La Casa Blanca ha impuesto nuevas restricciones en nombre de la seguridad nacional, a través de la poderosa Oficina de Industria y Seguridad (BIS), encargada de establecer los controles a las exportaciones, a las ventas de chips a determinados países sobre los que existan indicios de que puedan trasferir a China la alta tecnología que contienen sus circuitos integrados.
La medida está ya en liza, aseguran fuentes anónimas conocedoras de la decisión de la BIS, que señalan en concreto a Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos (EAU) como los primeros mercados exteriores en el punto de mira. Estos países tienen un fuerte apetito por captar inversiones foráneas para sus hubs de Big Data e Inteligencia Artificial (IA) y por su estrecha vinculación a los BRICS + y más en concreto a las tesis chinas que pretenden arrebatar el cetro tecnológico, económico, militar y geopolítico mundial a EEUU.
Oficiales del Departamento de Comercio confirmaron a Bloomberg que esta regulación está en vigor desde agosto y que las deliberaciones para incorporar nuevas restricciones antes de la cita electoral del 5 de noviembre se mantienen fluidas. Siempre bajo la amenaza de salvaguardar los intereses económicos y la seguridad nacional y para evitar que el know-how de las empresas de chips caiga en manos de su gran enemigo geoestratégico.
La decisión de la BIS implica reconfigurar el esquema de licencias al exterior bajo su jurisdicción sobre los semiconductores y la inteligencia artificial (IA) con el control de los primeros cargos marítimos para impedir que los centros de datos saudíes y de EAU recaben material que califica de alto secreto industrial.
Mientras, determina la lista negra final de mercados exteriores vetados para adquirir chips de IA made in US. Nvidia, líder del sector, que protagonizó en julio un doble sorpasso a Apple y Microsoft al superar los tres billones de dólares de capitalización bursátil -apenas 100 días después de registrar los dos billones- la también californiana AMD (Advanced Micro Devices) y la histórica del sector, Intel -todas ellas, especializadas en procesadores para IA- se han visto afectadas por las restricciones.
La pinza Biden-Trump contra la tecnología china
La Administración Biden no ha tenido reparos en escenificar en el negocio tecnológico el primer ensayo de decoupling de la globalización. Ya lo demostró en 2022, con la prohibición a su sector exterior de enviar productos de innovación tecnológica al gigante asiático. En 2023, al vetar la venta de microchips made in US. O este verano, con la inaudita subida de tarifas a la importación de un amplio abanico de mercancías chinas, que tenían por objeto frenar la venta de sus vehículos eléctricos en el mercado americano: desde una duplicación de aranceles de entrada a los propios coches, hasta peajes sin parangón sobre sus baterías, sus minerales raros y chips.
Fuentes diplomáticas norteamericanas reconocen que las iniciativas de Biden tratan de prohibir elementos neurálgicos en la fabricación del competitivo vehículo eléctrico chino, desde circuitos integrados hasta software, y que podría elevar estas barreras a componentes técnicos tanto de la segunda economía global como de origen ruso por su uso en la confección de los sistemas de conducción automática y de comunicación en los utilitarios.
De nuevo, bajo el manido argumento de que podrían espiar para Pekín o Moscú y en aras de la seguridad nacional. Aunque el instigador de estas prácticas proteccionistas fue su predecesor.
La política económica de Donald Trump instauró la batalla arancelaria con Pekín y oficializó, en 2018, los primeros controles a sus firmas tecnológicas -desde Huawei hasta ZTE, su gigante de telecomunicaciones- en territorio de EEUU. Ahora que busca volver al Despacho Oval, “continúa viendo enemigos por todos los lados” señalan los analistas de Bloomberg tras la entrevista del republicano a su editor en jefe, John Micklethwait, en la que arremetió contra los expertos que aventuran un traslado de los costes de sus agresivas políticas comerciales al consumidor y las empresas estadounidenses.
La estrategia de Trump detonó también las hostilidades de ambas superpotencias por el trono tecnológico, que se ha recrudecido en plena carrera por la hegemonía de la IA y donde los chips juegan un destacado protagonismo en el tablero de ajedrez del nuevo orden mundial. La Casa Blanca no esconde sus intentos de involucrar en la batalla a sus aliados europeos con objeto de que su sabotaje comercial a China sea efectivo, incluso en negocios de especial trasfondo geoestratégico como el 5G y el 6G.
La Administración Biden ha dado otra vuelta de tuerca a la manivela de los embargos. Hasta el punto de contribuir al descenso de las acciones bursátiles de las multinacionales de chips. Tanto de Nvidia, a la que no le ha sentado nada bien su reinado como compañía con mayor valor en los parqués de Wall Street, como de sus competidores, americanos, europeos y globales. Porque el veto de Washington ha desencadenado una fuerte reacción en los mercados. Entre el martes y el miércoles pasado, se erosionaron 420.000 millones de dólares de las firmas de chips en todo el mundo, contando las correcciones en EEUU, Europa y Asia.
Desde luego, no fue el único factor. Quizás el mayor detonante de esa debacle fuese la magnitud del retroceso de pedidos de chips de la holandesa ASML en el tercer trimestre -desde los 5.390 millones de euros previstos a 2.600 millones-, lo que provocó un desplome del 15,6% de su valor. El mayor en sus 26 años de historia, una fuga de más de 50.000 millones, la de mayor enjundia en Europa desde 1998 y que le ha provocado la cesión de su estatus de mayor empresa europea por capitalización al emporio alemán del software SAP.
Los chips y la IA crearán volatilidad en las bolsas
El FMI, en la antesala de su cumbre otoñal, ha advertido de que “la IA puede hacer más eficiente, pero también más volátil, al mercado” en el futuro inmediato. En su diagnóstico, que saldrá en su informe sobre Estabilidad Financiera, deja una doble lectura elocuente: “hedge funds, bancos de inversión y otras firmas del mercado […] usan algoritmos para agilizar las órdenes bursátiles y comercializar más eficazmente sus activos, pero la IA también está contribuyendo a precipitar eventos adversos que hunden cotizaciones en periodos cortos de tiempo”. El temor a que surjan episodios desestabilizadores severos e incertidumbres corporativas o financieras incrementarán la volatilidad y generarán montañas rusas en las valoraciones de las acciones, matiza.
El profit warning que anunció esta semana la firma neerlandesa ASML provocó una fuerte caída de su valor en bolsa que arrastró a otros valor del sector. TSMC ilustra la parte llena de la botella que ha convertido a los chips en El Dorado bursátil. Frente a la pérdida de confianza inversora por ASML, la taiwanesa informa de unos ingresos netos del 54% entre julio y septiembre y su intención de crear plantas de chips en Europa para abastecer a sus firmas tecnológicas. TSMC es también el principal proveedor de componentes de Nvidia.
La firma taiwanesa está sometida a presión por ser una de las beneficiarias de los millonarios subsidios federales a las industrias del país. En concreto, ya ha recibido 11.600 millones de dólares en garantías, préstamos y ayudas directas desde que entraron en vigor, en 2023, y ha empezado a producir sus chips A16 para Apple desde su fábrica de Phoenix.
Pero la parte vacía también existe y tiene que ver con la alerta de bancos de inversión como Goldman Sachs que pone en cuestión la realidad de un negocio, el de la IA, que sea capaz de hacer explosionar la productividad mundial y de absorber cuotas de retorno de beneficios que superan el billón de dólares.
Nuevas tensiones geopolíticas
El Consejo de Seguridad Nacional (CSN) de la Casa Blanca admitió off the record que sus objetivos son acabar con “la tremenda potencialidad del avance en IA de ciertas naciones y sus ambiciosos intereses en albergar centros de datos” y que Nvidia y AMD ya han suspendido cargos a más de 40 mercados de Oriente Próximo, Asia y África, por entrar dentro del “paraguas de protección” a la industria de chips de alta gama americana, encargado de “mitigar los emergentes riesgos tecnológicos”. Tarun Chhabra, su director de Innovación, se animó a reconocer “conversaciones con varios países” para reducir “las capacidades de acceso” de China a tecnología puntera de EEUU y que “podría usar en el ámbito militar”.
Los centros de datos, altamente demandados por la IA para su desarrollo, es el otro gran nicho especulativo, junto a los chips, que dice temer el FMI.
Los EAU y Arabia Saudí han tomado el liderazgo tecnológico de Oriente Próximo para reducir su elevada dependencia del crudo. Pero, a pesar de elegir a EEUU como su gran socio estratégico, han concertado acuerdos por separado con China para desarrollar cadenas de valor enfocadas al Big Data y a la IA con tecnología del gigante asiático; en especial, con Lenovo.
La advertencia de Eric Schmidt ex director ejecutivo de Google, de que “EEUU no está preparado para defenderse o competir en la era de la IA” con adversarios como China ha vuelto a salir a la palestra en el Despacho Oval. Igual que la consigna de George Friedman, de Geopolitical Futures, de que los ciclos tecnológicos incitan a los cambios geopolíticos en el orden mundial.
Aunque también TSMC está bajo la lupa de Washington. A expensas de que la compañía desvele los mercados a los que hará fluir sus inversiones en Europa la Casa Blanca sitúa su punto de mira sobre Hungría y Eslovaquia, que admiten negociar con Rusia y China proyectos en energía y pactos de cooperación tecnológica -los primeros, con Moscú, los segundos, con Pekín- para reducir, tal y como aducen, su dependencia del mercado interior. Dos de los Caballos de Troya del Kremlin en la UE, alertan en Washington. De momento, la multinacional taiwanesa ha puesto su primera pica europea en Dresde.