María del Mar tiene 51 años y un contrato como limpiadora en un colegio para personas con discapacidad. Ha trabajado esporádicamente y pasó largos periodos inactiva, dedicada al cuidado de sus hijos, pero hace unos años comenzó a buscar empleo con ahínco. Es parte de uno de los fenómenos más transformadores de la historia de España: la incorporación imparable de mujeres a su población activa, es decir, de mujeres con la voluntad de trabajar en el mercado laboral formal. En los últimos 25 años, la tasa de actividad femenina ha crecido veinte puntos. En términos absolutos eso quiere decir que más de cinco millones de mujeres han pasado a formar parte de la población en disposición de trabajar.
Ni siquiera la crisis ha frenado esta tendencia: mientras que la tasa de actividad de los hombres ha bajado, la de las mujeres ha seguido creciendo. Los hombres tienen actualmente una tasa de actividad del 65,2%, cuatro puntos menos que a comienzos de 2008. El caso de las mujeres es el contrario: cuando empezó la crisis, su tasa de actividad era del 50,2% y ahora está tres puntos y medio por encima, en el 53,6%.
El aumento de mujeres activas que experimenta España, señala la profesora de Economía de la Universidad Autónoma de Barcelona Carmen Sarasúa, se está produciendo a pesar de la ausencia de medidas para fomentar su actividad. “Además, aunque a diferencia de otras crisis no ha habido declaraciones mandando a las mujeres a casa para preservar el empleo masculino, sí ha habido políticas que en la práctica están induciendo el retiro y la inactividad de las mujeres”, señala la experta. Es decir, las mujeres quieren estar en el mercado laboral a pesar de medidas como el abandono de la ley de dependencia o la ausencia de educación infantil pública y gratuita.
Un reciente informe de la CEOE sobre los efectos del envevecimiento de la población en el mercado laboral constata que la incorporación masiva de mujeres al mercado laboral ha sido un factor determinante para que aumente la tasa de actividad en España en los últimos años, a pesar de la crisis económica y el colapso del mercado de trabajo.
A principios de los noventa, la tasa de actividad de las mujeres era del 34,9%: solo 4.807.500 mujeres estaban dispuestas a entrar en el mercado laboral. La inmensa mayoría se concentraba en el tramo de edad de entre 25 y 54 años y menos de medio millón de mujeres mayores de 55 años estaban activas. La cifra comenzó a crecer con rapidez, también entre las mayores de 54 años. En 2016, de las diez millones y medio de mujeres activas ya hay millón y medio que supera esa edad.
Mayores de 50 años
Una de las razones que ha empujado a la actividad a las mujeres que superan los 54 ha sido el paro de sus maridos, que hasta entonces eran los cabezas de familia. Durante la crisis, la actividad ha crecido sobre todo entre las mujeres casadas. “Al comienzo de la crisis, la destrucción de empleo fue sobre todo masculina y muy ligada a la construcción. Muchos de esos hombres eran mayores de 55 años y su recolocación en el mercado es casi imposible. Ante esa situación, mujeres mayores de 50 años pasaron de estar inactivas a estar activas. Es una estrategia de hogares”, explica Sarasúa.
Sobre si una hipotética mejora del mercado laboral puede revertir esta situación, la experta está segura de que no: “Ya sucedió con las mujeres que se dieron de alta como cuidadoras de un familiar por el efecto de la Ley de Dependencia. Aunque ya no tienen derecho a Seguridad Social, muchas ya se consideran activas”.
Es el caso de María del Mar. “Mi marido se quedó en el paro y con la ayuda para mayores de 55 años no se subsiste”, cuenta. Fue así como buscó y consiguió su contrato. Aunque temporal, María del Mar tiene la voluntad de seguir en el mercado de trabajo, en su centro actual o en otro sitio. “Sí o sí, tengo que trabajar”.
Sin embargo, es el empuje de las generaciones jóvenes lo que hace prever que la actividad femenina seguirá creciendo. “Las tasas de las jóvenes han disminuido durante la crisis, pero ha sido porque se están retirando para formarse más. Precisamente porque en el futuro quieren asegurarse su inserción laboral y saben que lo tendrán más difícil que los hombres para llegar a determinados sitios, invierten más años en su educación e incluso en preparar oposiciones”, explica la profesora de Economía.
A partir de los 25, la tasa de actividad crece en todos los grupos de edad. “Ahora ya tenemos la evidencia histórica de que hay una crisis en la que no nos han echado del mercado laboral. Las mujeres no solo no quieren irse a sus casas, sino que hay más que quieren entrar al empleo”, concluye Sarasúa.