La congelación del gasoducto Nord Stream 2 ante la invasión rusa: “Alemania no se está privando de nada”

Aldo Mas

Berlín —

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Durante semanas, el canciller alemán, Olaf Scholz, había sido noticia por su reticencia a pronunciar públicamente las palabras “Nord Stream 2”. El nombre del segundo gasoducto que une directamente a través del mar Báltico a Alemania con Rusia casi parecía un tabú para el Ejecutivo alemán.

Ya no es así. Scholz confirmaba este martes la suspensión indefinida de la certificación de la polémica infraestructura, en vísperas de la invasión de Ucrania y tras reconocer Vladimir Putin las prorrusas Repúblicas Populares de Donetsk y de Lugansk.

Hay quien apunta que tumbar el Nord Stream 2, aperitivo de las sanciones sobre Moscú acordadas de urgencia por los jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea tras la ofensiva bélica de Putin, no implica perder nada para Alemania. “Con la decisión del Nord Stream 2, Alemania no se está privando de nada”, asegura a elDiario.es. Aleks Szczerbiak, profesor de la Universidad de Sussex (Reino Unido) y politólogo experto en el este europeo.

La decisión es “un símbolo fuerte frente a nuestros socios europeos, y está bien que el proyecto haya quedado congelado”, indicó en un encuentro con la Asociación de la Prensa Extranjera de Berlín (VAP) Jürgen Hardt, portavoz de la Unión Cristiano Demócrata (CDU) y la Unión Social Cristiana (CSU) de Baviera en la Comisión de Asuntos Exteriores del Bundestag.

A través de ese gasoducto, que estaba ya construido y aún no había entrado en funcionamiento, podía doblarse la capacidad de tránsito hacia Alemania de gas ruso por el mar Báltico que tiene el primer Nord Stream –ya activo–, con una capacidad similar, de unos 55.000 millones de metros cúbicos al año.

Para doblar esa cantidad se habían gastado en el Nord Stream 2, de 1.230 kilómetros de longitud, nada menos que 9.500 millones de euros. Como inversores de la iniciativa figuran empresas como la francesa Engie, la austriaca OMV, la británica Royal Dutch Shell y las alemanas Uniper y Wintershall. Pero no es el dinero de la empresas alemanas que ahora parecen haber invertido para nada en ese gasoducto lo que preocupa a las autoridades en Berlín.

Estas, y toda Europa, están ahora amenazadas energéticamente por Moscú, principal suministrador de gas a la UE. Desde la capital rusa, el que fuera primer ministro de Rusia entre 2012 y 2020, Dimitry Medvedev, reaccionaba así a la decisión: “Scholz ha emitido una orden de parar el proceso de certificación del gasoducto Nord Stream 2. Bien. Bienvenidos al mundo de valientes en el que los europeos muy pronto van a pagar 2.000 euros por 1.000 metros cúbicos de gas natural”.

La gran mayoría del gas que importa Alemania es de origen ruso. En 2020, el 55% del gas importado por Alemania venía de Rusia, el 30% de Noruega y un 13% de Países Bajos. Esos son los principales vendedores de gas a los que compra la mayor economía de la UE y la cuarta del planeta. El país utiliza esa fuente de energía, mayormente, para calentar hogares, para posibilitar la abundante actividad industrial del país y para cubrir una parte de su suministro de electricidad, aunque su papel se va a reforzar para cumplir el plan de prescindir de la energía nuclear este mismo año.

Antes de que Medvedev formulara esa amenaza, el Ministerio de Economía alemán, que pilota el ecologista Robert Habeck, también vicecanciller alemán, ya estaba trabajando en analizar “la seguridad del suministro de energía” del país, aseguró Scholz. Habeck es de los que condena el Nord Stream 2. Lo considera, según decía a principios de esta semana, “un riesgo”. El político ecologista ha lamentado que su país ha considerado al gasoducto por demasiado tiempo sólo desde la perspectiva económica. Así fue durante los años de Angela Merkel e, incluso, en las primeras semanas de Scholz.

Ahora, sin embargo, Alemania parece haberse dado cuenta de que la política energética “siempre hay que considerarla desde un punto de vista de la seguridad y la geopolítica”, según decía Habeck en una reciente entrevista con la radio-televisión pública ARD. De ahí que hayan surgido de su ministerio ideas destinadas a favorecer la soberanía del país como, por ejemplo, la creación de una reserva de carbón. Ya existe una reserva así para el petróleo que permite al país abastecerse independientemente de ese hidrocarburo durante 90 días.

Actualmente, las reservas de gas en el país se encuentran en un 30%. En mínimos de los últimos años, aunque se considera, por ahora, un nivel suficiente habida cuenta de que el invierno germano, ya en sus últimos días, no está siendo particularmente frío. Encontrar vías de diversificación energética ante la dependencia del gas ruso se antoja más complicado que calentar los hogares y alimentar la industria alemana durante el último mes del invierno.

Una tarea que Alemania ha descuidado durante años y que tienen que plantearse Scholz, Habeck y compañía en el Gobierno alemán. “Tendríamos que haber considerado las alternativas a la adquisición de fuentes de energía”, reconoce Hardt, de la CDU/CSU, aludiendo no sólo a su país, sino también a la UE. Cerca de un 25% del gas que consume la UE viene de Rusia. La diversificación, tal y como la describe en Berlín, es un proceso a largo plazo.

Y no es la única gran tarea económica del Gobierno alemán tras la invasión rusa de Ucrania. Scholz es uno de los mandatarios europeos que se ha opuesto a que Rusia quede fuera del sistema SWIFT, organización responsable de la red internacional de comunicación y pagos entre bancos y entidades financieras. Esa medida ha sido descrita en Berlín como la “bomba atómica para los mercados financieros, bienes y servicios”. Según el canciller alemán, sobre disponible la mesa si hay que aplicar más sanciones a Moscú, pero para otro momento.

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