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El empresario andaluz con mil 'riders' en nómina que reparte para Just Eat: “Si están contentos, el servicio será mejor”

El equipo de MissionBox, en sus instalaciones de Sevilla.

Analía Plaza

La idea de que si un negocio no es rentable no debería existir quedó difuminada hace años, cuando los fondos de capital riesgo empezaron a financiar a empresas de tecnología bajo la premisa de que lo importante era adquirir usuarios primero y encontrar cómo sacarles beneficio después. Por aquel entonces, Gregorio López no sabía mucho del mundillo inversor pero sí del de la hostelería, donde trabajó durante catorce años: primero al frente de un restaurante familiar y más tarde como director de operaciones de las míticas cafeterías Nebraska en Madrid.

“Ahí vi la necesidad. En la cafetería de Bravo Murillo teníamos servicio a domicilio y empecé a ver que en el futuro tendría sentido subcontratar el reparto. Cuando es tuyo tienes que asumir el absentismo, las caídas, los vehículos y un montón de cosas. Si externalizas, los costes se ven afectados para bien”, explica desde Sevilla. “Se veía venir que algo iba a pasar con Nebraska, así que me lié la manta a la cabeza y a mediados de 2016 bajé a Andalucía a montarlo”. En enero de 2017, pocos meses después, Nebraska se malvendió a un fondo de inversión y cerró. Pertenecía al grupo Luckia desde 2007.

Gregorio López fundó entonces MissionBox, una startup que empezó siendo un 'marketplace' como Glovo (una app para pedir a distintos restaurantes) y que rápidamente se dio cuenta de que no funcionaría sin una gran inversión. “Vendíamos cero. Nadie nos compraba. Para eso necesitas hacer anuncios en la tele e invertir en marketing, pero no teníamos dinero”, continúa. “Estuvimos en El Cubo [un programa para emprendedores de Telefónica en Andalucía] y nos dijeron: hacedle los repartos a grandes empresas. Eso nos cambió la vida”.

Missionbox (Mox) empezó entonces a repartir para otros —El Corte Inglés, MediaMarkt, The Good Burger o Just Eat—, a ingresar dinero por ello y a necesitar más repartidores, a los que contrató. No solo por “valores y principios”, sino porque para su modelo de negocio le resultaba mejor. “Si una empresa me pide que le ponga un repartidor que trabaje en exclusiva para ella, puedo hacerlo. A un autónomo no puedo pedirle que esté donde yo necesito, sino que puede pulular por la ciudad”, explica. “Y si los repartidores están contentos, el servicio será mejor”.

El modelo

Mox tiene alrededor de 1.100 empleados, de los cuales 50 trabajan en la oficina y 1.050 son repartidores. Está en 43 ciudades españolas y en México DF. En 2017 facturaron 156.000 euros, según datos del Registro Mercantil, y 2018 lo han cerrado, según sus datos, en 3,5 millones gracias a varios acuerdos grandes, entre otros, el de Just Eat.

¿Cuánto cobra un repartidor y cuál es su modelo de negocio? En vez de cobrar por pedido y tener que pagar su cuota de seguridad social, en Mox “los repartidores tienen contratos de 10 a 40 horas semanales, que van de los 380 euros a los casi 1.400 brutos al mes”, cuenta. Están bajo el convenio estatal de mensajería, que aunque no se revisa desde 2007 debe actualizarse automáticamente con cada subida del SMI. Este año, explica López, esto afectará a su margen y tendrán que subir los precios a sus partners.

“Lo que más necesitamos son repartidores que hagan entre 20 y 30 horas semanales, porque en horas puntuales hacen falta muchas manos que lleven muchos pedidos: no tanto una persona de 40 horas semanales, sino más bien dos de 20. Alguien que trabaja 20 horas está en 447* euros al mes”. De las cuentas de 2017 de la empresa se deduce que casi todo lo que ganan va destinado a salarios y que el resto de gastos (alquileres, suministros, etc.) van a pérdidas y quedan financiados por la inversión.

A diferencia de otras opciones de reparto que han nacido como alternativas éticas a Glovo y Deliveroo —La Pájara , Mensakas o Mensos y Cleta— Mox no es una cooperativa, sino una pequeña startup que también tira de financiación ajena. Ha hecho un par de pequeñas rondas para expandirse: tras un crédito ENISA de 40.000 euros, recaudaron medio millón de distintos inversores y ahora intentan cerrar otra de dos millones. “El mundo de la inversión me está pareciendo una locura”, dice. “Ahora porque llevamos tres años. Pero el primer año era como que me quería morir: no sabía lo que era el 'venture capital' [capital riesgo] ni cómo hablar a un inversor, si ir en traje o vaqueros, ponerme corbata o no”. La compañía aún están muy lejos, eso sí, de los 152 millones que lleva levantados Glovo o los 900 de Deliveroo.

Los ingresos provienen de las grandes empresas que les pagan. “Hay dos líneas: una, poner repartidores a los comercios. Si un comercio tiene mucho volumen y necesita un repartidor único, nosotros se lo ponemos”, cuenta. “Imagina que tienes un restaurante y quieres un repartidor tres horas al día. A 12 euros la hora, son 36 euros diarios. Si eres capaz de darle suficientes pedidos, te sale rentable”. La otra línea es para grandes cadenas, como Just Eat. “Just Eat dice a todos los restaurantes que, si no quieren arriesgar y poner su propio repartidor, le pueden facilitar el reparto a través de nosotros. Tenemos pactados precios por pedido”.

De cara a las operaciones, para el repartidor este trabajo se parece al de Glovo o Deliveroo, con la diferencia de que en vez de estar en la calle está en un local de Mox. La empresa tiene varios en cada ciudad - en Madrid, por ejemplo, hay cuatro: en Atocha, Plaza de Castilla, Alcalá y Cuatro Caminos - donde los repartidores recogen las bicis o motos (que pone la compañía gracias a varios contratos de renting) y descansan. Los pedidos les llegan a través de una app propia, en la que están integradas la de Just Eat y otros 'partners'. El propio sistema les manda a uno u otro local.

“Tenemos un histórico de dos años y sabemos en qué zona de cada ciudad hay más pedidos según la hora que sea”, dice el fundador. “Nuestros costes son fijos, así que necesitamos optimizar para que cada repartidor haga cierto número de pedidos semanales y nos sea rentable. Al pedido 101 semanal, lo es”.

Falsos autónomos

López no está en contra del modelo de Glovo o Deliveroo. Como empresario, sabe que es mucho más barato tener a gente colaborando “con libertad” y no contratada, aunque realmente necesite que esa gente saque trabajo adelante. Tampoco el sector de la mensajería es el único que tira todo lo que puede de falsos autónomos: la abogacía, las cárnicas y los propios medios de comunicación están entre los más señalados . “Si algún día legalizan ese modelo, yo también saltaré a él porque es mucho más rentable”, reconoce. “Pero de momento no está clara la legislación. Y, al final, hacer contratos se ha convertido en un valor diferencial a la hora de captar repartidores”.

“Nuestros 'riders' son más fieles porque aquí hacen carrera tradicional. Algunos pasan a 'traffic managers', otros a algún departamento...”, añade. “Tenemos rotación porque el sector lo requiere, pero menos que la competencia. Y asumir las bajas no es para tanto, porque los accidentes que tienen no suelen ser aparatosos”.

Respecto a cuándo será rentable Mox —recuerda que hasta la fecha ha necesitado una pequeña inversión— López asegura que “el modelo en sí es sostenible”, principalmente porque no necesita invertir millones en marketing para captar usuarios como su competencia, ya que sus clientes son las empresas. “Este verano fuimos rentables durante tres meses. Pero de septiembre a diciembre abrimos en 16 ciudades. En el momento en el que pones la maquinaria en funcionamiento, pierdes rentabilidad. Si frenáramos la expansión, en tres meses lo haríamos rentable otra vez con el margen que nos deja cada pedido por repartidor”, zanja.

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