- Este es el segundo capítulo de la serie serieque iniciamos sobre la crisis de la industria de la alimentación en España.
En El crepúsculo de los dioses, la actriz Norma Desmond era incapaz de aceptar su caída en desgracia y asumir que las películas mudas, aquellas en las que había triunfado, quedaban atrás en favor del deslumbrante cine sonoro. Empeñada en regresar a la gran pantalla, su vida se convertía en una batalla contra lo imposible. Al igual que en la cinta de Billy Wilder, algunos de los grandes gestores de la industria alimentaria española, los mismos que habían llevado a sus empresas a la Liga de Campeones empresarial, han visto en los últimos años cómo su sueño se ha desvanecido bajo sus pies y, como el personaje interpretado por Gloria Swanson, pasa de la alfombra roja al ostracismo más absoluto.
El caso de las empresas de la alimentación tiene sus particularidades: su mala gestión, sus operaciones paralegales y su creencia en el que todo es posible mientras se permanezca en lo más alto, que fueron los detonantes de su caída. Ésta podría haber sido prevista o anunciada, si no fuera porque nadie pudo, o quiso, verla venir.
En esa gestión, tres nombres destacan sobre el resto: Pescanova, Nueva Rumasa y la antigua Sos Cuétara. “Todos estos casos han acabado en procesos judiciales, en situaciones muy difíciles”, explica Jesús Villar, secretario general de FEAGRA-CCOO. “Estas empresas están marcadas por un modelo de gestión y de relaciones laborales muy paternalista, además cuidaban mucho las relaciones políticas con todos, independientemente de la ideología, y con los medios de comunicación”, señala Villar.
Pescanova: lo bueno no siempre sabe bien
Pescanova: lo bueno no siempre sabe bienEs el caso más reciente, el que acapara titulares y puede llevarse por delante a uno de los principales grupos de alimentación de España y a una de las mayores compañías pesqueras de Europa. Su presencia internacional se ha puesto en los últimos años como ejemplo de expansión bien hecha, todo un modelo a seguir.
Pero, a principios de abril, Pescanova solicitó el concurso de acreedores e hizo saltar todas las alarmas, especialmente en Galicia, donde es una de las empresas de referencia. La misma sociedad que había contado con el respaldo financiero de las cajas regionales y de la Xunta ponía en peligro el futuro de uno de sus pilares industriales.
El goteo sobre las presuntas irregularidades de Pescanova es prácticamente continuo desde entonces, si bien todas las informaciones tienen un denominador común: su expresidente, Manuel Fernández de Sousa, quien ha llevado a cabo una gestión plagada de agujeros negros. Estos habían pasado inadvertidos hasta hace sólo unos meses, incluso para la auditora de la firma.
El juez de la Audiencia Nacional, Pablo Ruz, admitió hace unos días, aunque sólo parcialmente, la demanda contra la firma de auditoría BDO y su socio auditor, Santiago Sañé, por un presunto delito de falseamiento de la información económico-financiera de la pesquera. Sañé fue quien firmó en los últimos años las cuentas del grupo, esas mismas donde, al parecer, no figuraban todos los datos sobre la verdadera salud de la empresa. Ruz, sin embargo, dejó fuera de la demanda a los máximos responsables de BDO Auditores en España.
Como también ha sucedido en otros casos similares, los integrantes del consejo de administración de Pescanova aseguran que su expresidente ocultó la situación real de la compañía y los problemas de tesorería que padecía. El último episodio, además, tiene que ver con la existencia de facturas falsas e infladas hasta en un 1.200% que reflejarían operaciones entre sociedades instrumentales sin actividad real.
En cuanto a su futuro, después de una lucha intestina por el poder, Pescanova está en manos del grupo cervecero Damm y de la familia que lo controla, los Carceller. La empresa debe así superar un concurso de acreedores con una deuda que supera los 3.600 millones de euros y que bien podría derivar en el desmantelamiento de negocios o en la venta de divisiones. El rumor que corre estos días es intenso: el dueño de Mercadona, Juan Roig, puede estar interesado en tomar el control de la empresa.
Nueva Rumasa: segunda y fallida oportunidad de Ruiz-Mateos
Nueva Rumasa: segunda y fallida oportunidad de Ruiz-MateosEl refranero popular dice que segundas oportunidades nunca fueron buenas. Tampoco para la familia Ruiz-Mateos que, en los primeros años del siglo XXI, llegó a reconstruir, en apariencia, su imperio empresarial y a revestirse con el traje de salvadores de toda aquella empresa española de alimentación que tuviese problemas para salir adelante.
Pero sus cimientos eran de plastilina y, al final, la que cayó en 2011 y se llevó por delante casi todo lo que había tocado fue la misma Nueva Rumasa. Y con ella, cerca de 4.000 pequeños inversores que confiaron en su capacidad de gestión y en sus tipos de interés de hasta el 10%, que poco tenían que ver con los ofrecidos por la banca. Según la Audiencia Nacional, las 13 empresas de Nueva Rumasa llegaron a emitir pagarés por valor de más de 337 millones de euros, a los que habría que sumar otros 48 millones en concepto de intereses.
“Lo primero que hacía Ruiz-Mateos cuando se hacía con el control de una compañía era abonar una paga extra”, indica Jesús Villar. “Se ganaba a los trabajadores, y muchos no sabían lo que estaba pasando”, asume el responsable de CCOO.
Clesa, Dhul, Elgorriaga, Trapa, Garvey o Cacaolat eran algunas de las marcas de postín que, tras la gestión de la familia Ruiz-Mateos, trataron de salir a flote con desigual fortuna. Tras asumir su derrota, los Ruiz-Mateos encargaron el futuro de Nueva Rumasa a Ángel de Cabo, el mismo que gestionó la liquidación de Viajes Marsans, la firma del expresidente de la CEOE, Díaz Ferrán, y que ingresó en la cárcel el año pasado por presunto alzamiento de bienes.
Sos Cuétara: el rey del aceite de oliva que perdió el trono
Sos Cuétara: el rey del aceite de oliva que perdió el trono El caso de Sos Cuétara y de la gestión de los hermanos Salazar al frente de la compañía quizás haya tenido menos repercusión que en los dos ejemplos anteriores, pero no por ello ha sido menos polémico.
Sos Cuétara, que a finales de 2008 perdió su apellido galletero tras venderlo a Nutrexpa (la dueña de Cola Cao y Nocilla), llegó a ser el principal grupo aceitero de España e Italia y uno de los mayores productores europeos de arroz. Pero tres factores se llevaron por delante sus planes: un apetito de crecimiento voraz, un modelo de gestión dudoso y presuntamente irregular, y la imposibilidad de responder a la financiación prestada por la banca y, cómo no, a sus participaciones preferentes, que cayeron en manos de pequeños ahorradores.
En cuanto a las ansias de crecimiento, éstas se hicieron patentes con la compra a Unilever de Bertolli, la mayor aceitera de Italia. En verano de 2008, cerró la operación por 630 millones de euros y culminó el sueño de dominar desde España el aceite transalpino, ese que siempre ha tenido mejor imagen, publicidad y reconocimiento más allá de nuestras fronteras.
Meses después, la compañía saltó por los aires. Jesús Salazar, su presidente, fue expulsado del cargo por el presunto desvío de más de 200 millones desde la caja de Sos hasta una de sus sociedades patrimoniales. Por esa operación, a finales de 2009 tuvo que declarar ante la Audiencia Nacional por los presuntos delitos de estafa y apropiación indebida. Entonces, aseguró al juez Fernando Andreu que el consejo de administración que él presidía sabía perfectamente lo que estaba ocurriendo y aprobó, pese a todo, la operativa presuntamente irregular.
Tras una batalla por el poder en el seno de su consejo de administración, donde la entonces Caja Madrid, segundo accionista del grupo alimentario, salió al rescate para no ver cómo su inversión se desmoronaba (fuentes de la entidad madrileña llegaron a reconocer que su entrada en el accionariado de Sos, semanas antes de que saltara el escándalo, había sido un engaño), el grupo Sos acabó en manos de su principal competidor, el rival de toda la vida: Ebro Foods.
El caso aún no se ha resuelto en la Audiencia Nacional y queda por dilucidar cómo fueron las presuntas irregularidades, quién o quiénes las conocían y quién pagará las consecuencias. Pero a Salazar, desde que saltó el escándalo y pese a verse ante los tribunales, se le ha podido ver en actos y en desayunos informativos, esos que se celebran en hoteles de alto copete y que reúnen a lo más granado del empresariado español. Al estilo de Norma Desmond.