Estudiar una oposición pasados los 30: “La gente está harta de enfrentarse a un mercado laboral sanguinario”
Eva rondaba la treintena cuando se quedó en el paro, después de que uno de los proyectos de incidencia política en temas de género en el que trabajaba terminase. Ella había estudiado trabajo social. “Es muy vocacional, pero también muy precario”, admite. Entonces decidió explorar un camino que nunca había sido una opción: el de la oposición. Alfonso, sin embargo, tenía unas buenas condiciones salariales en una multinacional pero se sentía estancado. “Solo me ofrecían irme fuera de España”, cuenta. Con dos niños de cuatro y un año, no era una posibilidad plausible, así que optó por una excedencia por cuidados, que compagina con el estudio para lograr una plaza en el cuerpo de ingenieros del Estado. Tiene 43 años.
Aunque son trayectorias diferentes, tanto Eva como Alfonso tienen una cosa en común: nunca se habían planteado opositar, hasta que un conocido decidió hacerlo. Ese gusanillo, que salta a través del boca a boca, se extiende cada vez más. La percepción de que más personas trabajadoras optan por dar un viraje a una trayectoria profesional ya iniciada para apostar por el sector público es compartida. “En mi entorno está bastante generalizado, la gente está harta de enfrentarse a un mercado laboral muy sanguinario”, explica la mujer.
La tendencia se ha acentuado en los últimos años, como perciben desde las academias que se dedican a preparar estos exámenes. “Cuando pasamos la pandemia, con muchas situaciones de regulaciones de empleo, muchas personas entre los treinta y tantos y los 50 se plantearon opositar”, señala la directora de empleo público de Adams, Gloria Oliveros. Las edades de sus alumnos pueden no ser extrapolables al grueso de opositores, pero dan una idea de la situación: solo el 15% tienen menos de 30 años; entorno al 20% se encuentran en la siguiente década; y el 35% están entre los 40 y los 50 años; por encima, según sus datos, está alrededor del 25%.
Estaba muy quemado, no veía estabilidad, un compañero me comentó el tema de las oposiciones y me pareció una salida. Cuando me echaron de la empresa fue una señal
Fernando llevaba cuatro años trabajando en un call center cuando le despidieron. “Estaba muy quemado, no veía estabilidad, un compañero me comentó el tema de las oposiciones y me pareció una salida. Cuando me echaron de la empresa fue una señal, así que me apunté a la academia ese mismo día”, explica. Ocurrió hace un lustro. Comenzó con las de auxiliar judicial, pero se le hicieron cuesta arriba —“le daba cincuenta vueltas al temario y seguía encontrando cosas nuevas”—; después probó brevemente con las de profesor de historia para secundaria; y finalmente optó por centrarse en bibliotecas, un puesto para el que hay una gran oferta. “He hecho cuatro exámenes y he aprobado el último, ahora estoy a la espera”, señala.
A diferencia de Eva o de Alfonso, Fernando no ha podido dedicarse solo a estudiar. “A esta edad también tienes que seguir con tu vida. El año pasado me compré una casa con mi chica y para eso tienes que trabajar”, indica, empleado ahora en una gestoría de recobros. Compaginar ambas tareas no es imposible, pero se complica en las del grupo A1, las superiores. En escalas inferiores es más factible. “Quien se pueda permitir dejar de trabajar, lo va a hacer. Quien no, tendrá que ocuparse más en sacar el mayor provecho posible a las horas que tiene disponibles”, señala Oliveros.
Ángela de las Heras es coordinadora de oposiciones del Centro de Estudios Financieros (CEF), una de las academias de referencia, donde lleva trabajando 37 años. “Hace muchos años, cuando venía una persona a partir de los 40, le explicábamos que no era fácil, porque tiene que competir con gente joven, recién licenciada o con hábito de estudio. A raíz de la crisis de 2008 empezamos a ver a gente que venía con esa edad. Ahí teníamos un problema tremendo, porque no había plazas ni en la empresa pública ni en la privada, pero desde que ha empezado a haber ofertas de empleo público de nuevo, sí es una oportunidad”, explica.
Casi un millón de plazas
Si entre 2010 y 2014 la oferta de empleo público se redujo a unas 5.000 plazas, en los últimos años el aumento ha sido notable. En 2016 se convocaron más de 19.000 plazas, en 2019 salieron a concurso unas 38.000, en el año 2020 fueron 28.000 y en 2021, 30.000 y en 2022, solo las de acceso libre de la Administración General del Estado superaron las 16.800. Y esta oferta no parece que se vaya a reducir en los próximos ejercicios. “La administración pública tiene el gran reto de reponer casi el millón de plazas que se van a quedar vacantes en la próxima década por el envejecimiento de las plantillas”, razona Oliveros.
Es un pronóstico con el que coincide De las Heras: “No hemos conocido otro momento como el actual, por el número de plazas y, algo más importante, por el número de presentados. Pero la oferta parece que va a seguir en esta línea, por las jubilaciones del personal”. Precisamente, esa baja demanda general viene acompañada por un impulso del empleo. Según los últimos datos de afiliación a la Seguridad Social, de marzo, el mercado laboral creció en más de medio millón de personas con carácter interanual y se superaron los 20,9 millones de trabajadores. Es una cifra histórica, empujada por la Semana Santa pero que sigue la tendencia previa, que marca también el dato más bajo de temporalidad en el sector privado: un 12,7%.
Yo tenía vocación, luego la perdí. Las condiciones precarias y la vida que te dan determinados puestos de trabajo la mata. No le pasa a todo el mundo, pero a mí sí. Opositar es una posibilidad de salir de esa dinámicas de empleo, con mucha inestabilidad
Quien lo ha hecho lo sabe bien: estudiar una oposición supone ciertas renuncias. “Me he tirado dos años de mi vida prácticamente encerrada, casi sin vida social, mientras al alrededor, con treinta y tantos la gente está haciendo su vida”, explica Eva, que reconoce que, pese al “vértigo” ante tantas renuncias, espera que “a la larga merezca la pena”. “Yo tenía vocación, luego la perdí. Las condiciones precarias y la vida que te dan determinados puestos de trabajo la mata. No le pasa a todo el mundo, pero a mí sí. Opositar es una posibilidad de salir de esa dinámicas de empleo, con mucha inestabilidad y de tener un entorno laboral con ciertos derechos asegurados y unas condiciones mucho mejores en términos de horario”, desarrolla, a la espera de obtener los resultados de la convocatoria a la que se presentó en septiembre y con un puesto de interina.
Ana estudió Bellas Artes, se dedicó a algún pequeño trabajo de diseño gráfico y después estuvo empleada cuatro años en el restaurante de unas amigas, en Mallorca. “Me lo pasé muy bien, pero no era lo que quería hacer, así que me hice autónoma para realizar ilustraciones por mi cuenta”, recuerda sobre su gran vocación, ahora en stand by. Con 31 años y embarazada de su primera hija, se puso a estudiar. “Empecé pensando que sería fácil, me presenté a los 15 días y suspendí. Cuando nació la niña ya sabía cómo iba el examen y en 2023 aprobé”, recuerda. Habían pasado seis años, dos embarazos y dos pequeñas de cuatro años y medio y tres meses. “Si no tienes una red en la que te puedas apoyar, es complicado hacerlo todo. Sin mi pareja y mi familia, habría sido imposible”, explica.
También con dos pequeños en casa, Alfonso reconoce que no es sencillo. “Me está costando, pero lo importante es la motivación”, dice. Él aprovecha las mañanas, tras llevar a los niños al colegio, para apretar con el estudio. “Ya no tienes la rutina de estudiar. Yo me hacía mis esquemas, ¡pero igual ya no sirve!”, bromea. En su caso, sabe que si aprueba la oposición y consigue una plaza, sus condiciones salariales empeorarán. Ha calculado que entre un 30 y un 40%. No es una queja, porque “se cobra los suficiente para vivir bien” y tiene otras compensaciones. “Te da libertad personal y profesional, porque si sale otra plaza, puedo pedirla. En la empresa privada si quieres cambiar es más complicado. Me quedan más de 20 años de carrera profesional y quiero tener cubiertas las espaldas”, explica.
Más a partir de los 40 que antes de los 30
Fuentes de la Central Sindical Independiente y de Funcionarios (CSFI) coinciden en esa “percepción de la situación, a raíz de las ofertas de empleo público”. “Es cierto que hay mucha gente de 45 años o más, un nuevo perfil que busca estabilidad en su vida laboral como alternativa a la empresa privada. Opta por unos sueldos más modestos pero más estables a lo largo del tiempo para garantizarse una jubilación sin sobresaltos en su última etapa laboral, lo que es compatible con jóvenes que ven un horizonte de precariedad en el empleo”, indican.
Según los datos del Registro Central de Personal, entre el 2019 y el 2022, los últimos disponibles, el grueso de los funcionarios y laborales fijos del Estado de nuevo ingreso en la administración general tenían entre 30 y 40 años. El porcentaje muestra el momento del ingreso, pero no cuándo se empezó a estudiar la oposición, un periodo que puede alargarse varios años, según la categoría, ni cuándo se realiza el examen, hasta dos años antes de acceder de facto al puesto, por lo que posibles cambios en los patrones pueden tardar en apreciarse.
Como muestra el gráfico anterior, en 2022, uno de cada tres nuevos funcionarios tenía menos de 30 años. El estudio de la plataforma OpositaTest, El peso del opositor en España, publicado en marzo, señala que dos de cada 10 españoles, entre 18 y 55 años, se ha planteado opositar en el último año y que un 10% de la población en edad activa ha empezado a hacerlo. Según el trabajo, seis de cada 10 interesados por esta vía tienen entre 18 y 34 años y “la mayoría afirma buscar estabilidad por encima del salario y vienen motivados por la dificultad que tienen para encontrar trabajo y la precariedad de las ofertas laborales con las que se encuentran al acabar sus estudios”.
Para aquellos que optan por virar su trayectoria influyen también cambios en la percepción del trabajo y en la relación de los empleados con las compañías y viceversa. “Antes entrabas en una empresa y te veías trabajando ahí hasta el final. Eso ha cambiado”, explica De las Heras. El informe de tendencias de recursos humanos para 2024 de la consultora Randstad, con una encuesta a una muestra representativa de 300 empresas en noviembre y diciembre del año anterior, muestra que casi la mitad cuentan entre sus principales desafíos la fidelización de talento y equipos. El estudio señala como una de las causas los problemas de rotación, que ya venía percibiendo en ejercicios anteriores. En 2022, situaba la cifra media anual en España en el 17%, con un incremento en cuatro de cada diez empresas.
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