España se está financiando al coste más elevado, más caro, desde 2011. Nuestro país está pagando de media un 3,3% por la deuda que ha emitido este año (en julio hasta un 3,6% y en agosto un 3,55%), un máximo desde la crisis del euro y de los rescates bancarios, cuando alcanzó el 3,9%. Sin embargo, la situación es muy diferente ahora por distintas razones. Reina la calma. Incluso a pesar de que el endeudamiento es mayor por las necesidades que provocó la crisis sanitaria y el shock económico de la pandemia.
En 2022, a España le costó un 1,34% la deuda nueva. En 2021 y 2020, un mínimo del 0%, por las políticas expansivas del Banco Central Europeo (BCE) para favorecer la recuperación del golpe de la COVID. La misma institución monetaria ha subido los tipos de interés oficiales desde el 0% en el que los mantenía en julio hasta el 4,25% actual, para luchar contra la inflación. Una escalada que ha presionado el coste de la financiación para las familias, las empresas y, efectivamente, para los Estados.
No obstante, no hay alarma respecto a estos últimos. Porque, al menos de momento, no hay motivos para temer una nueva crisis de deuda. Y eso que las economías de la eurozona están mucho más endeudadas que tras el estallido de la burbuja inmobiliaria en 2008.
Entre las principales potencias y según las previsiones, España cerrará 2023 con una deuda pública del 110,6% respecto al PIB (Producto Interior Bruto), tras alcanzar el 120,4% en 2020. En 2014 (último récord antes del COVID) se quedó en el 105,1%. Alemania finalizará este año en el 65,2% (68,7% en 2020). Francia, en el 109,6% (114,6% en 2020). El caso más preocupante es el de Italia: 144,4%, frente al 135,5% de la crisis del euro.
La deuda/PIB es la primera ratio que se observa para medir la sostenibilidad de la deuda. Y aunque el numerador (la deuda) sigue creciendo porque se espera que los Estados sigan teniendo déficit (el gasto público que no cubren los ingresos), la relación se reduce por el crecimiento económico, del PIB (el denominador), que España lidera en la Unión Europea (UE). Además, la deuda/PIB no es la única ratio para observar la sostenibilidad de la deuda. Ni la más importante. Ni siquiera con los costes subiendo y subiendo.
“A los mercados financieros [en referencia a los inversores en deuda de los Estados] les importa menos el volumen de deuda que la fortaleza y la resiliencia”, señala en un informe Ludovic Suttor-Sorel, de la ONG Finance Watch. “Las agencias de calificación evalúan la sostenibilidad de la deuda pública ponderando su stock de deuda (deuda respecto al PIB) con su asequibilidad (pago de intereses frente a los ingresos), composición (vencimiento promedio, base de propietarios) [...] y, fundamentalmente, el apoyo de su banco central”, continúa.
Estos son los principales datos que permiten mantener la calma:
Coste medio de toda la deuda en el 2%
El coste de la deuda nueva, la que el Tesoro de España coloca varias veces al mes en distintos plazo de vencimiento para cubrir el déficit, ha escalado en los últimos meses hasta un máximo no visto desde 2011 (como se indica al inicio de esta información).
Sin embargo, el coste medio de toda la deuda de nuestro país en circulación se ha elevado, sí, pero mucho menos gracias a que partía del mínimo histórico del 1,6% de 2021. Es decir, la deuda nueva, más cara, ha ido subiendo el coste medio, pero solo hasta el 2% de momento.
El pago de intereses respecto a los ingresos está contenido
Este coste medio del 2% permite que el pago de intereses anual no se haya disparado. Este año serán alrededor de 31.000 millones de euros, 6.000 millones más que en 2021. Pero en relación con los ingresos del Estado, lo que España pagará en intereses en 2023 se quedará algo por debajo del 6%. Y se espera que esta ratio permanezca contenida. En 2013, superó el 9%.
Según opina el experto de Finance Watch, los socios de la UE “pueden permitirse la deuda que necesitan” para las inversiones y reformas orientadas al futuro. Y se va al ejemplo de la gran economía europea con más desequilibrios. A pesar del volumen de deuda comparativamente alto, “los costes [el pago de intereses] de Italia son manejables: representan el 8,4% de sus ingresos públicos. En el Reino Unido alcanza el 8,1%, en Estados Unidos el 14,3% y en la India, el 23%”, finaliza.
Vida de la deuda más larga
Una de las claves para que la factura de intereses no se dispare y se convierta en un problema es que el Tesoro aprovechó los años de tipos en mínimos para emitir deuda a plazos más largos, que normalmente son más caros, y así extender en más tiempo los vencimientos. De media, la vida de toda la deuda de nuestro país ha llegado a rebasar los 8 años, desde los 6,2 años de 2013. En la práctica, se traduce en que cada año solo vence cerca de un 12% de toda la deuda. Es decir, solo hay que refinanciar más caro uno de cada ocho euros.
El BCE sigue ahí
La última clave para que la deuda no sea un problema urgente para España ni para el resto de la UE es que el BCE sigue ahí. Está subiendo los tipos de interés oficiales, sí. Además, ha cancelado la mayor parte de sus programas de compras de deuda de los Estados y las empresas, que puso en marcha desde 2014 para garantizar la demanda y bajar el coste.
Pero no los ha revertido (no ha decidido vender esa deuda): el BCE, a través del Banco de España, sigue teniendo casi un tercio de toda la deuda de nuestro país (la mayor parte a largo plazo), el máximo que se autoimpuso. Esto sigue siendo un ancla para los costes. Hasta 2015, este porcentaje era apenas un 5%.
A futuro, “ninguno de los Estados soberanos de la eurozona puede obligar al BCE a actuar, pero es razonable esperar que los apoye”, incide Ludovic Suttor-Sorel. De momento, la institución monetaria ha diseñado un instrumento, conocido como TPI (por sus siglas en inglés: Transmission Protection Instrument), que le permitiría comprar deuda de un país concreto (como Italia o España), bajo cierta condicionalidad (exigencias de austeridad), si sus costes para endeudarse se dispararan frente a Alemania (la referencia en el mercado de deuda de la eurozona). Es decir, si volviera a producirse una crisis de primas de riesgo.