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La economía mantiene el fuerte ritmo de crecimiento y el PIB avanza un 0,8% en el segundo trimestre

El ministro de Economía, Comercio y Empresas, Carlos Cuerpo, junto a la ministra de Vivienda, Isabel Rodríguez, y el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

Daniel Yebra / Victòria Oliveres

30 de julio de 2024 09:00 h

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La economía ha vuelto a sorprender positivamente con un crecimiento del 0,8% en el segundo trimestre, respecto al trimestre anterior, según ha adelantado el INE (Instituto Nacional de Estadística) este martes. El avance del PIB (Productor Interior Bruto) iguala al de primer trimestre —cuando también sorprendió al alza con un 0,8%—, y sigue siendo el más destacado entre los principales socios de la eurozona. En el mismo periodo, el PIB conjunto de los socios del euro aumentó un 0,3%. El de Alemania, se contrajo una décima.

Las previsiones del Gobierno y de la mayoría de instituciones y centros de análisis apuntan a que la actividad económica de nuestro país crecerá un 2,4% en el conjunto del año, liderando a los países desarrollados. Aunque es una proyección que podría volver a quedarse corta. “Este crecimiento sigue siendo equilibrado, con una aportación muy positiva de nuestro sector exterior [incluye el turismo] y una moderación progresiva de los precios”, defiende Carlos Cuerpo, ministro de Economía, Comercio y Empresa.



De hecho, este mismo martes se ha sabido que la inflación bajó seis décimas en el mes de julio, hasta el 2,8% (en este caso en comparación con el mismo mes del año anterior), un mínimo que no se veía desde febrero.



Pese a la debilidad de los socios de la eurozona, en el avance del PIB, entre abril y junio, destaca la aportación “del excelente comportamiento del sector exterior, que refleja el dinamismo y competitividad de nuestras empresas”, según apunta Cuerpo. Pero los datos de la Contabilidad Nacional resaltan el buen comportamiento de todas las ramas de actividad, especialmente de la industria manufacturera. El PIB ya supera en 4,7 puntos el nivel previo a la pandemia.

En tasa interanual, el PIB creció un 2,9% en el segundo trimestre, frente al 2,6% del trimestre precedente. La demanda nacional aportó 2,0 puntos a este crecimiento interanual (que compara este trimestre con el mismo de 2023) y la externa contribuyó con 0,9 puntos, según detalla el INE.



En el sector exterior, el 'boom' del turismo en España está generando lo que los economistas denominan como “externalidades negativas”, cuya mayor expresión es “el alquiler de uso turístico” y su impacto en la vida de los barrios de las grandes capitales y de los principales destinos de los viajeros y en los precios del mercado de la vivienda. En cifras de Contabilidad Nacional, el turismo supera en más de 15 puntos porcentuales el nivel previo al histórico shock de la COVID.

“Se aprecia una mayor afluencia de turistas extranjeros fuera de la temporada estival, una mayor diversificación de los países de origen y un incremento del gasto medio por turista. El PIB turístico, que mide la contribución económica de esta actividad al PIB de la economía española, ascendió casi al 13% del PIB total en 2023 superando los registros previos a la pandemia”, resume un informe reciente de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF).

El turismo vuelve a ser clave en la importancia del sector exterior en el conjunto de la actividad y del empleo. Sin embargo, otros servicios se han sumado a este 'motor' de la economía. “Las exportaciones de otros servicios no turísticos mantienen un dinamismo acusado”, continúa el documento de la AIReF, y ha quedado corroborado en los datos de este último trimestre.

Tira el consumo y tira la inversión

Por su parte, el consumo privado se ha visto impulsado por las ganancias de poder adquisitivo y la evolución del empleo. Mientras, despierta el incremento de la inversión —una de las mayores debilidades de nuestra economía en esta fase de expansión—, especialmente en bienes de equipo y en vivienda. 



Según se observa en el penúltimo gráfico de esta información, el consumo público se mantiene, pese al regreso de las reglas fiscales de la Unión Europea (UE), aunque es cierto que ya no presenta las elevadas tasas de incremento de los trimestres anteriores.



La debilidad de la inversión de las empresas (en el último gráfico) es una de las grandes dudas de la evolución de la economía de España. De la inversión depende buena parte del crecimiento futuro, y algunos sectores no han llegado despertar desde 2020. Principalmente, por el encarecimiento del crédito provocado por las subidas de los tipos de interés del Banco Central Europeo (BCE). 

Ni siquiera con el estímulo que supone el despliegue del Plan de Recuperación, sobre el que también se ha vertido incertidumbre respecto a su impacto real en la actividad. Este mismo viernes, el Gobierno anunció el desembolso por parte de la Comisión Europea del cuarto pago de los fondos europeos.

En este contexto, uno de los destinos de la inversión destaca sobre el resto, y como nunca: el de “productos de las propiedad intelectual” —en el lenguaje del INE—, directamente relacionado con la innovación, la investigación y con sectores de alto valor añadido.

“Estos datos, junto con la excelente evolución del empleo que nos ha permitido alcanzar un récord de más de 21,6 millones de personas ocupadas, confirman la fortaleza de la economía española, con un crecimiento fuerte y equilibrado, superior al de nuestros principales socios”, incide el ministro de Economía.

“Queda mucho trabajo por hacer, pero las reformas y medidas de política económica están permitiendo mantener unos excelentes datos macroeconómicos, que se están trasladando también a los datos micro, mejorando la situación y perspectivas económicas de familias y empresas”, concluye Cuerpo.

No todo son buenas noticias. El problema del acceso a la vivienda, directamente relacionado con el estancamiento de la construcción, la asfixia de la inflación, el todavía elevado paro estructural y las desigualdades de riqueza y de género ensombrecen las conquistas 'macro'. Mientras, empresas, los centros de análisis más ortodoxos y las visiones neoliberales enfocan sus críticas al débil crecimiento de la productividad del trabajo, con la que niegan las propuestas de reducir la jornada laboral, de seguir aumentando el Salario Mínimo (SMI) y el resto de sueldos o de reforzar los impuestos a los beneficios de las empresas para mejorar las condiciones de los hogares y el Estado de Bienestar y los servicios públicos.

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