La crisis ha agrandado una brecha que ya llevaba años fraguándose: la que separa a ricos y pobres. Tales son las cotas de desigualdad que se están alcanzando que muchas organizaciones están centrando su estrategia en tratar de reducir esa brecha que tiene ya magnitud de abismo. Precisamente, Oxfam Intermón acaba de lanzar el informe “Desigualdad extrema” para apoyar una campaña con la que pretende atajar el aumento de la inequidad en el mundo. Aquí, las cinco claves del documento:
1. Es un problema mundial. Siete de cada diez personas viven en un país donde la desigualdad entre pobres y ricos es mayor ahora que hace treinta años. El informe alerta sobre cómo la minoría rica está aumentando su participación en la renta nacional de los países de forma incesante. En Sudáfrica, por ejemplo, la desigualdad económica es ahora mayor que cuando acabó el Apartheid. “En todo el mundo, conviven unos niveles de riqueza absurdos con la pobreza más desesperada”, dice el informe.
2. Esa desigualdad global tiene también su concreción en términos individuales, como muestran dos datos. El primero: según cálculos de Oxfam, la fortuna de las 85 personas más ricas del mundo equivale actualmente a la riqueza de la mitad más pobre de la humanidad (unos 3.500 millones de personas). El segundo dato es que la fortuna de los 85 más ricos no hace más que crecer. Entre marzo de 2013 y marzo de 2015, su patrimonio aumentó en un 14%, un porcentaje que equivale a 244.000 millones de dólares. Además, un tercio de las personas más ricas del planeta no obtuvo su fortuna trabajando, sino que la heredó.
3. Agrava otra brecha: la que existe entre hombres y mujeres. Son los hombres los que tienen más presencia en los niveles altos de ingresos y ostentan más puestos de representación. Por ejemplo, solo tres de las treinta personas más ricas del mundo son mujeres. Entre los directores ejecutivos de las 500 empresas que figuran en la lista Fortune de compañías más poderosas, solo 23 son mujeres. El informe menciona también la brecha salarial, que oscila entre el 10% y el 30%, y la mayor presencia de mujeres en trabajos precarios. “En muchos países, en la práctica las mujeres subvencionan la economía, llevando a cabo una media diaria de entre dos y cinco horas más de trabajo no remunerado que los hombres”, destaca Oxfam. La desigualdad económica sumada a la de género priva, además, de oportunidades vitales -como ir a la escuela- a muchas mujeres que viven en zonas pobres.
4. Es mala para la crecimiento y una amenaza para la sociedad. Por un lado, la desigualdad repercute, no solo en la igualdad de oportunidades de la población, sino en las posibilidades de crecimiento de un país. “En los países donde la desigualdad económica es extrema, el crecimiento no es tan duradero y el crecimiento futuro se ve debilitado”, dice Oxfam, que menciona estudios recientes del FMI que señalan la desigualdad como factor desencadenante de la crisis. Además, es la desigualdad la que explica que países que registran igual crecimiento consiguen resultados desiguales a la hora de reducir la pobreza y estrechar las brechas sociales. Oxfam pone el ejemplo de Zambia: su PIB per cápita creció un 3% anual entre 2004 y 2013, sin embargo, la población que vive por debajo del umbral de la pobreza aumentó nueve puntos hasta 2010.
Por otro lado, supone una amenaza para la sociedad: las grandes desigualdades de renta están vinculadas a un aumento de los delitos violentos, las enfermedades mentales o los conflictos, por ejemplo. América Latina es, al mismo tiempo, la región más desigual y más peligrosa del mundo.
5. Oxfam apunta algunas soluciones, que pueden resumirse en tres grandes reivindicaciones: trabajo digno y derechos laborales, una reforma fiscal que incluya un impuesto sobre el patrimonio de los más ricos, y garantizar servicios públicos como la educación o la sanidad. El informe asegura que los datos recogidos en cuarenta países demuestran la capacidad del gasto públicos y de los sistemas fiscales redistributivos para reducir la desigualdad de ingresos. En cuanto al trabajo, Oxfam señala la importancia de los salarios mínimos y la negociación colectiva para mejorar las condiciones de trabajo.