La historia de las criptomonedas es un buen reflejo del capitalismo de Estado chino. En general, la impresión en Occidente es que China es una dictadura férrea, sobre todo desde que Xi Jinping llegó al poder en 2012, y que el partido lo controla (casi) todo. Pero eso no es así. En China hay muchas más libertades de las que se creen, y la actividad en criptomonedas es un buen ejemplo. De las primeras veces que tuve conversaciones serias sobre el potencial de Bitcoin fue en Shanghái, allá por el año 2011. Muchos de mis amigos “techies” estaban fascinados con esta nueva innovación y estaban intentando adquirir los recursos y el conocimiento para empezar a minar Bitcoins. Muchos de ellos además lo hacían no solo por lucro, sino porque abrazaban el espíritu de la criptomoneda: operar en un dinero que no esté controlado por un poder político.
Como ya he explicado en otras ocasiones, yo les insistía en que realmente Bitcoin, ni era, ni es dinero, pero inmediatamente me percaté que históricamente el (cuasi) dinero privado siempre surge cuando la legitimidad del poder político se ve cuestionada. Bitcoin surge en agosto de 2008, un mes antes del colapso de Lehman Brothers, justamente como reacción al descalabro del sistema financiero internacional, o más bien atlántico, y su popularidad ha ido creciendo a medida que nuestro sistema político y económico se ha venido cuestionando. Frente a la batería de restricciones que los Estados han impuesto a sus ciudadanos para luchar contra la pandemia, y el temor que existe que muchas de esas restricciones persistan en el tiempo, aunque el covid-19 sea mucho menos letal, la minería y la compra de Bitcoins es casi un acto de rebeldía, aparte de ofrecer la dosis de adrenalina propia de subirse a una ola especulativa.
La minería y la compra de Bitcoins es casi un acto de rebeldía, aparte de ofrecer la dosis de adrenalina propia de subirse a una ola especulativa
Aunque para muchos les resulte extraño, en China esa rebeldía siempre ha existido. La historia del “Reino del Medio” está marcada por una constante tensión entre los anhelos de libertad del individuo, con su familia y su círculo de amistades próximo, y la autoridad política, casi siempre personificada en la figura paterna del emperador, o en este caso, el presidente del Partido Comunista Chino (PCCh), Xi Jinping. Pero este padre, ciertamente estricto, no tiene a sus hijos encerrados en casa. Les deja salir y hasta hacer trastadas. Esto es lo que ha ocurrido con las criptomonedas en China. Por un tiempo el Partido ha hecho la vista gorda. Como se puede leer en el magnífico libro sobre el tecno-socialismo chino de Claudio F. González, cuando surge una innovación, el Partido suele dejar hacer. Otea desde arriba para entender el fenómeno y si le conviene deja que evolucione. Solo actúa cuando piensa que puede ser desestabilizante.
Justamente eso ocurrió en 2017. Después de años de dejar evolucionar la “banca en la sombra”, y después de las turbulencias cambiarias y bursátiles en 2015 y 2016, las autoridades chinas empezaron a imponer restricciones. Había que reducir los riesgos en el sistema financiero y eso implicaba, a su vez, reforzar los controles en los flujos de capitales que entraban y salían del país. Eso afectó a las criptomonedas, ya que se veían como un canal subterráneo por dónde podía salir cierto capital.
Pero el PCCh no aplica el martillo a lo bruto. Sabe que hay muchos chinos, de clase media, bien formados, que operan en este campo, y que tiene que dejarles cierto espacio de rebeldía. Las restricciones se anunciaron, pero su aplicación no fue severa. Tanto es así que todavía hoy se estima que cerca de dos tercios de la minería y, consecuentemente, de la capacidad de computación y, por lo tanto, de validación de las transacciones de Bitcoin del mundo se realizan en China.
Al tener bastante más del 51% de la capacidad de computación y validación, muchos más que EEUU, Rusia y Kazajstán, que controlan en torno a un 7% cada uno, China en principio tendría el potencial de atacar el “inexpugnable” sistema de red de Bitcoin y acabar con la “rebelión” si así quisiese. Pero China no es un bloque monolítico. Una acción de este tipo requeriría la coordinación de decenas de miles de individuos, muchos de ellos apolíticos o críticos con el Gobierno, y eso es difícil que se produzca. Además, al Gobierno chino le interesa que esos individuos minen y extraigan valor de la red de Bitcoin, siempre y cuando su actividad no represente un riesgo sistémico.
Al Gobierno chino le interesa que esos individuos minen y extraigan valor de la red de Bitcoin, siempre y cuando su actividad no represente un riesgo sistémico
Es bajo este prisma que hay entender las nuevas medidas introducidas por las autoridades chinas en las últimas semanas. La prohibición de operar con criptomonedas se aplica a los bancos y servicios de pagos y de inversión, es decir, al nivel institucional, pero no al individual. Además, la minería queda fuera de las restricciones. Con esto el Gobierno chino quiere que el inversor minorista, poco sofisticado, se baje de la ola especulativa o no se suba. Es decir, que la fiebre de los tulipanes digitales que se está viviendo en el resto del mundo no afecte al mercado doméstico.
También quiere dejar claro que el futuro del dinero en China pasa por el yuan digital soberano emitido por el banco central. El reciente tirón de orejas a Jack Ma y la “estatalización” de la tecnología de pagos adquirida y desarrollada durante años por Alibaba es un claro aviso a navegantes. Las nuevas tecnologías, los sistemas de pagos y el dinero estarán bajo el control del Estado y no de una empresa privada y un gran empresario.
Esto, sin embargo, no quiere decir que la actividad en criptomonedas vaya a cesar en China. Las redes privadas virtuales (VPN por sus siglas en inglés) están prohibidas en China desde hace tiempo, pero siguen utilizándose a diario. Es un juego constante entre el gato y el ratón que le permite al primero descubrir lo que se está moviendo en el submundo y a los segundos tener cierta sensación de rebeldía o/y privilegio. Al igual que sucede con el Financial Times, de los pocos diarios internacionales de prestigio que no están prohibidos en China porque la suscripción es muy cara y solo accesible a una elite, la minería de criptomonedas, que es cara y además muy móvil porque se mueve por los costes de la energía en cada una de las provincias, seguirá permitiéndose, y esos individuos encontrarán maneras de superar las muralla digital china y cambiar esos Bitcoins por divisas extranjeras, pero al ser pocos no supondrán un riesgo sistémico para el Partido.
Para la gran mayoría de la población el dinero será cada vez más digital y soberano, y eso hará que el control del Partido sea cada vez mayor porque los hábitos de consumo serán clave en la carrera por una inteligencia artificial cada vez más sofisticada.