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Criterios laxos y etiquetas de sostenibilidad desvirtuadas atraen inversiones éticas a empresas contaminantes

Planta de Alcoa en San Cibrao (Lugo)

Iván Fernández

Los fondos éticos están de moda, en la última década se han multiplicado por 40 y en los dos últimos años la cantidad de dinero que manejan es ocho veces mayor (más de 27.000 millones de euros). Unas inversiones que buscan ser responsables. Para ello, se fijaron los criterios ASG (ambiental, social y buen gobierno) establecidos por la ONU y que marcan el buen hacer de una empresa en materia ambiental, social y de buen gobierno. Sin embargo, estos parámetro son muy laxos y permiten que se etiquete como sostenibles a compañías cuya actividad es contaminante. Es lo que se conoce como “greenwashing” en el mundillo financiero.

Según apunta Bank of America, el 67% de los fondos éticos a nivel mundial se concentra en Europa y esperan que este tipo de inversiones crezca aún más. “Actualmente solo el 7% de los vehículos listados en Europa están totalmente dedicados a la inversión sostenible, pero esperamos que para 2030 al menos uno de cada tres fondos esté centrado en ASG”, apuntan desde la entidad. Calculan que en 2030 la inversión por parte de fondos en acciones de compañías ASG europeas podría crecer entre 0,8 y 1,1 billones de euros. 

Para Enrique Quintanilla, socio de la banca ética Fiare y colaborador de Ecologistas en Acción, las calificaciones de sostenibilidad en empresas como Inditex, Santander, Naturgy o Alcoa son parte de la política de lavado verde. “Ahora está de moda todo lo verde y se quieren apuntar a todo este tipo de cuestiones cuando la realidad es que no lo cumplen para nada”, afirma Quintanilla. La banca ética va más allá de los criterios ASG y realiza una valoración ético-social por encima de la económica. “Ninguna de estas empresas lo pasaría”, comenta el socio de Fiare, que se lamenta de que las grandes corporaciones copen este tipo de mercado con los bancos tradicionales. 



Criterios “permisivos” que generan etiquetas dudosas 

En torno a los criterios ASG se han creado varios índices y alguna certificación. Uno de los más conocidos son los Dow Jones Sustainability Indices (DJSI), que seleccionan el 10% de las empresas mundiales, por sector industrial, con mejor desempeño en sostenibilidad. Hay un índice de carácter global y ocho subíndices: Norte América, Europa, Asia, Korea, Australia, Chile, Mercados Emergentes y MILA (mercado integrado latinoamericano)

“Empieza a ser un referente en el mercado”, apunta Cristina Martínez, gerente de productos de ahorro e inversión del banco ético Triodos Bank, en referencia a los DJSI. Aunque advierte que son una mera construcción de un aglomerado de empresas que representan de alguna manera dichos valores. “Las empresas que están ahí, no todas se pueden considerar un referente, digamos que estamos viendo una transición de las empresas hacía esa búsqueda de la sostenibilidad”, opina Martínez.

Para Quintanilla el problema son los criterios ASG en los que se basan: “Son muy permisivos y permiten que se cuele cualquier tipo de empresa”. En la misma línea, aunque más comedida, se muestra Martínez: “Son un poco más laxos de lo que deberían ser”. Quintanilla está preocupado porque los grandes fondos éticos no hacen ninguna valoración más allá que estos índices. “Al final todas las inversiones se realizan en compañías que son las mayores emisoras de C02 y están haciendo que esta situación sea cada vez más insostenible. Podemos cambiar nuestros hábitos diarios, pero lo que realmente influyen son este tipo de empresas”, afirma.

Naturgy, Alcoa y Santander, “líderes sostenibles” 

El DJSI establece líderes sostenibles por sector de actividad y dos son empresas españolas: Santander (banca) y Naturgy (energía). Pero no son las únicas vinculadas con España, la multinacional estadounidense Alcoa figura como ejemplo sostenible en el sector del aluminio.

Desde Naturgy no descartan que el “greenwashing” se este generando en otras empresas pero afirman que ellos han demostrado su compromiso con la sostenibilidad. En 2018 emitieron 18,3 millones de toneladas de CO2 y 8,3 toneladas de residuos peligrosos. Unos datos voluminosos pero que representan una reducción de un 20% de emisiones desde 2012 y un 76% en generación de residuos. También cabe recordar que de las 50 plantas más contaminantes de España, cuatro pertenecen a Naturgy. 

La eléctrica también es reconocida por otros índices sostenibles como FSTE4Good y Euronext Vigeo y se enorgullecen de ser los primeros en anunciar que dejarían el carbón, aunque realmente fue Iberdrola. “Nuestra estrategia pasa por ser más eléctricos y menos gasistas”, explican desde Naturgy. Aunque también recuerdan que el gas es una tecnología necesaria para garantizar el suministro eléctrico. “Estamos tratando de disminuir emisiones con proyectos como reutilizar los desechos de gas de las ciudades. Podemos ser una palanca de cambio en la descarbonziación de la economía”, afirman. 

Los polémicos residuos vertidos por Alcoa 

El “líder sostenible” en el sector del aluminio, la multinacional estadounidense Alcoa, tiene una planta de producción en San Ciprián (Lugo) acusada por Ecologistas en Acción de realizar vertidos de sosa cáustica que están afectando directamente a la salud de las personas y al entorno marino. “Esta sosa cáustica debería ser reutilizada y devuelta al comienzo del proceso, pero eso no es así y la realidad es que enormes cantidades se vierten al mar”, destacan desde la asociación ecologista. Mientras que desde la compañía consideran que estas acusaciones son falsas y destacan su apuesta por la sostenibilidad. 

La compañía afirma que la sosa cáustica sale de la planta sin ser un residuo peligroso y se sitúa en un depósito de residuos mineros autorizado. “La alcalinidad residual presente en el agua, se depura y neutraliza antes del vertido final a través de un emisario submarino (un tubo que sale al mar), para alcanzar los parámetros de vertido autorizados”, comentan desde Alcoa. “Cumplimos con toda la normativa medioambiental. Estamos considerados como líderes en sostenibilidad y no es algo que salga de la nada”, declaran.

Además, destacan que la planta de aluminio de San Ciprián ha sido la primera de Alcoa a nivel global en obtener la certificación ASI (Iniciativa de Administración de Aluminio). Para conseguirla hay que superar una auditoria que incluye una revisión profunda de los sistemas de gestión medioambiental, social y laboral. Incluidas entrevistas con los vecinos de la zona. 

En el informe Banderas Negras, que elaboran anualmente Ecologistas en Acción para destacar las industrias más contaminantes, explican que Alcoa ha recibido más de 1.000 millones de euros en subvenciones públicas para mitigar el coste de electricidad y el coste de la contaminación. “Este capital invertido como se debiera, generaría riqueza a medio y largo plazo en la zona y sin dependencias ni chantajes de este tipo de empresas que arrasan todo a su alrededor”, afirman desde Ecologistas en Acción.

Santander, el banco sostenible que financia armas 

 

Santander es el banco más sostenible del mundo para el DJSI. La entidad bancaria saca pecho de haber otorgado cerca de 50.000 millones de euros entre 2015 y 2018 para proyectos sostenibles. En los próximos cinco años se ha comprometido a destinar 120.000 millones de euros a “financiación verde”. Unas cifras que le sitúan de cara al mercado como un banco comprometido con el medioambiente. Sin embargo, al mismo tiempo está financiando a la industria armamentística y a empresas contaminantes en América Latina. 

Según el estudio “Banca armada en España”, elaborado por el Centre Delàs, es el segundo banco español que más invierte en la industria armamentística. “Ellos no lo niegan, todos los años vamos a la junta de accionistas a decírselo y nos comentan que es legítimo y que no pueden dar datos de sus relaciones privadas con las empresas. Esto demuestra la escasa sostenibilidad de este banco”, comenta Quintanilla.

Según la asociación Banca Armada, una iniciativa que lucha por descubrir en que invierten el dinero los bancos, hasta 11 compañías contaminantes son financiadas o tienen participación del banco. Por ejemplo, forma parte del Consorcio Madeira Energia, con un 10% del capital, que pretende construir 4 presas hidroeléctricas en la Amazonia. 

“Hemos cumplido con nuestra misión de contribuir al progreso de las personas y empresas, impulsando activamente el crecimiento inclusivo, apoyando la creación de empleo y el empoderamiento financiero y luchando contra el cambio climático apoyando la transición a la economía verde”, comentaba la presidenta del Santander Ana Botín, cuando se anunció que el DJSI lo situaba como líder sostenible. 

La sostenible Inditex y su producción deslocalizada

El reciente estudio “Genial para el mundo, bueno para las ganacias”, elaborado por Bank of America y al que tenido acceso eldiario.es, ha estudiado los destinos preferidos de los fondos éticos en Europa. El tercero es Inditex, quién afirma que el 57% de las fábricas con las que trabajan para producir sus artículos están próximas a su sede de Arteixo (A Coruña), fundamentalmente en España, Portugal, Turquía y Marruecos. ¿El resto? En una producción deslocalizada que está repartida por distintas zonas del planeta.

Según apunta Changing Markets Fundation, Inditex trabaja con plantas productoras de viscosa en Lenzing (Austria y China), Birla (China), Sanyou (China) y ENKA (Alemania). Este material semi-sintético está hecho de árboles y plantas (como el bambú), es biodegradable y tiene el potencial de ser una opción más sostenible tanto para el algodón como para el poliéster. Sin embargo, para transformar la celulosa vegetal en fibras de viscosa se utilizan productos químicos que provocan graves daños ambientales entre los que se incluyen contaminación del agua y del aire. Para cambiar esos hábitos se creó una hoja de ruta a la que se han adscrito las principales marcas de moda. Para el año 2030 todas las plantas que colaboran con Inditex cumplirán esta normativa.

En Turquía, uno de los países que sí reconoce abiertamente la empresa española, la ONG suiza Pubilc Eyes ha levantado la sospecha sobre la fabricación de la sudadera con el lema “RESPECT: find out what it means to me”. Tras seguir la trazabilidad del producto concluyeron que el dinero recibido por los distintos trabajadores de la cadena productiva no era suficiente para una vida digna. Algo que choca con los más de 3.444 millones de euros de beneficios que Inditex registró en el 2018.

Desde Inditex no comparten esta investigación porque “basa su crítica en un dato falso”, aunque tampoco ofrecen los datos reales por razones de confidencialidad. Public Eyes asegura que sus cálculos se basan en informes económicos, datos de mercado, consultas a expertos y otras fuentes. Calculan que de los 27 euros promedio de venta de la sudadera, Inditex gana 4,20 euros y el conjunto de los trabajadores de la cadena productiva 2,08. “Para que los trabajadores de Turquía e India puedan vivir de sus salarios deberían multiplicarse entre 1,9 a 3, dependiendo de la etapa de producción”, apunta la ONG, quién asegura que con las cantidades que paga Zara a sus proveedores turcos es imposible.

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