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La crisis en el Mar Rojo reaviva los problemas en las cadenas de suministro y el temor a que repunte la inflación

Contenedores de transporte marítimo en el Reino Unido

Cristina G. Bolinches

16 de enero de 2024 22:25 h

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Un problema que se creía superado y que vuelve a estar en el centro del debate económico: los retrasos en las cadenas de suministro y el impacto que pueden tener en una inflación que se perfilaba en una fase de aterrizaje suave. Esta vez, el temor viene por la violencia en el Mar Rojo, que ha obligado a las navieras a evitar la principal ruta marítima entre Asia y Europa, a través del Canal de Suez, y a dar rodeos que aumentan varios días los trayectos y encarecen las facturas a pagar en el comercio internacional. Las mercancías llegan, pero tardan más y traerlas es más caro.

La crisis en el Mar Rojo, por los ataques de los rebeldes hutíes y los bombardeos de respuesta por parte de Estados Unidos y Reino Unido, se ha acrecentado en los últimos días y hace presagiar nuevas incertidumbres. Este martes, un carguero con bandera de Malta fue alcanzado por un misil frente a las costas yemeníes; y el lunes sucedió lo mismo con un portacontenedores estadounidense. En ambos casos no hubo víctimas, pero estos incidentes dejan claro que la situación está lejos de controlarse.

A las empresas -como a la economía en general- se les indigesta la falta de estabilidad. Hasta el punto de que la preocupación ha llegado a Bruselas y aviva el temor a que pueda haber un repunte de la inflación y que una subida del precio del transporte global se mantenga a medio y a largo plazo. De momento, el alza de precios de los buques roza el 10% y supera los 3.000 dólares en el caso de un contenedor medio. 

Maersk, una de las mayores navieras del mundo, ha reconocido que la situación bélica puede ir para largo y que sus barcos bordearán, hasta un futuro indeterminado, toda la costa de África por el cabo de Buena Esperanza. Eso obliga a incrementar en al menos 10 días el trayecto hasta llegar a Europa.

A eso se suman más problemas, porque la sequía en el Canal de Panamá -que deja sin agua suficiente a las esclusas que alimentan la infraestructura- ha llevado al gigante danés del transporte a derivar las cargas de los buques a trenes para poder cruzar el continente americano. “Los buques que antes utilizaban el Canal de Panamá ahora utilizarán un puente terrestre que emplea el ferrocarril para transportar la carga”, aseguró la multinacional en una comunicación a clientes que recoge la agencia Reuters.

“El temor a una escalada es omnipresente”, asegura el banco suizo Julius Baer en un análisis publicado este martes. “La logística mundial vuelve a estar en entredicho”, apunta. “Algunos fabricantes de automóviles europeos ya han anunciado reducciones de la producción en los próximos días. No obstante, el impacto global debería ser insignificante para Europa”, añade la entidad.

Entre esos fabricantes automovilísticos que han tenido que anunciar un frenazo en la producción de coches están Volvo o Tesla. El primero, controlado por el grupo chino Geely, ha asumido que no podrá ensamblar con normalidad en su factoría belga porque la interrupción del comercio a través del Canal de Suez ha derivado en una falta de componentes, algo que de momento no se está percibiendo en las fábricas de coches españolas, según indican fuentes del sector. Sin embargo, sí lo ha notado Tesla, que también ha reconocido el impacto de los retrasos en su factoría germana, lo mismo que Suzuki en Hungría.

Cambiar el barco por el avión

En esa tormenta perfecta, algunas multinacionales ligadas al gran consumo ya han avisado de que puede haber distorsiones con los retrasos de determinados productos, como los plásticos. El atasco de las cadenas de suministro tras la pandemia ya provocó roturas de stock en los envases, por ejemplo, en las botellas y en el vidrio

Una de las primeras multinacionales en avisar fue Ikea. El gigante sueco advirtió, justo antes de Navidad, de que estaba “analizando otras opciones de suministro para asegurar la disponibilidad de productos”. Ahora, durante el Foro de Davos en el que se dan cita los grandes tótems de la economía global, el consejero delegado de Ikea, Jesper Brodin, mencionó las tensiones pero apuntó que la empresa sigue adelante con una política global de reducción de precios. Por otro lado, la cadena textil Abercrombie & Fitch también ha adelantado que cambiará el transporte marítimo por el aéreo para ahorrarse disgustos. 

En Estados Unidos, los avisos llegan de los hipermercados. La cadena Target admitió la pasada semana que le faltaban productos fabricados en Pakistán o India, aunque de momento son incidencias menores. Y el gigante alemán de la logística DHL ha pedido a sus clientes que revisen su estrategia de inventarios para evitar sustos. 

En España, la asociación Aecoc, en la que están integradas tanto empresas de alimentación como distribuidores, ha indicado que están empezando “a encontrar dificultades” en el “suministro de determinadas materias primas”, así como en productos textiles y muebles. “Las empresas (...) están tomando medidas preventivas anticipando compras de ciertos productos para evitar posibles disrupciones de la cadena de suministro en futuros escenarios de consumo”, afirma a través de un comunicado.

El gran consumo también habla de que sus empresas “están empezando a sentir preocupación por el aumento de costes que están sufriendo y que, de persistir en el tiempo, podrían llegar a repercutir directamente en el precio final del producto, algo que el sector desea evitar para no alimentar el actual contexto inflacionista”.

Bajo la lupa de Bruselas

El temor a que una nueva crisis en el comercio internacional haga repuntar la inflación, ahora que parece que empieza a atemperarse, ha llegado a Bruselas. El comisario europeo de Economía, Paolo Gentiloni, ha mostrado su “creciente preocupación por los riesgos a la baja causados por la situación geopolítica y especialmente lo que está ocurriendo en el Mar Rojo”, informa Irene Castro. “Por el momento, aparentemente, no está creando consecuencias en precios energéticos e inflación, pero creemos que debería ser monitorizado muy de cerca porque estas consecuencias podrían materializarse en las próximas semanas”, advirtió.

También el ministro de Economía, Comercio y Empresa, Carlos Cuerpo, habló el lunes en Bruselas sobre el bloqueo al tráfico marítimo por el Canal de Suez. “Estamos siguiendo las evoluciones en la crisis del Mar Rojo, viendo cómo están evolucionando los indicadores, relacionados con los precios de los fletes y las disrupciones en las cadenas de suministro. Estamos haciendo un seguimiento pormenorizado y continuo”, ahondó.

Esa vigilancia es relevante en un momento donde tanto el Banco Central Europeo como la  Reserva Federal estadounidense tienen por delante un escenario donde los tipos de interés habrían tocado techo. Sin embargo, si el comercio mundial vive un escenario de retrasos y subidas de precios, la inflación global podría resentirse y adiós a una bajada de tipos.

En la última crisis de suministros, el Fondo Monetario Internacional (FMI) calculó que el coste de enviar un contenedor por barco en rutas transoceánicas entre marzo de 2020 y mediados de 2021, se multiplicó por siete. Y un año después de ese aumento de costes, el efecto en la inflación llegaba hasta los 0,15 puntos porcentuales. Este martes, el consejero delegado de la petrolera Chevron, Mike Wirth, aseguró en una entrevista en Davos con la agencia Bloomberg que, al menos de momento, no puede hablarse de una subida generalizada de precios, pero sí de retrasos en los envíos, simplemente, porque para ir de Asia a Europa en barco -y viceversa-, si no se cruza el Canal de Suez, se tarda significativamente más.

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