La publicación este miércoles del récord de 1,457 billones de deuda de las Administraciones Públicas, a cierre de junio, sirvió a las voces más agoreras de las derechas para criticar duramente al Gobierno. Estos reproches catastrofistas, muchos procedentes del PP, chocan con la realidad económica de España, muy lejos del cataclismo.
Cuando la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, lamenta en su cuenta de Twitter los “más de 250.000 millones de deuda añadida en tres años”, y la califica irónicamente como “la herencia de Sánchez”, obvia el histórico esfuerzo en gasto público que exigió la pandemia, y el hundimiento de los ingresos y de la actividad, y que ahora exige la guerra, en toda Europa. También que, aun así, esta cifra absoluta, el máximo de 1,457 billones de euros, bajó del 117% del PIB por primera vez desde 2020 por la recuperación económica y la inflación. En el primer trimestre de 2021 llegó a superar el 125%.
El catastrofismo sobre la salida de España de la crisis ignora comparaciones odiosas, como la que recalcó la vicepresidenta primera y ministra de Asuntos Económicos, Nadia Calviño, en respuesta a las declaraciones del presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, sobre el “pufo” que el Gobierno ha dejado a los españoles. “Hemos aumentado la deuda pública para salvar a los ciudadanos, los empleos, las rentas de las familias y las empresas, el Partido Popular aumentó exponencialmente la deuda para salvar a los bancos [tras la crisis de 2008]”, afirmó.
Sobre esta comparación cabe recordar que el origen de ambas crisis es muy diferente. Y que la respuesta comunitaria ha sido antagónica, con el Banco Central Europeo (BCE) y la Comisión Europea desarrollando en esta ocasión políticas expansivas que distan de la austeridad que siguió a la crisis del euro y, precisamente, abaratando a mínimos el coste de la deuda para favorecer la financiación de los históricos déficits (la diferencia entre el gasto público y los ingresos).
1) Aumento de deuda generalizado
Los agoreros tampoco miran a su alrededor: todas las grandes economías de la eurozona han incrementado su deuda en términos absolutos y en relación al PIB desde 2019. Incluso practicantes convencidos de la disciplina fiscal, como Alemania, la han elevado para financiar los ERTE, las ayudas, rebajas de impuestos o subvenciones para contrarrestar la escalada de la energía, para apoyar directamente a las empresas o para financiar medidas como el Ingreso Mínimo Vital (IMV).
Con datos del primer trimestre de este año, la principal economía de la Unión Europea (UE) había elevado su deuda en casi 440.000 millones de euros desde antes del shock del Covid. Francia, en cerca de 530.000 millones. Italia, en 345.000 millones.
2) Endeudamiento en mínimos de 2020
Y pese a haber recuperado ya la actividad económica previa a la pandemia, en Alemania la deuda frente al PIB se acercaba al 70%, desde el 58,9% de 2019. Y en Francia al 114,4%, desde el 97,4% de 2019. Mientras que en Italia esta ratio, una de las principales para medir la sostenibilidad de la deuda, se alzaba hasta el 152,6%, desde el 134,1% prepandemia.
En España, donde la recuperación completa no se prevé hasta 2023 o 2024 por el frenazo que ha supuesto la invasión rusa de Ucrania y la inflación desbocada en una economía que sufrió un mayor golpe en 2020 y cuya reconstrucción depende del turismo y de otros servicios que han tardado más en sacudirse las consecuencias del Covid, la deuda cayó en junio por debajo del 117% del PIB por primera vez desde septiembre de 2020.
El endeudamiento se situó exactamente en el 116,8% por el aumento de la actividad económica y la inflación. Y el Gobierno confía en que “la tendencia de los últimos trimestres es compatible con la previsión de una ratio de deuda pública del 115,2% del PIB realizada en el Programa de Estabilidad el pasado mes de abril”.
3) Deuda barata
“La reducción de la ratio de deuda pública ha continuado gracias a la aceleración del crecimiento económico, teniendo en cuenta además lo avanzado que está ya el programa de financiación del Tesoro del Reino de España del ejercicio 2022 [con un objetivo de emisión neta de deuda de 75.000 millones]”, asegura el Ministerio de Asuntos Económicos.
“Hasta la fecha, se ha ejecutado el 69,2% del total del programa emisiones para este año”, añaden desde la institución de la que está al frente la vicepresidenta primera Nadia Calviño. El Tesoro ha pisado el acelerador en la primera parte del año en la emisión de deuda con la que se financia el gasto público que excede de los ingresos (el déficit). Y lo ha hecho para aprovechar unas condiciones de financiación extraordinarias que se han agotado tras la subida de los tipos de interés oficiales del BCE en julio para dejar de alimentar la inflación.
En este proceso, nuestro país emite desde junio —teniendo en cuenta todos los plazos— a un coste superior al tipo de interés medio de toda la deuda en circulación, que en los últimos años ha caído a mínimos históricos, según las estadísticas del Tesoro.
4) Factura anual de intereses lejos del 3,5% de 2013
Pese a este encarecimiento del coste de financiación en las últimas semanas y aunque, por ello, irremediablemente el tipo de interés medio va a elevarse, las condiciones siguen siendo muy buenas.
Entonces, la factura de intereses a la que hace frente el Estado cada año se incrementará, pero las expectativas apuntan a que esta factura apenas se despegará del 2% respecto al PIB, y que se quedará lejos del 3,5% de 2013, tras la crisis del euro (ver gráfico).
5) Apoyo del BCE
El BCE intensificó la política monetaria expansiva con el shock de la pandemia de Covid, pero la institución se ha visto obligada desde finales de 2021 a ir retirando este estímulo extraordinario, que consistió en bajar los tipos de interés oficiales a mínimos históricos y en crear miles de millones de euros para comprar deuda de los estados y empresas para garantizar la demanda en el mercado, según ciertas condiciones.
Así, ahora afronta el difícil reto de endurecer las condiciones de financiación de forma generalizada para dejar de alimentar la inflación desbocada sin perjudicar especialmente a los países con más desequilibrios fiscales. Entre ellos, siguen la propia España, y Portugal, Grecia e Italia. Para ello, el BCE está desplegando nuevos mecanismos (aquí se explican), de momento sin condicionalidad. Es decir, el apoyo monetario continúa.
De llegar la condicionalidad para mantener este respaldo, se fijaría según los objetivos de déficit, claves también para la evolución del endeudamiento. Recientemente, la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, volvió a reafirmar la senda de déficit del Gobierno. Según su objetivo, el desfase entre gastos e ingresos será del 5% en 2022 y se reducirá al 3,9% en 2023.