La economía española y europea han encadenado años de crecimiento, de aumento del consumo y de las inversiones. Pero esta evolución ha estado facilitada por una política económica y monetaria del Banco Central Europeo que, desde este jueves, tiene fecha de caducidad: diciembre de este año.
Mario Draghi, presidente del BCE, anunció que a partir de septiembre limitará a 15.000 millones de euros mensuales -la mitad que hasta la fecha- la política de compra de deuda y, tres meses más tarde, se terminará. Con ello, concluirá un programa que arrancó en 2015 conocido como QE y que consistía en la inversión por parte del organismo en deuda pública como una forma de inyección de dinero en el mercado y que ha sumado en apenas tres años unos 2,5 billones de euros.
Este hecho, que provocaba una caída en los tipos de interés y el coste de la financiación de los Estados, ha sido un estímulo que ha funcionado como “viento de cola” para el crecimiento, como explica Julio Rodríguez, miembro de Economistas Frente a la Crisis. Esta política por parte del BCE recortaba, por tanto, el coste para economías como la española, que tenía que pagar menos por cada emisión de deuda.
Así, el primer efecto del final de la QE se prevé que sea la subida de tipos de interés. Así lo subraya el economista José Carlos Díez, quien asegura que “los costes de emisión de deuda” serán más altos para los países europeos. “La partida de pago de intereses aumenta”, remarca.
De este modo, como destaca Rodríguez, uno de los efectos inmediatos para España y para su reciente Gobierno será que en sus presupuestos tendrá que ver cómo aumenta la partida destinada a los intereses de la deuda. Al desaparecer el incentivo de la compra de deuda por parte del BCE abaratando los costes para los emisores, España, y el resto de países, se expondrán a una financiación que volverá a precios de mercado. “Lo normal es que se aproxime a los niveles previos a la QE”, remarca Díez, quien señala que en estos casi tres años, el BCE ha comprado 250.000 millones de euros de deuda española. “Habrá que ver a qué precio estarán dispuestos a prestar los inversores privados a España”.
El economista, aunque considera que tendrá un impacto limitado, entiende que el fin de la QE y su consiguiente subida de tipos de interés van a provocar que el euro se aprecie frente a otras monedas, lo que a su vez supondrá una erosión en las exportaciones de la economía europea. A ello se sumará, según Díez, que pueda frenar “un poco” el crecimiento de las inversiones y el consumo.
La QE nació como una herramienta de política monetaria conocida como “no convencional”, que ha sido utilizada por otros países como EE UU, Reino Unido o Japón. El BCE decidió aplicarlas para impulsar el efecto de la bajada de tipos de interés, que siguen en mínimos, hasta que la economía europea pudiera crecer sin estos estímulos y hasta que la inflación volviera a los niveles que el organismo considera normales, en torno al 2%. Se inició en 2015, con un programa de compras de 60.000 millones mensuales y con una duración inicial de año y medio, que finalmente se ha prolongado hasta los tres años.
Una política difícil de retirar
Rodríguez apunta que ésta era una política “acomodaticia” para los gobiernos europeos, lo que les ha provocado una “dependencia” de las compras de deuda por parte del BCE. “Es una herramienta que es muy fácil de implementar, como siempre que se da liquidez, pero que será más difícil de retirar”, subraya el economista.
David Ardura, responsable de gestión de Gesconsult, destaca sin embargo que Draghi dejó el jueves “puertas abiertas” que hacen pensar que el final de la QE podría no ser tan estricto en diciembre, ya que, como ha señalado el BCE, dependerá de la evolución de la economía y la inflación. Para el analista, la decisión del organismo supone una “normalización” que estaba ya “descontada por el mercado, que esperaba incluso una decisión más agresiva”.
La situación en Italia, la subida de los precios del petróleo o las políticas comerciales y arancelarias de EE UU podrían acabar suponiendo algún cambio en esta intención. Aunque el presidente del BCE limitó la importancia de estos factores, el organismo redujo la previsión de crecimiento de la economía europea para este año. La reunión del BCE se celebró en Riga (Letonia) y fue la primera a la que acudieron Luis de Guindos, como vicepresidente, y Pablo Hernández de Cos, como gobernador del Banco de España.
Los expertos limitan el impacto inicial para el bolsillo de los ciudadanos de este final de la política de compra de deuda pública del BCE. Esto llegará previsiblemente en el verano de 2019, fecha que el organismo ha situado para volver a subir los tipos de interés como el Euribor, que se utiliza para el cálculo de las hipotecas y que en la actualidad está en negativo.
Pero hasta llegar a ese punto, la economía europea deberá demostrar que puede crecer sin estos estímulos extraordinarios en los que se ha apoyado durante los últimos años y que se cumplan los criterios que ha marcado el BCE para entender que la economía va bien. Si no, el organismo ya destacó que la fecha de la subida de tipos de interés dependerá de si alcanza los objetivos.