“Tenemos que funcionar en un mercado transparente, con las mismas normas, pero no estamos en las mismas condiciones ni hemos partido del mismo sitio”. Así resume Alfonso García, presidente de Unión Renovables, la mayor federación de cooperativas de energía en España, porque la suya es una lucha de David contra Goliat en un mercado, el eléctrico, tradicionalmente dominado por tres, a lo sumo cinco empresas.
“Desde el punto de vista de tamaño y poder, el desequilibrio es obvio. Pero nuestro día a día no es una lucha directa por derrotar a nadie”, apunta Erika Martínez, la presidenta de la cooperativa vasca Goiener, que aboga por “dar herramientas para que la ciudadanía pueda tomar decisiones conscientes. Creemos que esto es lo que realmente provocará el cambio de modelo por el que trabajamos. Lo que solicitamos es que las reglas del juego sean las mismas para todos”, dice Martínez.
El cooperativismo energético tiene una tradición de décadas. A escala europea, en la red REScoop hay inscritas 2.250 entidades de este tipo relacionadas con la energía o la movilidad que dan servicio a 1,5 millones de personas. En la Generalitat Valenciana, donde está la sede de Unión Renovables, que aglutina a 24 cooperativas energéticas con 124.000 personas socias, hay varias centenarias como Enercoop (no adscrita a esa entidad), fundada en Crevillent (Alicante) en 1925 y que incluso tiene una pequeña pata de generación en Portugal; y otras como Eléctrica de Alginet, Eléctrica de Meliana y la Cooperativa Eléctrica de Castellar. En Madrid está la Eléctrica del Pozo, creada en Vallecas en plena dictadura franquista (1957).
A esas entidades de larga trayectoria, muy vinculadas al territorio y previas a la liberalización del sector de 1998, se han sumado en los últimos años otras de espectro más amplio, también sin ánimo de lucro, centradas en comercializar electricidad renovable e impulsar el cambio de modelo energético democratizando su uso. En ellas los socios hacen una aportación obligatoria al capital social de 100 euros, que se les devuelve si se dan de baja, y pueden realizar aportaciones voluntarias para proyectos de generación renovable.
El caso más notable es Som Energia. Empezó a vender luz en 2011 y “ahora mismo somos la cooperativa energética sin ánimo de lucro más grande en número de personas socias de toda Europa: 84.500”, resume su coordinador general Víctor Carreño. Con sede en Girona, su plantilla suma ya 135 personas. Sus socios, el 70% en Catalunya, han aportado en la última década más de 18 millones para proyectos renovables, la mayoría, plantas fotovoltaicas sobre suelo, y algunas muy puntuales de eólica e hidráulica. Ahora tienen en estudio más de 40 y su dimensión es un tema de debate. Han abierto un proceso participativo en colaboración con la asociación Antígona para ver qué se considera un proyecto “normal”, en un momento en el que resuena la polémica por el impacto de las macroplantas, que nunca han promovido.
Los proyectos de Som generaron el año pasado 30 MWh, que solo cubrieron el 8,3% del consumo de sus socios. Bastante más (unos 38 MWh) generaron las placas de autoconsumo de los miembros de la cooperativa. El autoconsumo individual y colectivo “ha tenido un crecimiento exponencial desde 2019”, explica Carreño. Ahora supone cerca del 11% de sus contratos activos, unos 13.000. Hace poco lanzaron su batería virtual, Flux Solar, y organizan compras colectivas de paneles para sus socias.
La segunda cooperativa a nivel estatal es Goiener. Centrada en Euskadi y Navarra, tiene casi 18.000 socios (alcanzó los 10.000 en 2019) y su cooperativa de generación lleva invertidos más de 1,5 millones. Tienen en propiedad una minihidráulica en Fagollaga y un 10% de la sociedad del Ayuntamiento de Oñati (Guipúzcoa), que gestiona saltos hidroeléctricos del municipio.
La presidenta de Goiener reconoce que para superar la crisis de precios de 2021-2022 “el apoyo de las socias fue clave. Solicitamos aportaciones voluntarias al capital social de la cooperativa, lo que nos permitió obtener liquidez de inmediato para seguir operando en el sistema y lo que es más importante, acceder a financiación externa”.
En Som ocurrió algo parecido. Como explica su coordinador general, “nos encontramos que para seguir operando tenemos que presentar unas garantías al operador que pasaron en dos semanas de un millón a 15. Un salto que para la cooperativa supuso un reto y también una fortaleza. En aquel momento pedimos aportaciones voluntarias a las socias y en menos de un mes teníamos 12 millones de nuestra base societaria”.
Ese contexto extraordinario también les obligó a recurrir a dos bancos de la economía social, Coop57 y Fiare. En 2022, con el mercado mayorista eléctrico disparado, sufrieron la primera caída de contratos de su historia, algo en lo que fue determinante la baja forzosa de unas 8.000 personas que no eran socias o carecían de vinculación con alguien de la cooperativa. El ejercicio se cerró con un resultado extraordinario, un beneficio de 7,3 millones, porque el precio de la energía fue finalmente inferior a las coberturas que se habían contratado.
Hoy la situación de Som Energia es “totalmente diferente” y la tesorería está saneada, explica Carreño. En el último año han aprobado seis cambios de tarifas. Con los dos previstos para 2024 (el próximo en abril), esperan volver a ser tan competitivos como lo eran en 2020.
En Goiener “es precisamente ahora cuando nos estamos recuperando”, pero “hablar de competitividad en este sector es complicado”, dice su presidenta. “Tenemos claro que nuestra estrategia no es competir por precios sino que sean justos dentro de nuestras posibilidades y atendiendo a los objetivos marcados por la Asamblea General. Además, vemos en el mercado ofertas que solo se pueden ofrecer desde una clara posición de ventaja o privilegio”, dice Martínez.
Alfonso García, también miembro del consejo rector de Goiener y presidente de Unión Renovables, ve en las comunidades energéticas, asociaciones basadas en el autoconsumo energético local, una oportunidad para empoderar a los ciudadanos en el uso de la energía. Muchos nuevos miembros de esa unión de cooperativas son comunidades como Sapiens, en Valencia; EnHerKom, en Euskadi; o las que promueve EnergÉtica, en Valladolid.
En el caso de Goiener, han acompañado la creación de 23 comunidades de este tipo ya constituidas y otras seis que están en ello. Y Som ha impulsado junto a otras cooperativas y empresas Som Comunitats, para pulsar el interés por lanzarlas en Catalunya. Pronto esperan poder conformarla como cooperativa de segundo grado.
En Madrid, sin la tradición cooperativista de Catalunya y Euskadi, opera desde 2015 La Corriente, que gestiona el proyecto europeo Accting de comunidades energéticas y pobreza energética y comercializa electricidad de forma autónoma desde 2018. Con 1.000 socios y casi 1.100 contratos, esta cooperativa también desarrolla plantas de autoconsumo en la comunidad.
Llegar hasta aquí no ha sido fácil. “En 10 años hemos sufrido dificultades y problemas, el mercado energético tiene muchas barreras de entrada y requiere de un gran desembolso económico; para una gran empresa, 100.000 euros de pérdidas en un mes no supone un gran problema, pero para un proyecto como este, puede suponer la desaparición”, reconoce Diego Algaba, uno de sus socios.
El caso de Ecooo
También en Madrid está Ecooo, cooperativa de trabajo asociado de no lucro centrada en la acción colectiva en sus distintas vertientes. Cerca de cumplir 20 años desde que la fundó en febrero de 2005 el economista Mario Sánchez-Herrero, no tiene actividad de comercialización. Su actividad se distribuye en tres grandes patas: inversiones en energías renovables, instalación de plantas de autoconsumo, y fomento de la economía social y solidaria.
La pata de inversión pasa por animar a los ciudadanos a invertir (a partir de 100 euros) en fotovoltaicas construidas entre 2008 y 2013 y acogidas al antiguo régimen de primas de las renovables a cambio de una rentabilidad de entre el 1,5% y el 4% en función del plazo de la inversión. Hasta ahora han socializado 236 pequeñas plantas sobre cubierta o suelo con algo más de 10 megavatios. En estos años, 4.201 personas han aportado casi 37 millones y han recibido beneficios de 13,55 millones.
Autoconsumo colectivo
Actualmente tienen tres plantas abiertas a la inversión, una de ellas en Alcarrás (Lleida), donde se rodó la película de Carla Simón. “No tenemos macroplantas y ese es el modelo que estamos fomentando”, explica en su sede en el barrio de Lavapiés Luis Esteban Rubio, responsable de Gestión de Proyectos de Economía Social y Solidaria, Coordinador de la Escuela de Activismo Económico e integrante de Ecooo.
En la pata de autoconsumo, han montado más de 1.000 plantas. Se enorgullecen de haber puesto en marcha en 2017, con el sector completamente paralizado por el impuesto al sol del PP, 100 instalaciones con su campaña Oleada Solar, en un momento en el que solo había 150 en toda España. “Decíamos que la gente se iba a instalar placas como neveras y nos llamaban locos” y ahora “se ha producido una revolución”, dice Esteban.
Ahora están volcados en autoconsumo colectivo. Lanzaron los primeros en Euskadi y en Madrid, en el edificio que alberga su sede. Y están construyendo el que ha sido calificado como el mayor de toda la UE, La Pablo Renovable, en Rivas Vaciamadrid. Más de 500 familias les eligieron tras un proceso participativo para un proyecto con el que no han notado el parón de 2023 en la instalación de autoconsumo doméstico.
En un momento en el que al mundo cooperativista le está costando encontrar reemplazo generacional a quienes se lanzaron a esta aventura en los 80, Ecooo tiene una escuela de activismo económico que va por su quinta edición y forma durante doce semanas las capacidades cooperativistas de jóvenes profesionales de distintas áreas. Han lanzado una suerte de infojobs de la economía social y solidaria, Up me Up, para competir con los buscadores tradicionales de empleo, seleccionado por el PERTE de economía social del Ministerio de Trabajo y Economía Social.
Con 31 personas trabajando, la gran mayoría de la plantilla de Ecooo son socios trabajadores. La política es que, para garantizar el compromiso de los empleados, al cabo de un año se conviertan en socios. “La ambición”, resume Luis Esteban, es pasar de “un modelo hegemónico capitalista a otro con diversidad de formas de propiedad, de producción y de consumo” que sean “sostenibles, ecologistas, feministas y con justicia social”. Se trata de pensar en “cómo mañana se cambia un millón de personas de Iberdrola a Som Energía. El día que eso pase, cambiamos este país, y no tendremos que hacer una revolución”.