El nuevo sistema de formación de precios de la luz que el Gobierno puso en marcha el pasado mes de abril está propiciando un incremento galopante del recibo en los últimos meses (nada menos que del 11% sólo en el último trimestre) para los cerca de 16 millones de consumidores domésticos acogidos a este sistema.
Una tendencia alcista que, a la vista de la evolución que han tenido en los últimos días los precios del mercado mayorista de electricidad (conocido como ‘pool’) puede ir a más, aunque dependerá fundamentalmente de la meteorología y, en concreto, de la lluvia y el viento. Los factores estacionales (la menor aportación de las energías renovables) y esta nueva metodología de precios son las principales razones que apuntan los expertos del sector como explicación para las subidas, que están vinculadas a la parte del recibo vinculada a la energía. Esta supone en torno al 37% del total que paga el usuario.
El Gobierno decidió implantar en abril la nueva tarifa, basada en una media ponderada de la cotización diaria del mercado mayorista de electricidad (conocido como ‘pool’), en lugar de en una subasta a futuro, como sucedía hasta entonces.
Industria se sacó de la manga esa nueva metodología tras la repentina anulación, en diciembre, del anterior sistema, después de una polémica subasta que hasta entonces siempre había avalado por considerar que esas pujas “favorecen al consumidor”, como llegó a asegurar en sede parlamentaria. Desde su implantación en 2009 hasta su eliminación, se calcula que los consumidores pagaron con esas subastas (conocidas como Cesur) un total de 1.617 millones de euros de más por la parte de su recibo que corresponde al coste de la energía.
Ese sobrecoste se producía porque, en la mayoría de los trimestres, el precio que pagaban los clientes (el que se fijaba en esa subasta Cesur) era muy superior al que luego marcaba el 'pool' (donde las empresas de generación venden la energía a las comercializadoras).
Sin embargo, no fue hasta diciembre cuando el Gobierno decidió cargarse la Cesur, porque entendió que la subasta de ese mes había deparado una subida inasumible para el usuario. La puja coincidió con la negativa del Gobierno a liberar dinero público para enjugar el multimillonario déficit de tarifa (desfase entre costes e ingresos regulados del sector).
Con su supresión, el Gobierno se quitó de encima la incómoda revisión trimestral de los precios (un engorro político) y se garantizó precios más bajos a corto plazo, ya que su puesta en marcha coincidió con una época de fuertes lluvias, muy propicia para la hidráulica, que deprime los precios de la energía en el mercado mayorista.
Así, la previsible bajada del recibo llegó gracias a que los precios del 'pool' en el primer trimestre se quedaron en sólo 26 euros por MW. Pero fue breve. Con la llegada del verano y la menor aportación de la eólica, principal tecnología renovable, la entrada en funcionamiento de las fuentes de generación más caras (carbón de importación y gas natural) ha hecho que los precios mayoristas se dupliquen, hasta los 52 euros del último trimestre.
En septiembre, y de acuerdo con los datos del operador del sistema, Red Eléctrica, la producción eólica (que, como el resto de energías renovables y la nuclear e hidráulica, deprime los precios del ‘pool’ porque entra en esa bolsa a coste cero) apenas representó el 10,3% de la tarta de generación, casi la mitad de la media del acumulado de este año (19,9%).
En concreto, la eólica aportó el mes pasado 2.900 megavatios (MW), mientras que la media del año supera los 6.000 MW. Y en el sector calculan que si en el sistema hubiera habido 3.000 MW más de viento, el precio se habría contenido en torno a los 50 euros de megavatio, frente a los 59 euros en los que cerró septiembre.
La mala noticia, mal que le pese al ministro José Manuel Soria, es que esa coyuntura inflacionista persiste. Ante la ausencia de viento, el pasado viernes la cotización del 'pool' marcaba un nuevo máximo anual de 69,9 euros, cota que, de mantenerse en esos niveles, va a reflejarse en las próximas facturas, por mucho que el Ministerio de Industria haya insistido esta semana en que el encarecimiento de la factura es más una “sensación” que una realidad.
La idea de vincular el recibo de forma directa al coste de la energía en el 'pool' es defendida por muchos expertos, pero su puesta en práctica cojea, en primer lugar, porque la inmensa mayoría de hogares no tiene un contador de telemedida que le permita ajustar el consumo al precio de cada día. En su ausencia, los precios se calculan en función de una media ponderada de la cotización del 'pool' en los dos meses precedentes. Y es difícil que el cliente discrimine así su demanda.
Los críticos del oligopolio eléctrico que forman las cinco compañías verticalmente integradas del sector (Iberdrola, Endesa, Gas Natural, EDP y E.ON) también consideran que el problema de fondo es que el Gobierno, en el maremágnum legislativo de la reforma eléctrica, se ha preocupado más por poner coto al descomunal déficit de tarifa, castigando a las renovables y sus denostadas primas, que por atacar el problema de raíz: el funcionamiento del 'pool', un mercado marginalista en el que todas las tecnologías acaban cobrando lo mismo, independientemente de sus costes de producción. Un “mercadillo”, como lo define el empresario y vicepresidente de la Fundación Renovables, Jorge Morales de Labra.