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La dueña de Peugeot y Fiat se descabeza en plena batalla por los eléctricos chinos y con la amenaza arancelaria de Trump

El ex consejero delegado de Stellantis, Carlos Tavares.

Cristina G. Bolinches

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Stellantis es la compañía detrás de algunas de las grandes marcas de coches con más historia tanto en Europa como en Estados Unidos. Es dueña de Fiat, Peugeot, Citroën, Lancia, Opel o Alfa Romeo y, también, de Jeep, Chrysler o Dodge. Sin embargo, tener enseñas con solera hace tiempo que ha dejado de ser una garantía para vender coches, sobre todo por la creciente competencia de los fabricantes chinos, hasta hace muy poco, prácticamente desconocidos.

Esa rivalidad de las automovilísticas del gigante asiático –que ha conllevado la imposición de aranceles por parte de Bruselas– y la amenaza de más barreras comerciales en Estados Unidos han derivado en una crisis de los gigantes europeos. Por ejemplo, en el caso de la alemana Volkswagen, se va a saldar con despidos y el cierre de fábricas. Y en el de Stellantis, ya se ha cobrado la cabeza de su consejero delegado, Carlos Tavares, que deja la compañía antes de lo previsto

Tavares (Lisboa, 1958) llevaba tiempo en la cuerda floja. De hecho, la multinacional con sede en Países Bajos ya anunció hace unas semanas que había formado un comité para decidir quién le sustituiría a partir de 2026. Este pasado fin de semana, su marcha se ha precipitado, lo que deja a la multinacional en una situación bastante complicada.

La compañía se ha limitado a comunicar que Tavares, que lleva en el cargo desde 2021, presentó la dimisión el domingo y que el consejo de administración la aceptó con efecto inmediato. “En las últimas semanas, han surgido diferentes puntos de vista, que han dado lugar a esta decisión”, justificó a través de un comunicado. “El éxito de Stellantis, desde su creación, se ha basado en una perfecta alineación entre los accionistas de referencia, el consejo de administración y el consejero delegado”, añade. Una concordancia de objetivos que se había roto.

Hace solo unas semanas, la multinacional anunció que sus resultados de este año van a ser peores de lo que pensaba. Sobre todo, porque las ventas en Estados Unidos no tiran y por la creciente competencia de los modelos chinos. Un 'profit warning' que vino acompañado del cese de la directora financiera, Natalie Knight –que hace meses ya avisó de que los objetivos de la empresa eran “demasiado ambiciosos”– y de los directores de operaciones en América del Norte y en Europa. Y ahora, a esas marchas se suma la del consejero delegado. 

Al frente de Stellantis se queda un nuevo comité ejecutivo interino, presidido por John Elkann. Este último es el representante de la familia heredera del fundador de Fiat, los Agnelli, que también son dueños de Ferrari. Lo son a través de la sociedad Exor, que supera el 15% de Stellantis, por delante del 7% que suma la familia Peugeot y del Estado francés, que tiene algo más del 6% a través de Bpifrance Participations. Precisamente, el Gobierno italiano de Giorgia Meloni ha sido muy crítico con Tavares, por su recorte de producción en Italia, hasta el punto de que la política ultraderechista retiró los fondos estatales para que Stellantis, junto a Mercedes, pusiera en marcha una fábrica de baterías.

Un experto en recortes muy crítico con la burocracia

Tavares se puso al frente de Stellantis en 2021, tras la fusión de PSA, la antigua matriz de Peugeot y Citroën, con Fiat Chrysler, lo que dio lugar al segundo mayor fabricante de Europa, solo por detrás de Volkswagen. Llegó avalado por haber sorteado los números rojos de PSA y con el objetivo de replicar ese éxito con Stellantis. Un modelo de gestión basado en el recorte de gasto que abrió la puerta a poner punto y final, en un par de años, a las marcas del grupo que sean menos rentables.

Sin embargo, la realidad se ha llevado por delante sus planes. Una estrategia comercial marcada desde hace meses por la decisión de la Unión Europea de poner aranceles a las importaciones de coches eléctricos chinos. Tavares ha sido muy crítico con la política europea respecto a la industria del automóvil y ha augurado el cierre de fábricas por los problemas para que sean rentables frente a sus competidores. “Los fabricantes de automóviles chinos no irán a Alemania, Francia o Italia a construir sus coches, porque allí tendrían desventajas de costes, empezando por los costes energéticos”, aseguró. 

También, con la burocracia. Hace unos días, en una entrevista con el diario El Mundo, afirmó que Europa tendría que seguir el ejemplo de Marruecos. “Cuando se habla con su Gobierno, no es con varios ministros, sino con uno que luego se coordina con el resto. No eres víctima de la burocracia como en Europa, que es un gran lío en términos de regulación. En Marruecos allanan el camino para centrarse en lo importante: costes competitivos que permiten vender coches asequibles y de calidad con un margen razonable”, señaló.

Pero las automovilísticas no solo tienen que gestionar la política arancelaria de la UE, también en Estados Unidos. Allí, Donald Trump ya ha adelantado que tiene intención de colocar un recargo comercial del 25% a los vehículos fabricados en México. Allí, Stellantis cuenta con dos fábricas, en las que ensambla modelos de Jeep, Ram y Fiat. Inversiones que ahora están a la espera de la política que, finalmente, ponga en marcha Trump cuando llegue en enero a la Casa Blanca.

Inversión pendiente en España

También España está pendiente de las inversiones de Stellantis, porque tiene proyectada una planta de baterías en Figueruelas con una inversión que puede alcanzar los 4.000 millones de euros. Tras el adiós de Tavares, el presidente del Gobierno de Aragón, Jorge Azcón, ha asegurado que esta inversión no tiene por qué peligrar. “La vida de los directivos dentro de las grandes multinacionales, en ocasiones, es una vida con movimientos”, ha apuntado Azcon tras la dimisión del consejero delegado portugués.

También ha habido movimientos en bolsa. Este lunes, las acciones de Stellantis han llegado a hundirse más de un 8% y, en lo que va de año, han perdido cerca de un 47%, lo que deja el valor de la empresa en el entorno de los 33.000 millones de euros. Como comparación, Volkswagen vale más de 40.000 millones y eso que también se ha hundido casi un 30% en lo que va de año. 

A la espera de ver quién sustituye a Tavares, Stellantis tiene que dar la vuelta a sus negocios en Estados Unidos y en Europa. Entre enero y septiembre, las ventas en unidades en el primer mercado se desplomaron un 36% y, en el segundo, un 17%. Y mientras empiezan a sonar nombres como relevo. Por ejemplo, el de Luca de Meo, actual ex consejero delegado de Renault, porque también rondan los rumores de una fusión entre las dos automovilísticas. Una posibilidad que, hace solo unas semanas, Tavares calificó de “pura especulación”.

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