Corre el año 1968 y dos jóvenes sonrientes empujan una vagoneta cargada de cinabrio. Son las dos primeras mujeres ingenieras de minas de España y celebran su recién estrenado título universitario en las minas de Almadén, en la provincia de Ciudad Real.
Ese momento lo inmortalizó con su cámara un fotógrafo de la Agencia Efe. 46 años después, la imagen ha formado parte de la exposición con la que la agencia ha celebrado en Toledo su 75 aniversario. Y 46 años después, la fotografía también ha llegado a manos de sus protagonistas.
Las retratadas son Julia Dorado y Esperanza Galván, dos mujeres valientes que hace casi medio siglo decidieron dar el paso de estudiar en la Escuela de Minas de Almadén, cuyas aulas sólo vieron pasar hombres desde que el rey Carlos III la fundara en 1777.
El valor documental de esta instantánea, y el encanto que desprende, llevaron a los periodistas de la Agencia Efe en Toledo a seleccionarla como una de las fotografías que no podía faltar en la exposición que organizaron el pasado mes de noviembre.
Junto a ella, se expusieron otras 74 instantáneas de caras conocidas, deportistas, políticos, o momentos que han marcado la historia de España y Castilla-La Mancha durante los últimos 75 años.
Tras un mes expuesta en el Museo de Santa Cruz de Toledo, compartiendo pinacoteca con una de las muestras más importantes organizadas en 2014 sobre el Greco, la fotografía ahora se encuentra en Málaga, en casa de Julia, y una copia de la misma en Madrid, en el domicilio de Esperanza.
Ha sido posible gracias al empeño de los periodistas de Efe, que no han descansado hasta lograr identificar y localizar 46 años después a las dos jóvenes que aparecían en la foto.
El encargado de llevar la fotografía a Julia Dorado ha sido su hijo, Javier, que trabaja en la capital castellanomanchega y también ha estudiado en Almadén, aunque Ingeniería Industrial.
Contagiado por la emoción de su madre, Javier nos ha relatado la impresión que ha producido en Julia tener la foto en sus manos y recordar aquellos años universitarios.
En conversación telefónica, Julia explica que, antes de recibir la llamada de la Agencia, un primo suyo de Almadén, ciudad en la que ella nació, ya le contó que la fotografía estaba expuesta en Toledo: “Me alegré muchísimo; estoy muy, muy agradecida”, afirma.
La almadenense recuerda que comenzó a estudiar Ingeniería de Minas porque antes lo había decidido su hermana, Rafi, a la que otorga todo el mérito de ser la primera mujer matriculada en estos estudios, un año antes, aunque terminó en febrero de 1969, unos meses después, porque en una de las asignaturas fue a dar con un profesor demasiado exigente.
Julia rememora aquellos años en los que se divertía “muchísimo” y tiene guardadas en su memoria multitud de anécdotas: ella era la delegada en una clase repleta de hombres, y el cuarto de baño era sólo para los alumnos de este sexo, un agujero en el suelo en el que unas señales indicaban donde tenían que ponerse los pies.
También se acuerda de que, unos años antes de comenzar la carrera, estando internada en un colegio de Ciudad Real, visitó las minas de Almadén y se “bañó” en una balsa de mercurio.
A la hora de hablar del mérito que supone haber sido una de las primeras mujeres ingenieras de minas de España, Julia le resta importancia y dice que, de no ser ellas, “hubieran sido otras mujeres las primeras”.
No obstante, no sólo la Agencia Efe, sino diversos medios de comunicación de la época se hicieron eco de la noticia y en diarios como Abc se pueden leer artículos fechados en 1968 que informan de que “dos señoritas de Almadén acaban de obtener, tras brillantes ejercicios de fin de carrera, el título de Ingeniero de Minas”.
Tras finalizar sus estudios, Julia, de familia minera y casada con un compañero de promoción, esperó a tener hijos y a cuidarles durante unos años antes de comenzar a trabajar. Después, se dedicó a realizar proyectos de captación de aguas subterráneas, tarea que le llevó incluso a Jamaica.
La que sí comenzó a trabajar nada más acabar la carrera fue Esperanza Galván, quien cuenta que comenzó a estudiar Ingeniería de Minas sin saber si le iba “a gustar o no”, aunque finalmente le “gustó muchísimo”.
“Que fuéramos las primeras chocó mucho”, cuenta Esperanza, quien recuerda que la primera vez que bajó a la mina pensó: “Aquí no aguanto ni loca”.
Nació en Almadén porque a su padre le habían trasladado allí, y, una vez finalizados sus estudios, comenzó a dar clases de dibujo en el instituto de la localidad, porque era la alumna con mejores notas en esta materia. Años después se trasladó a Madrid para trabajar en la empresa Minas de Almadén.
Hoy las dos mujeres están jubiladas y, aunque a cientos de kilómetros de distancia, mantienen una gran amistad y siguen coincidiendo a la hora de tomar decisiones: ambas, por ejemplo, han colocado la fotografía en un lugar privilegiado del salón de sus casas.