La Comisión Europea apuesta por etiquetar como verdes inversiones en energía nuclear y gas. Son algunas, de forma transitoria, con algunas condiciones y no se trata de que Bruselas pida construir más centrales nucleares tampoco. Pero no deja de ser una decisión polémica ejecutada a través de un acto delegado –en lugar de proceso legislativo–, que ya circuló en Nochevieja y que a lo largo de enero ha sido estudiada por los Gobiernos y la sociedad civil sin ganar un solo adepto. Al revés, el papel de la energía nuclear y el gas natural es una cuestión que genera gran división entre los 27, con Francia, por ejemplo, comandando el grupo a favor de la nuclear, y Alemania, por contra, entre los mayores partidarios de avalar el gas natural. Pero Bruselas entiende que su inclusión puede ayudar a “trasladar inversiones desde el carbón y ayudar a la transición energética, tenemos que abordar la transición verde y usar las herramientas que nos ayuden. Estas dos energías pueden servirnos de puente hacia energías renovables. Es una aproximación pragmática”.
De esta manera, la Comisión Europea se alinea con una posición políticamente aceptable para la mayoría de los Estados miembros en lugar de empujarlos hacia algo más acorde con la crisis climática. “Se trata de huir del carbón”, ha dicho la comisaria de Servicios Financieros, Mairead McGuinness: “Las renovables ya están incluidas en la taxonomía, hoy establecemos en qué medida el gas y la nuclear pueden contribuir, con límites, a la transición, con límites de emisiones, queremos incentivar el cambio”. No obstante, el colegio de comisarios no aprobó la medida por unanimidad. “No damos datos sobre el resultado de las votaciones, pero ha habido mucho apoyo en el colegio”, ha reconocido McGuinness, evidenciando que ha habido comisarios que se han opuesto.
“Esto se hará durante un tiempo, como actividades transitorias. El gas y la nuclear ni son neutrales ni son verdes per sé, pero permiten la transición”, dicen en el Ejecutivo comunitario: “La taxonomía no es un instrumento de política energética, son los Estados miembros los que deben elegir su mix energético”. La taxonomía, en efecto, es una especie de etiquetado, una serie de criterios que indican a los inversores qué inversión es verde y cuál no.
La idea es de orientar la inversión privada, y que se consideren verdes las inversiones en gas si viene de energías renovables o tiene bajas emisiones, hasta 2035. En el caso de la nuclear –que más que emitir gases contaminantes, lo que hace, si no hay un accidente, es generar residuos radiactivos durante 300 años– , la fecha tope es el año 2040 para las plantas actuales y 2045 para los reactores de tercera generación. Los reactores modulares pequeños, por contra, no tienen ninguna restricción temporal. Y se exigen mayores garantías para la eliminación de los residuos.
Y luego están los países que defienden que ni la nuclear ni el gas pueden tener etiqueta verde. Por ejemplo, España, Dinamarca, Luxemburgo y Austria difundieron una carta hace unos días en la que rechazaron que estas dos fuentes energéticas estén al mismo nivel que las energías renovables en la clasificación de Bruselas.
Y este mismo martes Austria, Dinamarca, Suecia y los Países Bajos han instado a la Unión Europea a no etiquetar los proyectos de energía a base de gas como inversiones verdes.
El acto delegado tiene como fin ayudar a canalizar miles de millones de euros de inversión del sector privado en energía nuclear y gas en lugar de energías renovables –pero también en lugar del carbón–. Y puede ser tumbado en la Eurocámara (si 353 eurodiputados votan en contra, y en principio socialdemócratas, verdes y La Izquierda ya han mostrado su oposición) y si lo rechazan al menos 20 países que representen como mínimo al 65% de la población de la UE. “Tendrán cuatro meses, y quizá dos más, para estudiar nuestro acto delegado”, ha dicho McGuinness.
El debate de fondo es cómo los combustibles deben contribuir al cambio de Europa hacia la energía limpia. De ahí que la UE esté intentando definir una “taxonomía de finanzas sostenibles” de la UE, una directrices con el objetivo de establecer un estándar para guiar la inversión privada hacia actividades que cumplan con los objetivos de abordar el cambio climático.
“La falta de evidencia científica para incluir el gas en la taxonomía debería llevar a una reconsideración de la propuesta por parte de la Comisión Europea”, han dicho los cuatro países en una carta, en la que dicen que las inversiones en gas no deben etiquetarse como verdes a menos que emitan menos de 100 gramos de dióxido de carbono por kilovatio hora. Eso se alinea con las recomendaciones hechas la semana pasada por los expertos que asesoran a la UE sobre las reglas, pero es mucho más bajo que el límite de 270 gramos que aparece en el borrador del plan de la Comisión.
Algunos Estados, entre ellos Polonia y la República Checa, ven el gas y la energía nuclear como cruciales para alejar a los países del combustible fósil más sucio, el carbón. Y citan problemas sobre la eliminación segura de los desechos nucleares y dicen que no sería creíble etiquetar el gas, un combustible fósil, como verde.
El gas produce aproximadamente la mitad de las emisiones de CO2 que el carbón cuando se quema en centrales eléctricas, pero la infraestructura de gas también está asociada con las emisiones de metano, un potente gas de efecto invernadero.
El Ejecutivo comunitario circuló el pasado 31 de diciembre un borrador de la taxonomía, que clasifica determinadas inversiones como sostenibles de cara a la transición climática del bloque y reservó un papel de transición para la nuclear y el gas.
En este contexto, el informe elaborado por la Plataforma de Finanzas Sostenibles, que asesora a Bruselas sobre este asunto, desaconseja adoptar el planteamiento de las autoridades comunitarias en relación con la nuclear y el gas. Dudan de que los criterios que recoge puedan “funcionar en la práctica” y están “profundamente preocupados” por su impacto sobre el medio ambiente.
Luxemburgo, por su parte, ha vuelto a amenazar con emprender acciones legales. En una entrevista con Politico, el ministro de Energía luxemburgués, Claude Turmes, señala que el gas y la energía nuclear no estaban incluidos en la legislación de taxonomía original y acusó a la Comisión de usar “legislación secundaria [acto delegado] para introducir algo esto la puerta de atrás”.
Turmes también criticó a la Comisión por “elegir un proceso de toma de decisiones que básicamente crea una mayoría para algo que no tiene mayoría. No es normal que temas esenciales se aborden a través de decisiones políticas en las que se necesita 20 de 27 para rechazar algo. Nunca he visto esto. Esto no tiene precedentes”.
¿Qué entra y qué no entra?
En la propuesta de la Comisión Europea, las inversiones en gas reciben una etiqueta verde si el permiso de construcción de una planta de gas se emite antes de finales de 2030 y si se convierte en una forma limpia de gas, como el hidrógeno, para 2035. Además, hay margen para que las centrales eléctricas contaminantes pueden utilizar para obtener una etiqueta verde.
En la propuesta de la Comisión, tanto la construcción de nuevas centrales nucleares como la explotación de centrales existentes se califican como sostenibles. Para la energía nuclear, la condición para obtener una etiqueta verde es la disponibilidad de fondos para el almacenamiento de residuos nucleares y el desmantelamiento de la central nuclear. La Comisión Europea exige una solución definitiva para el almacenamiento permanente de residuos nucleares altamente radiactivos para 2050.
¿Qué actividades relacionadas con el gas están incluidas? “La generación de electricidad a partir de combustibles gasísticos fósiles; la cogeneración de alta eficiencia de calor/frío y la energía a partir de combustibles fósiles gasísticos; la producción de calor/frío a partir de combustibles fósiles gasísticos en un sistema eficiente de calefacción y refrigeración”, dice la Comisión.
“Cada actividad relacionada con el gas debe cumplir con umbrales de emisión específicos, debe reemplazar una instalación de carbón existente que no puede ser reemplazada por energías renovables, debe lograr ciertos objetivos en términos de reducción de emisiones y cambiar completamente a gases renovables o bajos en carbono antes de 2035”, sostiene Bruselas.
Cada actividad relacionada con el gas debe cumplir cualquiera de los siguientes umbrales de emisión, sostiene Bruselas: “Que el ciclo de vida de las emisiones esté por debajo de 100 gCO2e/kWh. O hasta 2030 (fecha de aprobación del permiso de construcción), y cuando las energías renovables no estén disponibles a escala suficiente; las emisiones directas estén por debajo de 270gCO2e/kWh; o, para la actividad de generación de electricidad, sus emisiones directas anuales de gases de efecto invernadero no excedan un promedio de 550kgCO2e/ kW de la capacidad de la instalación durante 20 años. En este caso, la actividad debe cumplir un conjunto de condiciones acumulativas, como reemplazar una instalación que utiliza combustibles fósiles sólidos o líquidos; que la actividad asegure un cambio completo a gases renovables o bajos en carbono antes de 2035; y que se lleve a cabo una verificación independiente periódica del cumplimiento de los criterios”.
¿Y qué actividades relacionadas con la nuclear están incluidas? “Tecnologías avanzadas con ciclo de combustible cerrado (Generación IV) para incentivar la investigación y la innovación de tecnologías futuras en términos de estándares de seguridad y minimización de residuos (sin cláusula de extinción); los nuevos proyectos de centrales nucleares para la generación de energía, que utilizarán las mejores tecnologías existentes disponibles (Generación III+), serán reconocidos hasta 2045 (fecha de aprobación del permiso de construcción); las modificaciones y mejoras de las instalaciones nucleares existentes a los efectos de la extensión de la vida útil se reconocerán hasta 2040 (fecha de aprobación por la autoridad competente)”.