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Lo que el coronavirus se llevó: tres historias de empresas que han desaparecido por la pandemia

Taberna y restaurante Casa Patas, histórico tablao flamenco de Madrid que ha cerrado por el coronavirus

Mario Escribano

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Ni la reapertura en desescalada ni las ayudas públicas han podido hacer mucho. El cierre de negocios a raíz de la crisis del coronavirus empezó a cuentagotas, pero cada vez parece más difícil ponerle freno. Los concursos de acreedores -y solo son una parte, aunque importante- crecieron un 154% en el mes de junio, con 381 insolvencias en sociedades mercantiles más otras 97 de autónomos y no mercantiles, de acuerdo con los datos del Radar de Concursos de Acreedores y Creación de Empresas de Axesor.

En el primer semestre de 2020, comercio y hostelería acumularon el 30% del total de 1.803 insolvencias. Desde la agencia de 'rating' avisan que, aunque el número es menor al del pasado ejercicio, los cierres se han disparado en el último mes, por lo que “deja entrever la tendencia que, previsiblemente, se producirá de aquí a final de año tras la finalización de las medidas adoptadas por el Gobierno”.

El Instituto Nacional de Estadística (INE) también ha publicado sus datos aunque, como ellos mismos advierten, no están completos por la limitación de actividad de los juzgados en estos meses. No obstante, reflejan la misma tendencia. Según el organismo público, el comercio es el sector que más cierres concentra (22,4%), seguido de industria y energía (15,7%). Más de la mitad de estas empresas (55,2%) daban empleo a más de seis personas y un cuarto (27,7%) no tenía asalariados. Además, el 23,8% de las concursadas en el segundo trimestre tenía una antigüedad de al menos 20 años, mientras que el 21,1% tenía menos de cuatro.

Estas son algunas de las historias que hay detrás de los cierres de negocios provocados por la pandemia: un centro de ocio, una tienda de ropa y un histórico tablao flamenco.

“Todo nuestro esfuerzo se ha ido al carajo”

Soy Juan Pedro Franco y he sido propietario y gerente del centro de ocio científico Science World, en Alcalá de Henares (Madrid). El negocio empezó siendo de mi mujer, que entonces estaba en paro y por eso decidimos buscar algo que nos gustase y también tuviese un fin social, como es la divulgación de la ciencia. La ciencia siempre se ha visto como una materia muy dura para los chavales, pero para nosotros es algo muy bonito y, si se enseña de una forma atractiva, gusta un montón. Lo montamos con la ilusión de dar a conocer otra forma de aprender ciencia y tecnología.

Hace dos años mi mujer encontró trabajo y yo me quedé en el paro, así que me puse a llevar la empresa. Empezamos a funcionar de cara al público en marzo de 2015 y el primer área de negocio que abrimos fueron las animaciones científicas para cumpleaños: los niños venían a nuestro centro a hacer una actividad científica, un taller de una hora, y luego merendaban. Luego ampliamos a comuniones, bodas, ferias, exhibiciones y todo tipo de eventos. Más tarde añadimos las actividades extraescolares, que empezaron con la robótica, que estaba muy demandada, y más tarde con la ciencia, que nos costó un poco más darla a conocer, pero que poco a poco conseguimos llevar a varios colegios. Por último, ampliamos a actividades de 'team building' para empresas.

En este curso académico estábamos dando empleo a seis personas como profesores de actividades extraescolares, con contratos de octubre a junio, y también contratábamos profesores extra para eventos, entre tres y cinco personas más, pero de forma más discontinua. Llevábamos cuatro años metiendo dinero en el negocio, estábamos justo en el momento de decidir si seguíamos adelante porque habíamos invertido unos 90.000 euros y en el último trimestre de 2019 habíamos dejado de tener números rojos por primera vez.

Justo llegó la pandemia y el parón: todas nuestras actividades se terminaron el día 10 de marzo, cuando la Comunidad de Madrid decidió suspender las extraescolares, y también cualquier tipo de evento grupal. A partir de ahí no pudimos hacer nada. Nos vimos en un panorama en el que íbamos a estar entre seis y nueve meses sin ingresos y pagando un alquiler y gastos fijos, mientras que la caja para aguantar era pequeña porque solo habíamos tenido dos trimestres positivos en cinco años. Hablamos con el dueño del local para intentar renegociar y tampoco quiso, así que era una gran losa. Luego llegó Hacienda y nos dio la puntilla: el 11 de junio nos pasó todos los impuestos que teníamos aplazados desde febrero.

Nos habíamos quedado liquidados, así que decidimos echar el cierre el 31 de junio, que era cuando terminaban los contratos de los profesores -llevaban de ERTE desde el 10 de marzo- para pagar todo lo que pudiéramos y no dejar a deber nada a nadie. La única manera de haber podido salir adelante habría sido renegociar el alquiler y con Hacienda, pero teniendo la seguridad de que en septiembre el curso empezaba con normalidad. Hoy en día hay bastante duda de que eso vaya a pasar.

Todo el mundo nos ha dicho que contemos con ellos si decidimos volver, pero a corto plazo es complicado. Una vez haya vacuna y se haya normalizado un poco la situación de las actividades grupales, igual nos lo planteamos, porque es una actividad que nos gustaba y gustaba a la gente. De todos modos, he tenido una suerte increíble, porque en enero me puse a trabajar como consultor en una empresa que me ofreció un contrato. Como el negocio ya estaba consolidado y no necesitaba hacer de todo porque ya teníamos personal, decidí cogerlo.

Por un lado muy bien, porque encontramos trabajo, pero por otro todo nuestro esfuerzo se ha ido al carajo, más allá del dinero. Mi gran queja es que el Gobierno se ha llenado la boca diciendo que ayudaba a todo el mundo para que nadie se quedara atrás, pero a las pymes no las ha ayudado nada. Solo los ERTE, pero ha sido más para que los empleados pudiesen cobrar, y la pequeña ayuda de suspensión de actividad, pero que a nosotros se nos iba en luz y agua y no llegaba para el alquiler. Una de las lecciones de esta crisis es que hay que ayudar a las pymes porque son un 80% del tejido empresarial español.

Los autónomos no solo pagamos la cuota y el local. También comemos y vivimos”

Mi nombre es Beatriz Moraleda y soy la propietaria de la tienda Ángela Pina en Alcázar de San Juan (Ciudad Real). En 2013 cogí la tienda traspasada por mis suegros, que llevaban más 30 años con ella y siempre le había ido bien, con algún altibajo. Soy autónoma y trabajo sola en la tienda, donde ya había trabajado como asalariada cuando estaba mi suegra. Es un negocio que tenía cierta antigüedad, con público bastante fiel, así que funcionaba bien. La tienda trabaja siempre en una misma línea, ropa de mujer de mediana edad, que es un producto que hay poca gente que trabaje en este pueblo .

Antes de la pandemia ya estábamos en una situación crítica, de haber planteado muchas veces si cerrar por ciertas dificultades. Cuando el confinamiento se alargó más de un mes vimos claro que era imposible seguir. Estábamos recibiendo toda la mercancía y tuvimos que cerrar los tres meses de mayor venta para retomar la actividad en rebajas. Hemos tenido que empezar a servir un producto que aún no habíamos desembalado con un precio muy por debajo de su valor.

Además, los proveedores nos piden un dinero por unas prendas que no hemos podido vender a esos precios. Es cierto que no hemos podido cumplir con lo acordado, pero eran otras circunstancias y esto no ha sido tampoco nuestra culpa. Si las facturas y los proveedores mantienen sus precios, es imposible que podamos afrontar esto. Por otro lado, el público no entiende que no mantengas las rebajas en tiempo de rebajas y estaba ya cambiando de hábitos de compra, en gran parte por el comercio online. Esto ha sido la guinda del pastel.

De todos modos, aún no hemos cerrado el negocio porque estamos liquidando por cierre e intentando traspasar la tienda, así que sigo dada de alta, pero he hablado con los proveedores y les he dicho que cancelo mi campaña de invierno. No sé exactamente cuándo cerraremos, porque tenemos tanta ropa como nos hemos encontrado y es complicado irte así. Además, las ceremonias se han suspendido y tenemos mucha ropa para ese tipo de eventos, así que tampoco tenemos un género que se vaya a vender tanto. Empecé pensando que en julio podría hacerlo, al final va a ser todo agosto y quizá septiembre también tenemos que aguantar un poquito.

No tengo derecho ni a paro: durante estos años la gestoría no me comentó que había que pagar un plus para cotizar esa parte

Todas las ayudas que he solicitado me las han concedido, como las de autónomos, y me han sido de mucha ayuda, pero es eso, una ayuda. Los autónomos no pagamos la cuota y el local, también comemos, vivimos, tenemos familia y gastos como todo el mundo. Nos ha hecho respirar un poco, qué duda cabe, pero no compensa lo que hubiéramos podido facturar, ni mucho menos.

Ahora me quedo con una mano delante y otra detrás, con dos niños y mi marido, que por suerte sí trabaja. No tengo derecho ni a paro porque durante estos años la gestoría no me había comentado que había que pagar un plus para ir cotizando esa parte y no lo hice hasta enero de 2020, así que si me voy en septiembre solo voy a tener nueve meses cotizados con paro. Además, me metí en una deuda para la obra del local, que estaba en bruto cuando lo cogí, y con un contrato de 10 años de alquiler que se ha visto suspendido ahora por estas circunstancias. Pensaba que este era mi futuro y ya no va a ser así.

“En mayo nos dimos cuenta de que no había futuro

Me llamo Martín Guerrero y soy director de Casa Patas desde 2007. Es un negocio familiar que fundó mi padre, Enrique Guerrero, en el centro de Madrid en 1984 y llevábamos abiertos desde entonces. Nos gustaba llamar taberna a nuestro local, porque fue lo primero que montó él. Poco después ya se convirtió en restaurante, más formal, y en 1988 empezamos a programar actuaciones de flamenco en directo.

Había personas que venían a la barra a tomarse unas cañas, quien venía a cenar y quien combinaba el servicio de hostelería con el de espectáculo. También éramos un sitio de primera copa del ambiente flamenco de Madrid, un lugar de reunión para los amantes del género, donde acudían también muchos artistas para tomar algo después de los espectáculos.

Teníamos entre 25 y 30 personas en plantilla a lo largo del año, según la estacionalidad. Luego nosotros contratábamos semanalmente a siete artistas, así que cada semana del año hacíamos entre siete y nueve contratos para actuar en Casa Patas, dando de alta en la Seguridad Social. El flamenco ha sido un sector floreciente y muy estable durante muchísimos años, incluida la crisis de 2008, precisamente porque el público internacional nos permitió seguir funcionando, aunque también sufrimos.

Desde mediados de 2019 se venía percibiendo un retroceso en el crecimiento, pero la causa del cierre está directamente relacionada con la llegada del coronavirus, que imposibilita la movilidad internacional y nos ha quitado la mayor parte de nuestros clientes. A medida que la crisis se fue desarrollando, fuimos comprendiendo cuál era la repercusión: en mayo ya nos dimos cuenta de que no había futuro para Casa Patas.

Hasta que no llegue un remedio, esta situación de nueva anormalidad, como la llamo yo, va a durar. En nuestro caso es demasiado tiempo para resistir. El dinero que tenías cuando te pilló el cierre es con el que te quedas, no ha entrado ni un solo euro desde mediados de marzo y lo que había se va gastando hasta que te das cuenta de que no tienes para hacer frente a tus obligaciones de pago.

Nos quedamos en una situación bastante precaria, aparte de que es muy traumático el cierre de una empresa, sobre todo en estas condiciones. Nosotros optamos por el cierre ordenado, en vez de dejar la empresa en concurso de acreedores, que habría sido su muerte definitiva. Eso nos obligó a hacer frente a los pagos, entre ellos unos muy importantes como son las indemnizaciones del personal. Eso te obliga a endeudarte porque tienes que pagar algo que, en nuestro caso, no teníamos. La empresa cerrada, sin ingresos para nuestra familia y una deuda muy importante.

Es muy difícil evitar un cierre como este porque el volumen de dinero y ayudas que serían necesarios es muy grande. El número de empresas y de personas afectadas es tan grande, la situación del país es tan complicada, que creo que es muy difícil que un gobierno pueda ayudar a todos porque las ayudas tendrían que ser mucho más amplias durante más tiempo.

Si ha sido el coronavirus el que ha transformado las formas de moverse y consumir, tendrá que ser su desaparición o control lo que permita recuperar la situación anterior. Será entonces cuando se pueda volver a pensar en reabrir espacios como este, porque ahora mismo es imposible plantearlo. No hay salida porque el horizonte de recuperación no es próximo. Nuestro mercado ha desaparecido en su práctica totalidad.

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