas. Mientras la media de dinero “pillado” en preferentes ronda los 40.000 euros, la de Valores Santander supera los 60.000 y hay bastantes casos en torno a los 100.000 euros. “Esto influye en el activismo de los afectados. Los de Banco Santander son mucho más reacios a protestar en las calles que los de las preferentes”, explica Juanma Brun, un abogado especializado en el casos financieros.