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Europa gana el pulso competitivo a EEUU por el capital tecnológico en energías renovables

Imagen del centro de investigación y desarrollo tecnológico Tecnalia en San Sebastián, que cuenta con un laboratorio pionero en Europa para el desarrollo de tecnologías del hidrógeno.

Ignacio J. Domingo

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“Europa lidera la acumulación de capital y las manufacturas vinculadas a la energía eólica y solar y a las baterías para la adopción del vehículo eléctrico”, aunque EEUU supera al Viejo Continente “en matriculaciones” de automóviles con este tipo de motor, “principalmente por el aumento de la popularidad de los coches híbridos” al otro lado del Atlántico “y por el descenso en ventas” dentro del mercado interior. De esta manera tan elocuente expresa el Transatlantic Clean Investment Monitor la conclusión de su primer estudio comparativo sobre la trayectoria evolutiva de las hojas de ruta verdes de uno y otro lado del océano, elaborado por expertos del Instituto Bruegel, think tank de marcado cariz europeísta.

No es la única deliberación que inclina la balanza de la neutralidad energética a favor de Europa en este doble cambio de paradigma, tecnológico y sostenible, y que lleva aparejado una carrera competitiva global por instaurar sistemas productivos con emisiones netas cero de CO2 y evitar que el calentamiento del planeta supere los 1,5 grados centígrados en 2050. “La UE -continúa su informe- sobrepasó a EEUU en 2023 en el desarrollo de electrolizadores”, instrumentos que producen hidrógeno a través de un proceso químico (electrólisis) que separa las moléculas de hidrógeno y oxígeno sin generar dióxido de carbono, que los científicos juzgan como una fuente renovable y limpia esencial para una economía descarbonizada.

“Las plantas de hidrógeno verde han proliferado por Europa en los últimos tres años, liderando tanto las manufacturas de electrolizadores como sus flujos de inversión”, además de en el sector de la energía eólica. En cambio, EEUU ha abanderado ambos parámetros en la fabricación de los paneles y módulos solares y en los acumuladores de baterías“.

El diagnóstico de Bruegel -en colaboración con Rhodium Group- se desveló casi en paralelo al sólido respaldo que hizo Ursula von der Leyen en su debate de investidura en la Eurocámara, al Clean Industrial Deal esbozado por su Ejecutivo comunitario del que -enfatizó- “colmará las ambiciones climáticas de Europa” en su deseo de convertirse en el primer continente sin huella de carbono, impulsará la competitividad y productividad del mercado interior, como aconsejan los ex primeros ministros italianos, Mario Draghi y Enrico Letta -a los que ella misma encargó la elaboración de informes técnicos para consolidar la economía del club- y fortalecerá los distintos sectores europeos de defensa.

Este último apartado fue incorporado por los jefes de Estado y de Gobierno ante los riesgos de una confrontación armada por la amenaza rusa y las exigencias estadounidenses de que aporten al menos el 2% de su PIB a inversiones en Defensa. Con financiación y avales procedentes del Banco Europeo de Inversiones (BEI), que no solo inyectará créditos ventajosos a la fabricación de chips o a proyectos innovadores y sostenibles, sino también a firmas armamentísticas para “elevar la capacidad militar y disuasoria” de la Unión, como explicó su presidenta, Nadia Calviño, al asumir su cargo y aceptar “el reforzamiento de los objetivos políticos” del BEI sin poner en riesgo -dijo a El País- la excepcional calificación estratégica del banco.

De ahí que sea urgente -expresó Von der Leyen- que el Clean Industrial Deal se ponga en marcha en los primeros 100 días de su gestión. Si queremos alcanzar las emisiones netas cero en 2050 y suprimir el 90% de los gases de efecto invernadero en 2040 “no podemos perder el tiempo”. La versión industrial del Pacto Verde Europeo.

Recursos digitales y sostenibles enfocados a la reindustrialización

Los analistas también incluyen en esta aceleración de los objetivos climáticos la necesidad de que la UE despliegue una parte esencial de sus recursos Next Generation destinada a proyectos de digitalización y de sostenibilidad, a perfilar un sistema de subsidios y de ventajas competitivas a sus industrias en el actual septenio presupuestario.

En línea con las milmillonarias partidas -que ya han superado el medio billón de dólares en todo el mundo- para fomentar la relocalización de fábricas y garantizar los cauces de abastecimiento de bienes y servicios a sus empresas. Todo, en aras de la seguridad nacional y de una más intensa eficiencia económica, aducen sus defensores.

Precisamente la presidenta de la Comisión hizo referencia a este reto, que resumió en términos de competitividad: “el mundo está inmerso en una carrera que dictará el poder hegemónico en materia de innovación tecnológica y de neutralidad climática que llevará décadas” y en la que la UE “puede permitirse el lujo ni de perder terreno ni de eludir la puesta en liza de iniciativas que contribuyan a superar sus actuales vulnerabilidades estratégicas”.

Este punto lo plasmó por escrito dentro de las directrices de su gestión, en la que también tendrá un lugar destacado la remodelación de la Política de Competencia, con objeto de que se adapte a los cambios y tendencias globales, así como a la prevención de fenómenos de concentración de mercados, que aumentan precios y rebajas la calidad de los bienes y servicios. Antes de decir que el Pacto Verde Europeo tiene como misión “situar al bloque comunitario en la órbita hacia la neutralidad” con una taxonomía que “reduzca de inmediato las emisiones en la totalidad de los sectores, que catapulte la economía hacia una producción a escala con energías renovables y a provocar la defunción de los vehículos de combustión”.

Von der Leyen resaltó la necesidad de que los fondos europeos “incentiven la tecnología limpia” gracias a la seguridad de los planes presupuestarios multianuales, para conseguir que sus firmas energéticas logren reducir los recibos eléctricos, y consoliden la seguridad en el abastecimiento que se quebró con la invasión de Ucrania. Entre otras medidas, el Clean Industrial Deal, incluirá -precisó- medidas como el permiso de uso de los e-fuels -electro-combustibles sintéticos neutros en carbono- a partir de 2035 o incentivar la creación de start-ups en Inteligencia Artificial (IA) en el terreno de la tecnología industrial y la supercomputación.

El informe del Instituto Bruegel también incide en la conveniencia de que la agenda verde de la UE haya incorporado su versión industrial. Porque la batalla por sus manufacturas traerá consigo “fuertes impactos” en sostenibilidad y dinámicas de prosperidad y creación de empleo. Además de añadir nuevas dosis de resiliencia a las cadenas de valor. “El liderazgo transatlántico está en juego”; tanto en clave competitiva, como tecnológica y energética.

Ventajas tecnológicas y productivas europeas

Europa, en este punto de la travesía hacia la descarbonización, aventaja a EEUU en capacidad eólica y solar, con 257 y 208 GigaWatios, respectivamente, frente a los 136 y 154 del mercado estadounidense. Con una menor demanda de consumo eléctrico en Europa y un aumento de la capacidad eólica del 56% entre 2021 y 2023 y del 15% de la eólica, frente al 50% y el 13% de su aliado americano.

Los progresos en recorte de emisiones en el transporte y, en concreto, en el vehículo eléctrico, si bien ha sido más significativo en el caso de EEUU por los subsidios y avales de la IRA, la Inflation Reduction Act que entró en vigor en 2022. Aunque -alerta el estudio- es un segmento que puede alterar su dinamismo por la subida de tarifas arancelarias en ambas orillas del Atlántico hacia el coche eléctrico made in China. También en el ámbito de las baterías sus conflictos comerciales con el gigante asiático determinarán sus ratios de progreso inversor y productivo. Eso sí, con un criterio claro: el capital tecnológico será el vehículo que conduzca al liderazgo en las próximas e inevitables generaciones de baterías y componentes para su fabricación.

El informe ensalza la meta de la UE de producir 10 millones de toneladas métricas de hidrógeno en 2030, exclusivamente mediante electrolizadores, frente al mismo objetivo y año que recoge el National Clean Hydrogen Strategy and Roadmap americano, pero con la combinación de verde y azul, que reduce al 95% las emisiones a través de técnicas de captura y almacenamiento de carbono.

La dependencia verde de la UE del mercado chino

La revisión estratégica de la UE sobre China está centrada en el de-risking, término acuñado para definir las iniciativas diplomáticas dirigidas a minimizar las amenazas productivas y de suministro que tanto han preocupado a los gobiernos en los sucesivos episodios disruptivos de las cadenas de valor y colapsos comerciales y logísticos y la creciente tensión geopolítica, avisa Janka Oertel, analista del European Council on Foreign Relations (ECFR). Más en concreto, por el dominio que las empresas chinas empezaban a mostrar en el mercado interior con sus ventas de vehículos eléctricos. De hecho -destaca- revela la alta dependencia europea de la tecnología verde china.

Por ello, su recomendación a Bruselas es que priorice “el apoyo a industrias, el impulso a planes de prosperidad económica, a proyectos de fuentes renovables y a mecanismos que garanticen su independencia de abastecimiento energético”. Oertel se pregunta si Europa está dispuesta a permitir que China dirija su hoja de ruta verde. Porque en caso de que no lo desee, “debe tomar decisiones estratégicas” inminentes que generen competitividad global y en el espacio interior. Y la sobrecapacidad del gigante asiático “minan la productividad y las ventajas competitivas de la UE”. Una de las prioridades de Von der Leyen debería ser “la transformación de estos de-risks identificados en medidas concretas y el Clean Industrial Deal es un vehículo adecuado para ello”.

Meghan O'Sullivan, directora del Geopolitics of Energy Project de la Harvard Kennedy School, se hace eco de una reflexión oportuna en Foreign Policy: “el tránsito hacia las energías limpias ha alcanzado la adolescencia”. En el futuro, “será normal que surjan paradojas y factores volátiles que combinen pasos ambiciosos con parálisis tecnológicos y sostenibles por riesgos geopolíticos”.

Pero todo conduce a un desafío común que ha aceptado el mercado, explica al recordar que el CEO de BlackRock, Larry Fink, se ha autoproclamado “campeón del pragmatismo energético” o que en JP Morgan se precisa que la prueba del algodón de este itinerario es la “supresión de los combustibles fósiles” con “políticas realistas” que sustituyan la demanda de petróleo y gas.

“Es tiempo para grandes ambiciones, para pisar el acelerador de la descarbonización y para que las potencias eviten que los conflictos geopolíticos fragmenten el consenso multilateral verde”, aclara O'Sullivan. Europa debe capitalizar estos esfuerzos.

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