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La debilidad del euro por el riesgo de recesión consolida la inflación pese a la agresiva subida de tipos del BCE

Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo (BCE).

Daniel Yebra

18 de septiembre de 2022 21:44 h

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La estrategia del Banco Central Europeo (BCE) de ahogar la economía para dejar de alimentar la inflación plantea muchas incógnitas. Además de encarecer las hipotecas y el resto de los préstamos con las subidas de los tipos de interés oficiales para “enfriar” la actividad económica y que bajen los precios, el otro objetivo de la institución es resucitar al euro.

En la primera tarea enfrenta contradicciones como la incapacidad de sus decisiones para intervenir en temas energéticos o geopolíticos, causas principales de la crisis de inflación, mientras asume el riesgo de favorecer una recesión y aumentar el desempleo. En el segundo propósito, menos anti social, esa misma incertidumbre y la amenaza de un corte del gas ruso trabajan en su contra, así como los distintos factores que apoyan la fortaleza del dólar por la realidad diferente que vive Estados Unidos.

El principal problema para la eurozona es que las importaciones de petróleo o gas, recursos que se compran en dólares y que se han disparado por la guerra en Ucrania, se encarecen todavía más por la depreciación de la 'moneda común' desde 2021 respecto a la divisa norteamericana. Lo mismo ocurre para otras materias primas importantes para la industria o para la agricultura. Y la subida de tipos del BCE no está logrando corregirlo (en el gráfico el caso de España).



Si el euro se intercambió por 1,17 dólares de media en 2021, este año este mismo cálculo se queda un 8% por debajo hasta la fecha, en 1,08 dólares. Es decir, lo que se compra en la moneda de Estados Unidos desde España o desde el resto de la eurozona sale más caro por el tipo de cambio entre las divisas, sin tener en cuenta la histórica crisis de inflación por la invasión rusa de Ucrania.



Así, la política del BCE de subida de tipos ignora, por un lado, el origen de la crisis de inflación en la energía y en la geopolítica, que poco tienen que ver con las condiciones de financiación. Por otra parte, se suma a la finalización de los programas de compra de deuda con los que ha creado dinero para garantizar la demanda en los mercados financieros durante años y potenciar precisamente el crecimiento y la recuperación económica.

Y, por último, en su objetivo de fondo de frenar la caída del euro fracasa. Desde la perspectiva de Estados Unidos, esto ocurre porque la Reserva Federal (Fed) ha sido más agresiva que el BCE en los últimos meses, convirtiendo al dólar en una aspiradora de dinero en los mercados internacionales.

Esta política ha provocado que se eleve mucho la rentabilidad que ofrece la deuda denominada en el billete verde, como consecuencia de las subidas de los tipos de interés al otro lado del Atlántico, donde ya están en el 2,25%. En la eurozona, se han decidido dos incrementos: uno del 0,5% en julio y otro histórico del 0,75% recientemente, hasta el 1,25%, y se esperan más para seguir persiguiendo a la Fed.

Depreciación hasta 0,9 dólares en diciembre

Desde la propia eurozona, el esfuerzo de gasto público para luchar contra la inflación y realizar cambios a corto plazo y estructurales para superar la crisis energética hacen pensar que “el BCE seguirá comprando deuda de los estados”, según explican Jordan Rochester y Yusuke Miyairi, economistas del banco de inversión Nomura, una de las principales entidades de Japón.

De hecho, como muestra de su compromiso con no permitir que empeoren mucho más las condiciones de los países más sobreendeudados, como son Italia y España, ha diseñado un nuevo mecanismo para comprar deuda según algunas condiciones, el TPI, y durante meses va a seguir reinvirtiendo dinero de los anteriores programas con el mismo objetivo. Estas medidas son contradictorias con la subida de tipos y, por tanto, restan fuerza al euro, según observan los expertos de Nomura.

En el mismo sentido, apuntan que las subidas de tipos del BCE hasta ahora se esperaban, y por eso no han revitalizado al euro en su cruce con el dólar, y que “las expectativas de crecimiento en declive” tampoco ayudan. Sus previsiones son que caiga “a 0,95 dólares en octubre y a 0,9 a finales de diciembre”.

El propio BCE estima que el euro se intercambiará por 1,01 dólares en 2023, aunque para el cierre de 2022 es más optimista y lleva al cruce al 1,05.

Histórico déficit comercial

“La mejor manera de ver cuánto han cambiado las cosas es a través de la balanza comercial de la eurozona, que, después de años de superávit [se vendía más de lo que se compraba fuera], ahora tiene un profundo déficit”, apunta Robin Brooks, economista jefe de IIF. Una realidad que anula cualquier beneficio por la ganancia de competitividad que supone la caída del euro.

“La debilidad del euro y el deterioro de la balanza comercial de la eurozona no hace sino empeorar el problema, ya que tira al alza de la inflación al aumentar la factura de las importaciones”, admite Mark Nash, experto de la gestora Jupiter AM. La industria y el resto de la economía se gastan mucho que antes en energía y eso ha supuesto un cambio histórico en la balanza comercial.

La industria [en Alemania se están recogiendo datos preocupantes] está sufriendo según “la intensidad del consumo energético, al grado de exposición a la reactivación de las actividades sociales y a la severidad de los problemas de escasez de suministros”, recuerdan Alejandro Fernández y Elvira Prades, economistas del Banco de España.

“Finalmente, cabe mencionar que el hecho de que la industria española haya mostrado una mejor evolución relativa reciente en comparación con la de algunos de los principales países europeos vendría explicado, en gran medida, por la particular estructura productiva de nuestras manufacturas”, continúan.

“El peso en la industria española de las ramas de fabricación textil, ropa, y calzado y cuero —que han evolucionado de forma más favorable recientemente, al albur de la reactivación de las actividades sociales— se sitúa en el 6,8%, mientras que en Alemania, por ejemplo, este porcentaje se reduce hasta el 1,1%. Por su parte, el peso en nuestro país de las ramas de metalurgia, vehículos de motor y química —que se habrían visto más negativamente afectadas en los últimos trimestres por su elevada dependencia energética y por los cuellos de botella— se sitúa en el 21% del conjunto de la actividad manufacturera, muy por debajo del 30,7% que supone en Alemania”, concluyen estos analistas.

Medidas sobre la energía

Clave para el euro/dólar es que las propuestas surgidas en los principales órganos de la Unión Europea sobre el mercado energético levantaron “buenos titulares”, aunque ejercieron un impacto limitado en el mercado de divisas por no ser más concretas, según lamenta el equipo de analistas de Monex Europe.

De vuelta a Estados Unidos, “las continuas presiones sobre la inflación subyacente [las subidas de precios estructurales, que excluyen los elementos más volátiles, como la energía o la alimentación fresca], aunadas a la resiliencia de la economía norteamericana permiten a la Fed tener 'flexibilidad para ser agresivos' contra la inflación”, argumentan en BBVA Research. Esto va en favor del dólar, al entender que el banco central norteamericano seguirá subiendo los tipos de interés en próximos meses.

Una noticia más positiva para la eurozona es que “los miembros de la Fed han insistido en la necesidad de mantener las tasas en niveles 'moderadamente restrictivos' durante 2023, pero los mercados de futuros siguen descontando bajadas de tasas el próximo año”, concluyen en el banco español.

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