Como “una Ferrari” la describía el presidente francés Nicolas Sarkozy cuando le pedían que definiera a la que fue la primer mujer en Francia que accedía a dirigir la cartera del Ministerio de Economía y Finanzas en 2007. Christine Lagarde (París, 1956) ha vuelto a romper otra vez un techo al ser nominada como candidata a la presidencia del Banco Central Europeo, un terreno que hasta ahora solo han pisado hombres: el holandés Wim Duisenberg, el francés Jean-Claude Trichet y el italiano Mario Draghi, al que sustituirá.
Hija mayor de un profesor de universidad y una maestra, con tres hermanos varones, siempre recuerda que su dedicación a la natación sincronizada, donde llegó a formar parte del equipo nacional, y la disciplina que le exigía le sirvió posteriormente en su carrera profesional y política: “Apretar los dientes y sonreír”. Licenciada en Derecho, en 1999, con solo 43 años, fue la primera mujer en dirigir un bufete de abogados de ámbito mundial como Baker & McKenzie en Chicago, una nómina espectacular a la que renunció cuando la llamó el presidente Jacques Chirac para ser ministra de Comercio Exterior.
La gente que trabaja con ella destaca su capacidad de adaptación en todos los ámbitos, algo que demostró en los círculos de poder y en la alta administración francesa. Acostumbrada a desenvolverse en ambientes masculinizados, siempre impecable, su altivez y ser un ente extraño para la élite funcionarial de la Ecole Nationale d'Administration provocaron que fuera conocida en el ministerio como “Madame la Marquesa”. Sarkozy no dudó en confiar en ella para darle la cartera de Economía y Finanzas, donde destacó en las reuniones de asuntos económicos del G-8. En plena hecatombe mundial del sistema financiero, Financial Times la eligió “ministro de Economía del año” en 2009.
Su papel en la crisis financiera la colocaron en el puesto de salida para suceder en la cabeza del FMI a Dominique Strauss-Kahn, tocado y hundido por un escándalo sexual. A pesar de su experiencia en ministerios de corte económico siempre se ha cuidado de diferenciarse de este colectivo y destacar sus capacidades políticas.
“No soy una gran economista; puedo entender de lo que hablan, tengo suficiente sentido común para ello, y he estudiado algo de economía, pero no soy una economista de primera categoría. Pero sí, esa forma de tener en cuenta los intereses de la otra parte en la mesa de negociaciones, el sentido del interés colectivo y cómo puede trascender los intereses individuales de los miembros son cosas importantes”, señalaba a los medios cuando tomó posesión de la presidencia del organismo multilateral.
Como directora gerente del FMI ya en 2011 ha intentado lavar la imagen del organismo multilateral ensuciada por los escándalos de sus predecesores (Strauss-Kahn y Rodrigo Rato) y por el papel del Fondo en el desarrollo de los países. Ella asegura que lo consiguió: “Ahora estamos más atentos a la gente y, al mismo tiempo, medimos cómo reducir el gasto o aumentar los ingresos. Somos una institución diferente”.
Los detractores del organismo multilateral solo perciben un cambio en las formas pero no en el fondo, de hecho ella aseguraba que “la misión del FMI depende en gran medida de nuestra calidad de comunicación, de convencer a los gobiernos. El problema es que los expertos en economía del Fondo sólo sabían hablar entre ellos. Desde que llegué todos hacen un gran esfuerzo para ser mas claros”.
Divorciada dos veces, con dos hijos, vegetariana, le recriminaron que se autoproclamara feminista cuando no contaba en su equipo con ninguna mujer, pero asegura que en el FMI fijó la paridad entre sus colaboradores y consiguió que las mujeres alcanzaran el 44,7% del total de los puestos de responsabilidad.
En 2016, Lagarde fue condenada por la Corte de Justicia de la República de Francia por “negligencia” en el manejo de fondos públicos cuando era ministra de Economía y Finanzas en 2007 por el affaire Tapie. No cambió su sonrisa, no tenía motivo, la justicia francesa la dejó en libertad sin condena ni historia penal. Un ejemplo que demostraba hasta dónde llegaban sus contactos y su poder. Sus enemigos entonces pusieron en duda su capacidad para recuperarse ya que su carrera política quedaba tocada, su candidatura al BCE demuestra que estaban equivocados.
Ahora, Lagarde tendrá que enfrentarse a las presiones de un entorno financiero que mira con desprecio al regulador como culpable de sus problemas de rentabilidad por los bajos tipos de interés. Coleccionista de caricaturas, aseguran que en su despacho tiene a la vista una en la que aparece disfrazada de dominátrix con un grupo de banqueros a sus pies. “Apretar los dientes y sonreír”.