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ANÁLISIS

China elige Italia como su Caballo de Troya en Europa para agitar el orden mundial

Algo se mueve entre Italia y China. Quizás sea que haya llegado al país transalpino esa mano invisible del gigante asiático que la segunda potencia económica mundial ha ido hilvanando desde hace un par de decenios, especialmente en África y en América Latina. Es una de las lecturas que baraja un mercado perplejo y que tira de memoria reciente para vincular el extraño y meteórico repunte de las exportaciones italianas de los últimos dos meses con esa Diplomacia Panda -sosegada, pero proactiva- que Pekín desarrolla.

La última foto fija del sector exterior italiano desvela asombro. Una de las teorías que circulan es que China ha incrementado su demanda de terapias contra el coronavirus ante el brusco y, a la vez, misterioso repunte de casos de contagio tras el final de la política Covid-cero, dado que una de las rúbricas de venta transalpinas que más ha aumentado es la de productos farmacéuticos. Sin embargo, no es la única tesis. Hay otras explicaciones que apuntan a un proceso de re-exportación desde otros socios de la UE con el que pretenden eludir las obstrucciones que aún subyacen en las cadenas de valor y en las rutas comerciales y logísticas internacionales.

Una y otra podrían explicar en parte el espectacular salto exportador italiano, que ha triplicado su valor desde el inicio de la guerra de Ucrania, hasta rebasar los 3.300 millones de dólares.

No obstante, sus propios defensores admiten que les falta algún comodín en esta mano de póker que les impide ofrecer explicaciones convincentes. Pese a que en ambos argumentos se pone el acento en que Italia es el único socio del G-7 que tiene suscrito, desde 2019, un memorándum de inversiones con Pekín como partícipe de la Nueva Ruta de la Seda (la Belt and Road Initiative impulsada personalmente por Xi Jinping). Esta iniciativa ya levantó serias suspicacias en EEUU y entre sus aliados europeos y que apunta a que, después del enfriamiento de los lazos bilaterales durante el mandato de Mario Draghi como primer ministro, su sucesora, la ultraderechista Giorgia Meloni, podría estar jugando una partida a dos bandas. Por un lado, insistiendo a la Casa Blanca en que su compromiso de finiquitar este acuerdo antes de final de año se cumplirá y, por otro, impulsando los negocios exteriores de Italia en China.

Riesgos de un rescate italiano en el horizonte

Los datos de exportación han hecho saltar todas las alarmas. Los flujos de mercancías italianas al mercado asiático superaron los 3.300 millones de dólares en febrero, un 131% más que en el mismo mes de 2022. En enero, el tránsito de mercantes con bienes made in Italy aumentó otro 137%; más del triple de los 1.000 millones de dólares que la tercera economía del euro vendió a China en término interanuales. En ambos meses con saltos espectaculares de los envíos farmacéuticos.

“Los medicamentos adquiridos por el gigante asiático -aseguran fuentes del sector a Bloomberg- han sido una mezcla de remedios terapéuticos y de tratamientos profilácticos, como la conocida composición UDCA -ácido ursodesoxicólico- una solución médica destinada a enfermedades del hígado o a la reducción del colesterol -otra de sus prescripciones-, pero que se aleja de cualquier indicación para combatir la Covid-19”. Ha sido la rúbrica de una mayor dimensión entre las exportaciones farmacéuticas, ya que ha pasado de recaudar apenas 98,5 millones de euros el mes que antecedió a las hostilidades en Ucrania, a sobrepasar los 1.840 millones del pasado febrero. Más de la mitad de las ventas mensual totales. La UDCA “no explica por sí mismo este trampolín exportador bilateral”, según la industria química italiana.

Peter Ceretti, director de la consultora Eurasia, reconoce que “esta demanda china de medicinas es tan cierta como sorprendente por la intensidad de sus embarques desde Italia, algo que solo se podría justificar si desde competidores europeos como Alemania trasladan sus bienes a Italia para reexportar sus fármacos a través de puertos transalpinos”. Por cuestiones relacionadas con los ahorros de costes, las disrupciones de las cadenas de valor, la elusión de los embargos a Rusia y China -a raíz del veto americano a semiconductores, componentes y tecnología- o la utilización de rutas comerciales o logísticas alternativas por el conflicto bélico en Europa.

Sin embargo, Enrico Colombatto, profesor de Economía y experto del Geopolitical Intelligence Services (GIS) -think tank con sede en Liechtenstein-, hace hincapié en que este salto exportador coincide con la asunción del poder por parte de la ultraderecha en torno a la figura de Meloni. “El comercio con China ha sido siempre limitado, pero las ataduras financieras de la UE podrían ofrecer a Roma una estrategia de activos de sumo interés para Pekín”, aclara. Colombatto recuerda que los líderes rusos “han considerado históricamente a Italia como la parte más blanda de penetración y división en el seno del bloque occidental”.

Vladimir Putin es el otro flanco débil del triunvirato ultraconservador de la colación de Meloni. Por ejemplo -resalta el académico para reforzar esta tesis- “el apoyo financiero y militar italiano a Ucrania ha sido el más modesto de entre los grandes socios europeos, mientras el sentimiento pro-ruso de la opinión pública del país se sitúa en niveles relativamente altos”, en comparación con otras sociedades de la UE. Es en este contexto en el que “se han intensificado los vínculos económico-comerciales con China, todavía no con demasiados frutos, pero con los suficientes como para que la UE empiece a mostrar su preocupación”, añade.

No por casualidad, los socios de Meloni -Matteo Salvini, líder de la Liga Norte y Silvio Berlusconi, de Forza Italia- han alzado sus voces en varias ocasiones para rebajar las sanciones a Rusia y para que la UE explore por su cuenta un acuerdo de paz con el Kremlin sobre Ucrania. Como tampoco surge por azar “la fragilidad de una economía” que “permanece estancada desde la crisis crediticia de 2008, con una productividad que no emite síntomas de vitalidad desde hace medio siglo, y que soporta el lastre de una deuda pública por encima del 150% del PIB”.

Vulnerabilidades financieras y económicas

Todo ello unido a una escalada de los precios de la energía, una inflación galopante y una oleada de encarecimiento del dinero, que “está deteriorando la capacidad financiera de las familias y de los pensionistas y dejando en situación de suma debilidad a unas empresas muy dependientes del gas y la deuda”, alerta el experto del GIS. A su juicio, “esta vulnerabilidad” se ha acentuado con el triunfo de los halcones en el comité ejecutivo del BCE. “Es cuestión de tiempo que entren en bancarrota numerosas empresas y se disparen el gasto público y la tasa de desempleo”, avisa.

Este escenario “no era muy distinto del de 2019, cuando el gobierno de Giuseppe Conte y de su viceprimer ministro, Luigi di Maio -del Movimiento Cinco Estrellas- sellaron el memorándum de entendimiento que abría a Italia al comercio y a las inversiones de la Nueva Ruta de la Seda, para sobresalto de la Casa Blanca, inmersa en batallas arancelarias con Pekín, y del club comunitario”.

Los flujos de capitales, mercancías y servicios se han consolidado, aunque la auténtica clave “es la financiera”, explica Colombatto. Pese a que Draghi “bloqueó varias adquisiciones chinas y viró el interés económico italiano hacia Occidente”, la pandemia hizo que el interés bilateral pasara a dormir el sueño de los justos. Ahora Meloni observa que está ante una encrucijada, con las inversiones domésticas y extranjeras estancadas y bajo un clima de burocratización más que asfixiante, con déficit de talento profesional y un sistema judicial puesto en duda por su falta de eficiencia, a lo que se une un tejido empresarial que no acaba de trasladar la innovación a sus cadenas de valor para mejorar la productividad.

A estas obstrucciones al crecimiento se suma el retardo en el proceso de reindustrialización y, muy en especial, en el terreno de la digitalización y de la neutralidad energética. China ofrece bienes semi-facturados a bajos costes y disponibilidad para colocar sus préstamos en nichos de tecnología avanzada; en particular, en la costa adriática de Trieste. Sin que haya reciprocidad, a juzgar por los escasos 11.500 millones de dólares de capital italiano colocados en el mercado asiático en 2021, último ejercicio completo contabilizado.

Para Colombatto, el verdadero foco de preocupación es el financiero. El coste del servicio de deuda italiano superó en 2022 los 100.000 millones de euros; es decir, el 5,5% de los 2,1 billones de dólares en los que está valorado su PIB. En condiciones normales, este estado contable hubiera llevado al país a la bancarrota -avisa el analista del GIS- “si el BCE no siguiera comprando, aunque en menor proporción, bonos del Tesoro de Italia”. Dicho de otro modo: “mientras las autoridades económicas y monetarias europeas sostengan en respiración artificial a Italia”. A su juicio “si decidieran dejar de financiar deuda entre socios se precipitaría el default”.

China y su predisposición a forjar el escudo financiero transalpino es la alternativa al sonrojo de Italia de tener que persuadir a la UE de la necesidad de un rescate. Pero también es el caballero blanco de un mercado cada vez menos proclive a adquirir bonos italianos, lo que, más tarde o más temprano, obligará a Bruselas y a Fráncfort a mover ficha. “China ya ha lanzado el señuelo a Roma. Con su visión estratégica de ayuda predadora. Mientras Putin excava en suelo italiano la trinchera con la que trata de separar el espacio interior europeo”; sobre todo, “si la coyuntura económica italiana continúa deteriorándose”, aclara Colombatto.