Casi 400.000 personas. Más que todos los artistas y profesionales del entretenimiento en España. También más que todos los empleados de la banca y aseguradoras del país. La mitad de los asalariados que se dedican al transporte y almacenamiento. Imagine que estos sectores no tuvieran derecho al paro. Que diera igual lo que trabajaran sus empleados, que tuvieran un contrato de trabajo legal, que quisieran cotizar… Imagine todo ello y que España no les permitiera tener protección por desempleo. ¿Difícil de creer? Es lo que sucede a día de hoy con las trabajadoras del hogar y de cuidados. El único oficio sin derecho a paro.
Aunque puede que por poco tiempo. No porque el Gobierno vaya a reconocer ya el derecho al paro a este colectivo, una promesa de los programas electorales de los dos partidos que forman la coalición y que se remonta a años atrás, sino porque el cambio normativo puede venir obligado por instancias internacionales.
Esta semana es clave para las casi 400.000 empleadas domésticas afiliadas a ese régimen especial a las que el sistema niega esta protección social. También para otras 140.000 que trabajan en el sector de manera irregular, gran parte migrantes sin papeles. El asunto ha llegado a la justicia europea. Una trabajadora del hogar en Galicia llevó a la Seguridad Social a juicio por negarle el derecho al paro. Y el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) resolverá este jueves, 24 de febrero, si España discrimina a las trabajadoras del hogar por negarles el derecho al paro.
El abogado general de la UE, miembro del tribunal que propone una resolución aunque no es vinculante, estimó que sí en unas contundentes conclusiones. El TJUE podría obligar al Reino de España a reconocer este derecho.
“Es que no hay duda”, responde con indignación Mariana Urkuyo, trabajadora del hogar y de cuidados en Bilbao, sobre si existe esa discriminación. “No es casualidad que las que realizamos estos trabajos seamos mujeres y personas extranjeras”, subraya Urkuyo, que llegó hace ocho años a España desde Nicaragua. “Si realmente existe la justicia, la UE tiene que reconocer el derecho al paro. Este sector sufre discriminación por género, origen y clase social. Es que es tal la evidencia...”, coincide Marcela Bahamón, portavoz de la Asociación Intercultural de Profesionales del Hogar y Cuidados (AIPHYC).
Las trabajadoras del hogar y de cuidados son en más de un 95% mujeres, según los datos de la Seguridad Social. El abogado general de la UE Maciej Szpunar concluyó que la negativa a la protección del desempleo “se opone” a la directiva europea en materia de igualdad entre hombres y mujeres en lo relativo a la Seguridad Social, “cuando consta que estos empleados son casi exclusivamente mujeres”. Es decir, que España discrimina a las mujeres con esta regulación.
El enfoque de género está siempre presente en las continuas protestas por el derecho al paro de las trabajadoras del hogar, que protagonizan desde hace años los colectivos de empleadas domésticas y de migrantes. También subrayan su conexión con otras leyes –como las de Extranjería– que suponen una carrera de obstáculos para la inserción y la vida de la población de origen extranjero en España.
Este sector, con una gran presencia de población migrante, presenta un nivel de economía sumergida y sin derechos mucho más amplio que la media. Una de cada tres trabajadoras del hogar no está dada de alta en la Seguridad Social, lo que las invisibiliza y priva de derechos.
En el Ministerio de Trabajo advierten de que la caída del empleo en este sistema especial del hogar en los últimos años va de la mano de la transferencia de trabajadoras al régimen general de personas asalariadas, en el que han pasado a depender de empresas. En este caso, sí tienen derecho a la protección por desempleo.
Pero la gran mayoría del colectivo, afiliado en el sistema especial, ni siquiera dadas de alta tienen acceso a una protección social básica como es el desempleo. Javier de Cominges, abogado de la trabajadora gallega que ha llevado a España ante el TJUE, tenía el radar activado para intentar denunciar este tema desde el punto de vista de la discriminación a las mujeres. “Es un claro ejemplo de discriminación y tenía la idea, pero la cuestión era encontrar a una empleada y cómo enfocar el caso”, explica el ahora miembro del bufete Vento Abogados. La oportunidad apareció ante sus ojos a través de una conocida con un caso redondo: era una trabajadora del hogar que iba de la mano de su empleadora, que también quería cotizar para que la afectada tuviera acceso al desempleo.
Ambas mujeres acudieron a la Seguridad Social para poder cotizar por esta contingencia y que la trabajadora generara derecho al paro “si en un futuro fallecía la empleadora” o había alguna otra situación por la que se quedara sin empleo, relata De Cominges a este medio. Ante su negativa, dado que la ley excluye a las trabajadoras del hogar de esta protección social, la empleada denunció a la Administración. Finalmente, el juzgado número 2 de lo contencioso-administrativo de Vigo planteó al TJUE la cuestión prejudicial sobre si España discrimina a las mujeres con la exclusión del desempleo de este colectivo.
En los días previos a la sentencia europea, Marga se ha levantado a las seis de la mañana para iniciar un maratón de casas y oficinas que limpiar. “Los miércoles tengo muchas casas de estudiantes, que me las junto y las hago todas juntas”, explica a elDiario.es en una hora que tiene de margen entre la limpieza de unas oficinas en Plaza Castilla (Madrid) y otras cerca de Nuevos Ministerios. “Lo que sea por visibilizar esta lucha”, dice, cargada con un gran bolso naranja. Hoy termina el último trabajo pasadas las 11 de la noche. Llegará a su casa casi a medianoche.
No tener derecho a paro ata las manos de muchas trabajadoras a la precariedad. Obliga a aceptar trabajos mal pagados, sin alta en la Seguridad Social, con malas condiciones o, incluso, con un mal trato por parte de sus empleadores. Mejor pájaro en mano, como apunta el dicho, porque del día a la noche pueden perderlo y quedarse sin “nada”, como explica Marga en el siguiente vídeo.
“Sufrimos una doble ansiedad”, valora Mariana Urkuyo, que participa en la asociación Trabajadoras no Domesticadas en Euskadi. “Por un lado, aunque no estemos bien en los trabajos, no nos vamos y tenemos que aguantar. Porque si lo hiciéramos nos iríamos temporalmente sin nada. Así que no me puedo ir porque no me puedo dar el lujo de estar 15 días sin un ingreso”, argumenta. El segundo foco de estrés parte del temor continuo a que te echen, a que muera “el abuelo”, a que crezcan los niños y no requieran cuidados, a que la familia tenga que prescindir de ti por cualquier motivo. “Perder trabajo supone estar a la deriva”. O, literalmente, quedarse en la calle, explican en los colectivos de trabajadoras sobre las empleadas internas, que pierden el empleo y la casa en la que vivían de golpe.
La pandemia hizo emerger la gran vulnerabilidad de las empleadas domésticas, que en muchos casos acabaron en las llamadas “colas del hambre”, explica Marga. “Las ayudas de alimentos fueron muy importantes”, recuerda la trabajadora. Ante el shock del país y el confinamiento de la población en sus casas, muchas empleadas de la limpieza y de cuidados de niños se quedaron sin trabajo, expulsadas de los hogares de los que dependían. Los casos en los que los cuidados se mantuvieron fueron aquellos imperiosos, para atender a los mayores o a familiares que no podían quedar en otras manos.
Aunque el Gobierno aprobó un subsidio extraordinario para el colectivo, el primero que reconocía algún tipo de desempleo para este sector en España, fue más temporal que otras ayudas y accedieron a él un número limitado de trabajadoras. Ante la imposibilidad de buscar otros empleos, las empleadas del hogar quedaban abocadas a la miseria. La tasa de pobreza del colectivo ya duplica en una situación de normalidad a la del resto de trabajadores, según un estudio de la Universidad Carlos III e Intermón Oxfam.
Al rescate estaban, como en tantas ocasiones, las asociaciones de trabajadoras y migrantes, muy activas en la lucha de sus derechos laborales y sociales. En Territorio Doméstico, en Madrid, pusieron en marcha una “caja de resistencia” para que las compañeras afectadas pudieran comer y afrontar pagos básicos, cuenta Marga. Desde Trabajadoras no Domesticadas y Sedoac, entre otras, ayudaban a rellenar los papeles del subsidio y recordaban los derechos que tenían las afectadas. Como que no tener papeles no te impide reclamar tus derechos, denunciar. En AIPHYC asistían a compañeras que quedaban en la calle “con una mano delante y otra detrás”, después de numerosos incumplimientos por parte de los empleadores. “Lo más importante es estar organizadas, empoderadas y saber cuáles son tus derechos”, dice Marga en el siguiente vídeo.
Para Mariana Urkuyo movilizarse por los derechos del colectivo en Trabajadoras no Domesticadas supuso “un abrir los ojos”. “Una herramienta también para llevar mejor mi integración, para dejar de sentirme extranjera. No solo vine a trabajar y dejar mi fuerza física aquí, sino a trasladar mis saberes, para compartir cómo yo sé ser ciudadana”.
Los testimonios de “estrés”, “ansiedad” o “constante zozobra” de distintas trabajadoras no se entienden sin tener en cuenta la figura del desistimiento. Las trabajadoras domésticas no solo carecen de protección por desempleo. Además es legal esta fórmula de despido libre. “No es necesario alegar ninguna causa. La parte empleadora puede terminar el contrato con la trabajadora porque sí y muchas lo hacen de un día para otro”, explica Natalia Slepoy, miembro de Senda de Cuidados, una asociación que actúa de intermediaria entre hogares y trabajadoras para “garantizar un trabajo digno y con derechos”.
No solo es fácil, sino además una forma de despido barata en comparación con otras. Los hogares pueden echar a las empleadas con doce días por año trabajado. Para las relaciones laborales previas a 2012 la compensación solo alcanza los siete días por año.
“Intentamos cambiar el desistimiento en la reforma de 2011, pero al final no pudimos”, sostiene a este medio Octavio Granado, entonces secretario de Estado de la Seguridad Social. En la reforma de ese año, durante el mandato de José Luis Rodríguez Zapatero, se ampliaron los derechos de las trabajadoras del hogar, que hasta el momento no tenían ni baja por enfermedad remunerada. También se abandonó el antiguo “régimen especial” de la Seguridad Social hacia un “sistema especial” por el que fue obligatorio cotizar y dar de alta a las empleadas, que se pretendía que fueran convergiendo poco a poco con el resto de asalariados. Entonces, se dejaron en el tintero dos reivindicaciones históricas de las trabajadoras: el fin del despido por desistimiento y la desprotección ante el desempleo.
El empleo del hogar siempre es exceptuado por su “carácter especial”, que le distingue de las relaciones laborales entre empresarios y empleados: el empleador son familias, no empresas. Pero, en la práctica, este carácter especial “supone la indefensión de las trabajadoras” y una “gran desigualdad” con la parte empleadora, apunta María Gema Quintero, profesora de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social de la Universidad Carlos III de Madrid.
“Me despidieron porque estaba de baja médica, a los tres días. Después de seis años de trabajo”, relata Marcela Bahamón, que sigue siendo activista por los derechos de las trabajadoras del hogar aunque ya dejó el oficio. Estuvo diez años trabajando sin estar dada de alta a la Seguridad Social, “diez años que no cuentan para la jubilación” y, finalmente, consiguió que una casa le hiciera un contrato legal. Seis años de trabajo después, tras coger la baja por enfermedad, se vio en la calle y ahí fue consciente de que no tenía derecho al paro. “Algo había oído, pero teniendo un contrato y estando dada de alta pensaba que sí tendría derecho”, recuerda. Cuando en la Seguridad Social le explicaron que no le correspondía un euro de paro, no daba crédito.
“Yo estaba como indefinida y dio igual. Es lo mismo que lleves 30 años, porque existe la figura del desistimiento y te pueden echar de la noche a la mañana con cualquier excusa. Y encima, sin paro”, añade esta trabajadora afincada en la Comunidad Valenciana.
Históricamente, los principales argumentos por los que la Seguridad Social ha negado el paro a las empleadas domésticas parten de una presunción de elevado fraude para acceder a prestaciones sociales y del peligro de que aumente la economía sumergida por el aumento del coste de cotización que supondría el acceso al desempleo.
Así lo han argumentado de nuevo la Seguridad Social y los abogados del Estado ante el TJUE, razones que el abogado general ha echado por tierra. No es el único colectivo expuesto al fraude, y no por ello se priva de esta protección social básica al resto de profesiones más expuestas, ni la sospecha de un aumento del empleo ‘en b’ para –supuestamente– proteger a las trabajadoras puede justificar que se las perjudique a día de hoy con la privación de esta cobertura de la Seguridad Social. La respuesta del Estado no es “proporcionada”, valora Maciej Szpunar.
“A mí lo del fraude me parece una excusa de mal pagador”, dice José Vicente Cid, que emplea a una trabajadora del hogar desde hace algo más de una década. “El que paga en negro siempre paga en negro y hay muchos que ya cumplen la ley”, advierte sobre la cantidad de hogares que cotizan a la Seguridad Social por sus empleadas. “Nosotros fuimos también a preguntar para cotizar por desempleo y nos dijeron que no se podía, creo que es un derecho que se les está hurtando, son trabajadoras con todas las de la ley”, apunta junto a su mujer, Milagros Calvo.
Esta falta de consideración del trabajo del hogar y de cuidados, generalmente desempeñado por mujeres en sus hogares de forma no remunerada, es otra pata fundamental de su minusvaloración, coinciden la profesora Mª Gema Quintero y Natalia Slepoy, de Senda de Cuidados. “Hay razones históricas, este trabajo viene de siglos de servidumbre, de trabajos menospreciados y poco visibilizados y parte de eso sigue teniendo una traslación en nuestro presente”, opina Slepoy.
Marcela Bahamón se quedó sorprendida cuando se reunió con un grupo de mujeres de avanzada edad de CCOO que le contaron cómo en el pasado ellas, las chicas pobres “de provincias”, eran la mano de obra mayoritaria en este oficio en hogares de “señores y señoras” adinerados, en un sistema con un fuerte componente clasista. “Me di cuenta de que la explotación que sufrimos no era tanto por ser migrantes, como por ser mujeres empobrecidas”, apunta Bahamón.
Otro flanco clave del problema reside en que las trabajadoras domésticas cumplen con una función básica que no garantiza el Estado: la asistencia a las personas dependientes, que en muchos casos no reciben ayudas ni cuidados públicos. Así, personas mayores se ven obligadas a contratar a trabajadoras pese a sus bajas pensiones. Las organizaciones de trabajadoras reclaman el apoyo del Estado a estos hogares y, en definitiva, la apuesta desde lo público por un sistema de cuidados de calidad. Fundamental, además, en una sociedad muy envejecida y que lo estará más en las próximas décadas.
El exsecretario de Estado Octavio Granado apuesta por que Hacienda desplegara desgravaciones fiscales a las familias empleadoras, para que esta pagara en la práctica una parte de los salarios de las trabajadoras que permitiera llegar a un nivel de remuneración digna y que se contribuyera desde lo público a los cuidados. “Es una política keynesiana que daría un gran retorno al sistema, una inversión”, considera.
Las distintas trabajadoras del hogar consultadas no se sorprenden de que, finalmente, el derecho al paro del colectivo pudiera llegar a España por mandato de la justicia. Pese a años y años de promesas de distintos gobiernos, y de que los sindicatos mayoritarios también recojan el derecho al paro del colectivo entre sus objetivos, nunca se ha dado el paso. “Ni siquiera se llegó a crear la comisión de expertos para ello” que se mandataba en la reforma legal de 2012, recuerda Liz Quintana, abogada que colabora defendiendo a empleadas del hogar con Trabajadoras no Domesticadas.
El Gobierno de coalición se comprometió a firmar el Convenio 189 de la OIT, que reconoce la misma protección social para las empleadas del hogar y, por tanto, el derecho al paro. Inició los trabajos para ello, que finalizaron en el Ministerio de Trabajo a finales de 2021. Ahora la pelota está en el Ministerio de Asuntos Exteriores. “La tramitación del convenio está siguiendo sus trámites habituales y esperamos que se pueda remitir pronto al Consejo de Ministros”, dicen en este departamento. Desde Trabajo insisten en que “cambiar la situación laboral actual de las empleadas de hogar y hacerlo sin demora es una prioridad” para el equipo de Yolanda Díaz, donde recuerdan que se ha hecho “un esfuerzo sin precedentes” en materia de Inspección de Trabajo y Seguridad Social con dos campañas específicas. “Solo en la primera de ellas, más de 32.000 personas vieron actualizados sus salarios y/ o cotizaciones”, subrayan.
Una vez el Congreso de los Diputados avalara la ratificación del Convenio 189 a propuesta del Ejecutivo, em Gobierno tendría que regular la protección por desempleo. “Para cambiar la realidad de las empleadas de hogar se están adoptando ya medidas”, añaden en Trabajo. “En primer lugar, se trabaja para modificar el Texto Refundido de la Ley General de La Seguridad Social”, y en materia de desempleo una modificación incluida en el Plan Anual Normativo de este año “permitirá incorporar la prestación por desempleo para este colectivo”, apuntan. Aunque puede que el mandato para regular el desempleo llegue mucho antes, este mismo jueves, si los magistrados europeos consideran que España está incumpliendo la normativa comunitaria.
“Ay…”. La sonrisa de Marga emerge solo con imaginarlo. ¿Qué sentiría si el tribunal de la UE dijera que la ley española es discriminatoria? La trabajadora del hogar dice que saldría “a la calle”. Pero, por una vez, no para gritar y manifestarse por la desprotección diaria que afronta junto a sus compañeras. Saldría para celebrar, “para hacer fiesta”. Sentiría que “la lucha ha valido la pena”, dice con emoción. “Sería un logro tan bonito para nuestras sucesoras... Que vean que hemos luchado por algo”.
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Gráficos de Raúl Sánchez.
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