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La escalada de los precios energéticos amenaza con acabar con una década de superávit del sector exterior español

Vista de la terminal de contenedores del Puerto de Barcelona, en una fotografía de archivo.

Ignacio J. Domingo

7 de mayo de 2022 23:09 h

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La prolongada década dorada del sector exterior español podría tocar a su fin a lo largo de este ejercicio. La compañías exportadoras tienen que lidiar con nuevas turbulencias en un ciclo de negocios más convulso de lo imaginado: ascensos de precios energéticos, cuellos de botella logísticos, alteraciones en las cadenas de valor. Y como consecuencia de todo ello, una espiral inflacionista desconocida en más de 40 años en las potencias de rentas altas que atenaza unas economías sobre las que pende el fantasma de la estanflación, al acercarse al tercer mes de la guerra de Ucrania.

El sector exterior español, que prendió una vez más la mecha de otra recuperación, puede ver alterada una coyuntura fructífera de saltos exportadores, apertura de mercados y consolidación de la presencia regular de empresas con vocación internacional. No hay que olvidar que España ha encadenado superávits en su balanza por cuenta corriente durante un largo decenio después de protagonizar los mayores agujeros de financiación del saldo exterior en la primera década de este milenio. Las ventas rebasaron la barrera de los 300.000 millones de euros por primera vez en la historia (exactamente, 316.609) en 2021, año en el que se restableció la diversificaron de los bienes y servicios made in Spain más allá de las fronteras europeas -su destino preferencial-, y en el que las compañías con más de 4 años consecutivos de ingresos procedentes del exterior rozaron las 60.000; en concreto, 59.193 empresas, según el censo de la Secretaría de Estado de Comercio.

El escenario se ha ensombrecido con una inflación del 8,4% en abril, que sitúa la cesta de la compra y el pago de la luz y de los carburantes muy por encima de las subidas salariales, que aún resultan moderadas y contenidas. O, dicho de otro modo: se importa inflación y los precios desvirtúan la contabilidad exterior.

Así lo empiezan a vislumbrar desde varios servicios de estudios. El de CaixaBank apunta a que la balanza comercial española ya ha intensificado su deterioro entre enero y febrero, con un déficit acumulado de 10.775 millones de euros, casi cuatro veces más que en el mismo periodo del año pasado. Sus expertos lo achacan a la factura energética, que se amplió con fuerza en el periodo bimestral -hasta los 6.985 millones- “en un contexto de intenso repunte de las importaciones y de sus precios”, aunque también el saldo de bienes no energéticos se anotó un empeoramiento, con un agujero de 3.790 millones, en contraste con el superávit de 260 millones de un año antes.

En BBVA se incide en que el despegue de la actividad en España perdió tracción al arranque de 2022. El vigor del PIB en el primer trimestre, según el avance de Contabilidad Nacional, fue del 0,3%, notablemente menor que el 2,2% del último tramo del pasado año. Si bien achacan este leve avance a la demanda externa, que aportó 1,5 puntos y mejoró todas las expectativas, al Igual que la inversión, que corrigió la caída del 2,3% del consumo privado. De no haberse comportado así, “la economía hubiera caído en contracción”, aseguran.

Mientras el informe trimestral del Banco de España alerta sobre la inflación, que prevén que se eleve a un 7,5% de promedio anual, ya que generará “consecuencias adversas sobre la competitividad exterior, la actividad y el empleo”. Aunque apunta a cierta transitoriedad porque el pronóstico es que los precios “se moderarán” al 2 % en 2023 y al 1,6 % en 2024. Esto no impedirá que diluya el superávit corriente acumulado desde 2012, pese al oxígeno que los servicios, por la recuperación del turismo, puedan llegar a suministrar al retroceso de las ventas de bienes y mercancías.

Entre otras razones, porque el comercio global tampoco destila vigor. Crecerá un 5%, según el FMI, menos de la mitad del 10,1% del ejercicio pasado, durante el que un tercio de la población global aún soportó confinamientos. Para 2023, el Fondo prevé otro aterrizaje, más suave, hasta el 4,4%. Es decir, al borde de la parálisis toda vez que, en la terminología multilateral, cualquier tasa próxima al 3,5% de dinamismo comercial mundial se aproxima a una fase de recesión económica.

La pauta, en consecuencia, parece girar en torno a la búsqueda de una fórmula que permita al sector exterior atravesar 2022. Un año que viviremos peligrosamente, admiten, pero que podría impulsar, en caso de superar la barrera, su estatus de rúbrica estructural de la economía española.  

“Indudables consecuencias” de la guerra

En el Club de Exportadores admiten las “indudables consecuencias” del conflicto bélico en el sector exterior. España -dicen en este lobby de empresas con vocación internacional- adquirió bienes por más de 1.500 millones de euros de Ucrania -sobre todo, alimentarios, el 62% del total- y exportó 682 millones (productos químicos, automóviles y maquinaria) en 2021, mientras importó más de 6.000 millones desde Rusia (de los que combustibles representaron el 80% del total) y vendió por valor de 2.200 millones.

El daño directo se reflejará en “una caída de los intercambios comerciales con ambos países” y en la necesaria sustitución de cereales, petróleo y gas ante la escasez por el efecto de la guerra y de las sanciones. Pero también habrá indirectos, a modo de cortes en la cadena de suministro, subida de la energía y retrasos en el transporte internacional, con una inflación que ha rozado los dobles dígitos y que retraerá competitividad a las empresas exportadoras y, por tanto, restará dinamismo al PIB.

Para capear el temporal de 2022 el sector exterior -especialmente, sus pymes- “deberán revisar sus protocolos y reforzar su seguridad jurídica contractual para paliar el efecto de las sanciones a Rusia” y profundizar en la diversificación geográfica, para reducir riesgos y aprovechar nichos de negocio surgidos del hueco que Rusia ha dejado en algunos países, como Turquía“, aseguran fuentes del club, que se desmarcan de una hipotética desglobalización. Más bien al contrario, la contienda militar y la pandemia desvelan ”lo interconectado que está el mundo y su elevada dependencia“ comercial, inversora y geopolítica, aunque vaya a ”acortar las cadenas de valor y a adquirir más autonomía a través del impulso de la producción local“.

Raúl Mínguez, director del servicio de Estudios de Cámara de España, sin embargo, se inclina por un “efecto más moderado” de la guerra en el sector exterior de España. Dado que Rusia representa el 1,8% de nuestras importaciones y el 0,7% de las exportaciones y Ucrania el 0,5% de nuestras compras y el 0,2% de las ventas, según datos de 2021. A su juicio, la repercusión “no obedece tanto al tamaño de las economías implicadas, sino a su papel como principales productores de algunas materias primas esenciales como el petróleo, el gas natural, níquel, aluminio, paladio o los cereales”. Además este “nuevo shock surge cuando aún no se han normalizado las cadenas de suministro global tras la irrupción de la Covid-19”, lo que agrava los problemas de oferta que ya estaba sufriendo una parte importante del tejido industrial.

Las predicciones camerales hablan de un aumento exportador en 2022 en el entorno del 11,5% en términos interanuales. Por el todavía significativo, aunque menor, crecimiento en la UE y por la consolidación de la depreciación del euro frente al dólar, que podría perdurar si las subidas de tipos son más agresivas en EEUU que en Europa -dice Mínguez- y, por ende, dar impulso al sector exterior y mejorar la competitividad de sus mercancías.

En Cámara España confían en la capacidad de resiliencia y en el afán transformador de las firmas exteriores ante la inestabilidad e incertidumbre global que podría paralizar ciertas inversiones. En definitiva, en la apuesta por la internacionalización, con un 58% más de empresas regulares en su acción exterior que en 2011 y con mayores fortalezas competitivas en bienes y servicios y en términos estructurales y de precios. “Reconvertirse y explorar el espacio exterior son dos palancas claves para superar la crisis con una gestión inteligente de la inflación”.

La guerra restará flujos de comercio -la OMC acaba de reducirlos a un 3%- pero la globalización “no tiene marcha atrás ni va a detenerse, aunque se reconfigurará”. Motivo por el que Mínguez también se apunta al consejo de la diversificación de mercados en un momento de reseteo del orden económico internacional, del que emerge “la necesidad de garantizar destinos como las fuentes de aprovisionamiento de materias primas o la relocalización de al menos una parte de la producción para amortiguar la excesiva dependencia del exterior en sectores estratégicos”. También apunta a un acortamiento de las cadenas de valor, su regionalización y nuevas políticas de stocks para disponer de unas mínimas reservas e inventarios.

Antonio Merino, del Servicio de Estudios de Repsol, explica que “con todas las precauciones y siempre dependiendo de la evolución del PIB mundial y por regiones, podemos ser optimistas sobre el sector exterior español en esta fase de recuperación y crecimiento […] dada nuestra menor elasticidad de importaciones frente a la UE y a que incorporamos menor valor foráneo que ellos en nuestras compras”. Así como en otras “muchas variables” donde se revela un mejor comportamiento respecto a sus rivales de la zona del euro; por ejemplo, en términos de valor añadido en las exportaciones, en proporción de inputs reexportados o en la “no pérdida de competitividad del factor trabajo y en los efectos ventajosos de las reformas de mercados de productos.

A juicio de Merino, las recuperaciones esperadas en la movilidad en 2022 y en el turismo señala a un sector exterior que “seguirá contribuyendo al crecimiento” y al que recomienda entender la pérdida inicial que “la política regulatoria, fiscal y de cambio climático de los dos últimos años” no debe entenderse sólo como restrictiva porque continuar con su senda “elevará la duración y la intensidad” del ciclo de negocios actual.  

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