Los ERTE que no se convirtieron en ERE, una historia de éxito del mercado laboral

Eran tan desconocidos que hasta costó llamarlos por su nombre. Los ERTE (expedientes de regulación temporal de empleo) por la COVID finalizaron el pasado jueves, dos años después de ponerse en marcha. Este mecanismo de hibernación del empleo apenas se había utilizado en España y fue la medida estrella del Gobierno y los agentes sociales para hacer frente a la crisis por la pandemia de coronavirus. Pese a los temores –y críticas– iniciales sobre que “se convertirían en ERE”, los ERTE se han consolidado como el mayor éxito de la política laboral de los últimos años, coinciden las voces expertas en el mercado de trabajo. Han protegido a 4,4 millones de personas trabajadoras en estos dos años, de los que la gran mayoría ha regresado a la actividad, mientras se lograba que el paro cayera por debajo de los niveles prepandemia.

Para entender la importancia de los ERTE hay que retrotraerse a marzo de 2020. El 'shock' causado por la irrupción del coronavirus en España fue cuestión de días. Con el virus desatado, se ordenó el confinamiento de la población en sus hogares, la prioridad de teletrabajo, los ERTE, el mantenimiento solo de la actividad esencial... Un aluvión de medidas para una crisis sin precedentes, que descalabró el PIB de manera nunca vista.

También se desplomó el empleo como nunca antes, con casi un millón de puestos destruidos en dos semanas, pero desde ese primer momento de la pandemia ya se apreció una importante diferencia respecto a pasadas: el empleo no caía al igual que el PIB, como había pasado en España en el pasado, sino que se contrajo mucho menos.

Freno a la destrucción de millones de empleos más

El principal motivo que contuvo la destrucción del empleo fueron los ERTE. El Gobierno pactó al inicio de la emergencia sanitaria en el diálogo social con patronales y sindicatos tanto ayudas para las empresas que los utilizaran, que apenas pagaban cotizaciones a la Seguridad Social por sus plantillas, como un refuerzo en la protección de los trabajadores en ERTE, a los que se garantizó la prestación de desempleo aunque no tuvieran derecho a ella y sin consumir paro.

Ante la incertidumbre del momento, el mensaje fue claro: acudir a los ERTE antes que al despido. De hecho, esta medida se reguló, de manera que se vetaba por ley el despido objetivo debido a la pandemia. Todas las medidas, tanto las coercitivas como las ayudas, y también el respaldo del mecanismo por parte de las patronales y los sindicatos en las empresas, hicieron que los ERTE se llevaran a la práctica de manera masiva.

No fue poca cosa. Mientras que en países como Alemania, con un importante tejido industrial, los expedientes de regulación temporal eran más utilizados y habían sido una pieza importante en la pasada crisis financiera, en España no había apenas conocimiento previo de este mecanismo. En un país con un enorme peso de las pymes (pequeñas y medianas empresas), había dudas de que la medida cundiera. Pero lo hizo.

“No sabía qué era un ERTE y cuando nos metieron, al principio de la pandemia, la sensación fue que sería por unos meses. Pero al final he estado todo este tiempo, dos años”, explica Carmen (nombre ficticio), una trabajadora vinculada al sector de los museos, afectado por el descenso de turistas. Como sus empleadores, muchas empresas –alrededor de medio millón– desplegaron este mecanismo de congelación temporal del empleo. En el pico más alto, en abril, estuvieron protegidas en ERTE un total de 3,6 millones de personas trabajadoras. En esos momentos, el paro registrado había escalado a los 3,8 millones de personas.

Los ERTE demostraron bastante rápido su utilidad, aunque ante el aluvión de empresas que los solicitaron hubo personas que tuvieron que esperar algunos meses para cobrar la prestación. Fueron una minoría, un 2% según los datos de Trabajo, pero en una medida tan masiva ese 2% se traducía en casi 70.000 personas, que reclamaban una solución en un momento de gran incertidumbre.

¿ERTE COVID hasta cuándo?

Los más críticos cuestionaron la efectividad de los ERTE a largo plazo. El PP, por ejemplo, insistía al inicio de la pandemia en que los ERTE se traducirían en ERE más adelante, en despidos colectivos. De hecho, en el partido solían contabilizar a las personas protegidas en estos expedientes COVID como parados. Pero el tiempo mostró cómo los trabajadores suspendidos iban reduciéndose con la recuperación de la actividad, mientras que el empleo se recuperaba y los datos del paro caían.

Carmen estuvo seis meses en ERTE de suspensión, sin trabajar, y después pasó a la modalidad de ERTE parcial, de manera que estaba empleada solo a media jornada. En su caso, el temor a perder el empleo, a esas advertencias de despidos masivos, hizo mella a medida que pasaban los meses en ERTE. “No sabíamos cuánto más podrían durar los expedientes y la empresa todavía no se recuperaba”, recuerda.

Pero el Gobierno extendió los ERTE hasta incluso algo más allá del final de las restricciones por la pandemia. Dos años de expedientes COVID, hasta el pasado 31 de marzo. La cifra final de personas en expedientes vinculadas a la COVID fue de 79.441 personas al cierre de marzo, junto a otras 17.162 en ERTE no relacionados con la pandemia, por causas objetivas (ETOP). Del total, casi la mitad estaba trabajando algunas horas, mientras que 50.700 tenían sus contratos totalmente suspendidos.

A falta de analizar en detalle la situación laboral actual de las casi 80.000 personas en ERTE COVID el mes pasado, en el Ministerio de Trabajo y en el de Seguridad Social apuntan que no han advertido grandes salidas al paro. Aún hay que medir cuántas personas han transitado a los nuevos ERTE de la reforma laboral, con la apertura de un Mecanismo Red para las agencias de viaje, las que siguen más afectadas por la reducción de actividad.

En cualquier caso, hay que poner en contexto esta cifra final de personas en ERTE sobre los “4,36 millones” de trabajadores que han estado acogidos a ERTE en algún momento desde el inicio de marzo de 2020 al inicio de marzo de 2022, según cifras de la Seguridad Social. La foto la completan una rápida creación de empleo que permitió recuperar el nivel de afiliación previo a la pandemia en mayo y la progresiva reducción del paro registrado, hasta rebajar también los niveles existentes a comienzos de 2020, el pasado noviembre.

Aunque los despidos llegaron a algunos trabajadores, no fue el destino final de la gran mayoría de personas en ERTE. En el Ministerio de Trabajo y en el de la Seguridad Social celebraban este lunes el “gran éxito” de esta herramienta de flexibilidad y ponían el acento en el “cambio de cultura” que creen que ha supuesto para el mercado laboral: el despido ya no se ve como primera (y única) salida ante las incertidumbres. Antes, están los ERTE.

La factura de los ERTE: unos 30.000 millones de euros

Una de las claves de los ERTE por la pandemia ha sido el apoyo de dinero público que han llevado aparejados. Los ERTE ya existían en el mercado laboral, pero el Gobierno pactó con los agentes sociales un aumento de la protección social para los trabajadores y ayudas a la cotización de las empresas, de manera que les salía casi gratis mantener al personal contratado.

Aunque la factura de recursos públicos de los ERTE por la pandemia aún está por cerrar, en prestaciones de desempleo el Ministerio de Trabajo apunta que se han destinado “21.400 millones de euros” hasta el pasado febrero. Falta sumarle el mes de marzo y el dinero pagado en cotizaciones sociales y el IRPF de las personas en ERTE, del que se ha hecho cargo el Estado.

Por su parte, la Seguridad Social ha invertido “algo más de 8.000” millones de euros en exoneraciones a las cotizaciones de las empresas en ERTE. Sumando ambas cuantías, al menos se han gastado 29.400 millones de euros en el mecanismo laboral estrella de la pandemia. Además, hay que sumar casi “11.000 millones de euros” en prestaciones de cese de actividad de los autónomos y las exoneraciones en sus cuotas a la Seguridad Social por la pandemia, añaden en el Ministerio dirigido por José Luis Escrivá.