Gerardo Díaz Ferrán (Madrid, 1942) podría haber protagonizado una historia empresarial de éxito de hombre hecho a sí mismo. En realidad, esa fue la imagen que vendió durante décadas y que le catapultó a lo más alto del empresariado español, hasta ser líder de la patronal. Sin embargo, su caída ha sido una de las más meteóricas que se han presenciado durante la crisis. Así, en menos de dos años, Díaz Ferrán ha pasado de negociar cara a cara con José Luis Rodríguez Zapatero en los salones de Moncloa a las dependencias de la Policía Nacional.
Los comienzos de Díaz Ferrán fueron los de un joven trabajador y perseverante. Su padre era el propietario de una pequeña empresa de autobuses donde comenzó a trabajar un joven Gerardo. Los estudios no fueron su fuerte y aunque se matriculó en la Escuela de Ingenieros Industriales, nunca logró ningún título. En sus años de estudiante conoció a Gonzalo Pascual, su alma gemela en la riqueza y en la quiebra, hasta el fallecimiento de este último en junio de este año.
En 1967 fundaron Trapsa, el germen de su imperio empresarial y para cuyo arranque necesitaron la financiación de sus progenitores. El padre de Díaz Ferrán puso 25 millones de pesetas (150.000 euros) y el padre de Pascual alrededor de 82 autocares con lo que el tándem se estrenó pilotando una empresa de 500 trabajadores. La línea principal de su negocio estuvo muy definida desde el principio: optar a los concursos públicos, en un primer momento centrados en el transporte, y más tarde hacerse con casi cualquier concesión de la comunidad de Madrid y de otras gobernadas por el PP.
El punto de inflexión en su carrera empresarial fue la adjudicación de Marsans en 1985. La otrora agencia de viajes pública pasó de manos de la SEPI a Trapsa. Años más tarde (2001), la SEPI le concedió también Aerolíneas Argentinas, el primer y principal quebradero de cabeza de estos empresarios.
Los autobuses turísticos, la construcción y gestión del Intercambiador de Avenida de América en Madrid, o el de los Palacios de los Deportes así como las líneas urbanas y diversas instalaciones recreativas de ciudadades tan distintas como Santiago de Compostela, Jerez de la Frontera o Boadilla del Monte, pasaron a engrosar la cartera de negocios de esta pareja. La asignatura pendiente de su negocio fue la privatización de la EMT (la empresa pública de autobuses de Madrid).
“Con su privatización podrían dedicarse miles de millones de pesetas a otros bienes sociales”, insistía el empresario detenido esta mañana en Madrid. Su negocio se fue diversificando en otro tipo de contratas, ligadas al sector público, como las de limpieza o incluso gimnasios de alto stánding con licencia municipal. Una aseguradora, Mercurio, intervenida en 2009 y posteriormente disuelta por Economía, hoteles, palacios de congresos, completaban un negocio que durante años pareció “redondo”.
El éxito llevo a Díaz Ferrán a presidir primero la patronal madrileña y después la nacional, como heredero de José María Cuevas. Díaz Ferrán estrenó el cargo con su famoso “la mejor empresa pública es la que no existe”. La vorágine privatizadora estaba en todo su apogeo.
Tanta bonanza llevó a la pareja a meterse en la empresa que finalmente cavaría su tumba: Air Comet. Su deseo de alcanzar altos vuelos empresariales terminó como una auténtica catástrofe.
El 21 de diciembre de 2009, en plenas vacaciones navideñas, Air Comet dejaba de volar y provocaba un caos aéreo sin precedentes. Las deudas de la aerolínea con el banco alemán Nordbank habían llevado a que un juez de Londres ordenara la paralización inmediata de la actividad. En tierra se quedaban 7.000 pasajeros y los sueños de grandeza del declarado simpatizante del PP que prorrumpió en un micrófono abierto con aquel “es cojonuda” refiriéndose a Esperanza Aguirre.
Después, un reguero de escándalos, de quiebras, impagos, deudas y dudas. Muchas dudas sobre los métodos de la que en los ochenta había sido la pareja empresarial de moda en Madrid. Así, al tiempo que se conocía que Díaz Ferrán acumulaba nóminas sin pagar a los trabajadores y millonarias deudas con la Seguridad Social también se conocía que había donado 192.200 euros al PP de Madrid (a Fundescam) durante 2003, el año del tamayazo, y otros 54.000 en marzo de 2004.
El fiasco llevó a que en diciembre de 2009 Díaz Ferrán presentara su primera dimisión en CEOE, cuya Asamblea la rechazó de pleno. Aunque ahora parece inverosímil, el mandato de Díaz Ferrán aún duró un año más hasta que no se presentó a la relección de su cargo, sucediéndole Juan Rosell. Un año en el que sus empresas fueron cayendo como un castillo de naipes pese a lo cual el empresario aún tuvo tiempo para boicotear, sistemáticamente, el diálogo social. Díaz Ferrán se plantó en diversas ocasiones para consensuar una reforma laboral con sindicatos y Gobierno; un atasco que desembocó en que el Ejecutivo terminó legislando sin acuerdo en la primera reforma de calado en el mercado de trabajo durante la crisis.
En junio de 2010 la niña bonita del grupo, Viajes Marsans, se declaró en quiebra y el grupo anunció que Ángel de Cabo se encargaría de reflotar la compañía. En realidad De Cabo, que ha sido detenido al mismo tiempo que Díaz Ferrán, era un liquidador de empresas y el traspaso solo sirvió para desviar el patrimonio del exlíder empresarial, precisamente la causa por la que se le ha sido finalmente detenido.