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La productividad, citada por los expertos como una de los principales carencias de la economía española, mide la eficiencia del trabajo y lo que se consigue producir en un periodo determinado. A pesar de que los españoles están entre los europeos que más horas trabajan al año (1.695 de media), su productividad se encuentra entre las menores de la UE, lejos de países como Noruega, Suiza y Dinamarca.
Según un reciente informe de la OCDE titulado “Compendio de indicadores de productividad 2019”, España es el país desarrollado que mayor porcentaje de empleo ha destruido en los sectores más productivos en la última década (483.000, un 2,5% del total de los trabajadores activos, tanto en 2010, que es la fecha que se usa como referencia, como ahora). Del otro lado, ha creado 354.000 empleos en sectores con una productividad por debajo de la media.
En total, los sectores donde más empleo neto se ha creado en el periodo estudiado por la OCDE en España son hostelería (185.600); programación, consultoría e informática y servicios de información (93.200) y “servicios personales”, que incluye servicios de lavandería, peluquería y tratamientos de belleza, pompas fúnebres y actividades de mantenimiento físico (74.700). Del lado contrario, se han destruido más de medio millón de empleos netos en construcción (512.300); 76.400 en empleo doméstico y actividades de hogares para consumo propio y 59.400 en el sector financiero.
Suelen ser sectores poco productivos la hostelería, la construcción y las administraciones públicas. Del otro lado se sitúan la industria y las empresas más tecnológicas. Se relaciona con empresas de pequeño tamaño y temporalidad en el empleo, que impide a los trabajadores formarse adecuadamente para su puesto. Y todas estas son características (economía muy dependiente del turismo, prevalencia de las pequeñas y medianas empresas, trabajo temporal) de la economía española, según recuerdan los economistas.
La analista de Funcas María Jesús Fernández apunta varias razones para explicar este comportamiento de la productividad española: la sobreabundancia de mano de obra no cualificada, y la escasa adaptación del sistema educativo a la demanda de puestos técnicos. Algo que a su juicio empeorará cuando “la revolución industrial en la que estamos inmersos”, y para la que el mercado laboral no se estaría preparando, advierte, se complete.
Cita también como motivo del bajo valor añadido del trabajo en España la temporalidad, que impide a los trabajadores adquirir la experiencia necesaria en sus puestos de trabajo, y, sobre todo, el elevado de peso de las pymes. Las pequeñas y medianas empresas tienden a invertir menos en i+d que las grandes, tienen menor músculo económico para adoptar la tecnología que las haga más productivas y también peor capacidad para aprovechar las economías de escala, aquellas que permiten producir cada vez más a menor coste.
El frenazo en el crecimiento de la productividad es una tendencia común en todos los países desarrollados, incluso antes de la crisis financiera. Pero en el caso de España, no es que suba menos, sino que se ha estancado.
Según el secretario de Economía de Podemos, Nacho Álvarez, el fuerte crecimiento del empleo en sectores de baja productividad revela que, “lejos de avanzar en la buena dirección, las reformas de los últimos años han hecho que profundicemos nuestra especialización en sectores de poco valor añadido y bajos salarios”. A su juicio “nuestro país necesita poner en marcha una verdadera política industrial -ausente durante las últimas décadas- que siente las bases de un nuevo modelo”.
Un problema sobre el que también admite su preocupación el Banco de España. “Durante las últimas décadas, el aumento de la productividad total ha sido notablemente escaso en nuestro país, e incluso mostró tasas de crecimiento negativas durante buena parte de la primera década del siglo XXI”, un comportamiento “pobre” con consecuencias en términos de riqueza, destacaba este martes el gobernador de la entidad supervisora, Pablo Hernández de Cos, en un discurso en la Asamblea anual del Instituto de la Empresa Familiar.
La productividad en España ha crecido en los veinte últimos años aproximadamente un 0,2% en promedio, 2 décimas menos que la media de la zona del euro, de acuerdo con las estimaciones de la Comisión Europea.
Según Hernández de Cos, si este indicador se hubiese comportado como en la media de la eurozona, la renta por trabajador alcanzaría hoy en España casi el 90% de la media de los países del euro, frente al 83% que representa en la actualidad.
Así, el estancamiento de los salarios no es ajeno a los problemas de productividad. Como destaca Joaquín Maudos, catedrático de Análisis Económico en la Universidad de Valencia y director adjunto de Investigación del Ivie, “el aspecto negativo a señalar en España es que el empleo que se crea se hace en sectores que tienen menor capacidad de generar valor añadido, lo que hace que se resienta la evolución agregada de la productividad. Y esto a su vez se traduce en un menor nivel de bienestar (PIB por habitante)”.
También destaca Maudos que aunque la preocupación de la OCDE es general, ya que son muchos países los que repiten el esquema de creación de empleo en sectores pocos productivos, y estancamiento de salarios, hay diferencias. Por ejemplo, en EEUU se ha creado empleo en los dos tipos de sectores —tanto los que tienen una productividad por debajo (8,312 millones de empleos) como por encima de la media (3,893 millones)—, si bien también se crean más en los menos productivos. “Lo preocupante de España es que los sectores más productivos han destruido empleo”, resalta.
Aunque reconoce que es un problema, María Jesús Fernández matiza en parte los datos de la OCDE referidos a España, ya que, según asegura, si en lugar de contemplar el periodo 2010-2017 se tiene en cuenta el tipo de empleo creado en España desde 2014, es decir, la salida de la crisis, sí que se ha creado un 45% de puestos de trabajo cualificados en sectores como la industria.
Respecto al tejido empresarial, Hernández de Cos señala que las nuevas empresas españolas son de reducida dimensión y muestran niveles de productividad inferiores a la media de su sector, lo que afecta tanto a su supervivencia como a su capacidad de crecimiento.
En concreto, la productividad relativa de las empresas pequeñas españolas es un 40% inferior a la de las alemanas, francesas e italianas. Este diferencial se va atenuando a medida que se analiza la productividad de compañías mayores, si bien en cualquier caso nunca cae por debajo del 10%, según datos recogidos por el Banco de España.
Además de la formación profesional de los trabajadores, el Banco de España cita los bajos niveles de la inversión de I+D en España tanto en la vertiente pública (el 0,8% del PIB en 2016) como en la privada (el 1,4% del PIB en dicho año), lo que sitúa a España en niveles un 25% y un 50% inferiores a la media europea, respectivamente.
En cuanto a los problemas de acceso a la financiación, otro de los lastres que impiden crecer a las pymes, el gobernador ha recordado que los préstamos bancarios concedidos con laxitud antes de la crisis a empresas poco productivas “favoreció la acumulación de desequilibrios macrofinancieros”, mientras que en la actualidad “la asignación del crédito parece estar siendo más eficiente” y dirigida hacia empresas “que presentan una situación económica y financiera comparativamente más favorable”. Por ello, Hernández de Cos ha invitado a las pequeñas y medianas empresas a estar preparadas “para acometer la búsqueda de vías alternativas de financiación (...) en los mercados de capitales”.
Para Nacho Álvarez, la solución podría pasar por un nuevo banco público de inversión para “favorecer el desarrollo de las pymes, una política de clusters (tecnologías en el proceso industrial) avanzada, la digitalización y la I+D, redundando todo ello en mejoras de la productividad”.
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