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“Es evidente que hay plataformas digitales que tienden a precarizar la relación laboral”

Manuel Alejandro Hidalgo, economista y autor de 'El empleo del futuro'.

Laura Olías

Los robots no nos van a traer el “apocalipsis de un desempleo masivo”, pero nos pueden dirigir hacia una precarización del trabajo, sobre todo para la población con menos recursos, si no tomamos medidas. Algunas, de carácter urgente. Son dos de las principales conclusiones de El empleo del futuro (Editorial Deusto), del economista Manuel Alejandro Hidalgo, profesor de Economía Aplicada de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla. El especialista, muy activo en redes sociales y en su labor didáctica a través de artículos en medios de comunicación, se ha propuesto mirar al cambio tecnológico con “optimismo”, partiendo de la idea de que aún se pueden reducir los costes del impacto tecnológico en el mundo laboral. 

El libro pretende arrojar una “visión optimista” sobre el futuro del trabajo, ¿por qué decidió enfocarlo así?

Por varios motivos. El primero: porque creo que hay un mito en que los robots van a eliminar empleo. En principio no debemos temer la pérdida masiva de empleo. Evidentemente, va a haber perdedores, es un optimismo relativo, va a haber perdedores y va a haber muchos costes, eso no debemos de olvidarlo. Pero la idea es que los cambios tecnológicos acaban siendo beneficiosos y no acaban con el empleo, incluso lo refuerzan.

Pero su irrupción sí tendrá costes en el mercado laboral.

Tenemos problemas y, para mí, muy importantes. El libro no mira hacia otro lado, los cambios tecnológicos imponen una serie de costes muy importantes. Por ejemplo, hablo de desigualdad y de precariedad, que ya las estamos viendo. Con el optimismo lo que vengo a decir también es: de acuerdo, los costes están, pero tenemos herramientas como sociedad, que pasan por la política económica y laboral de las administraciones, pero también por el fomento de una actividad productiva que sea de valor añadido. Y después también tenemos la posibilidad como individuos de conocer cuál es el futuro y prepararnos para ello.

Habla de ganadores y perdedores en esta nueva revolución tecnológica. ¿Quiénes son?

Los ganadores son sobre todo aquellos trabajadores que están preparados para el cambio. Es un tipo de trabajador normalmente cualificado (con educación o con una cierta experiencia), la tecnología lo que hace es complementar a este perfil. Su salario ha crecido a lo largo de las últimas décadas, su empleo no ha desaparecido, incluso podemos decir que ha aumentado. No hay un perfil definido, pero sí es verdad que son hombres y mujeres que en general tienen educación media-superior.

¿Y los perdedores?

En las últimas décadas, los perdedores de la automatización han sido los trabajadores de la industria, lo que nosotros hemos venido a llamar “la clase media de trabajadores”, porque su salarios no eran muy altos pero tampoco bajos. Pero en el futuro el perfil del trabajador perdedor va a ser más amplio porque ahora la tecnología irrumpe mucho más intensamente y además con más palos. La inteligencia artificial puede destruir empleo que antes un robot no podía destruir y, por lo tanto, no todos los trabajadores van a estar ahora a salvo.

La probabilidad de que un trabajador pierda un empleo va a ser mucho mayor sobre todo en aquellos de una cualificación baja o que están en empleos en los que el número de tareas que realizan son pocas y simples, donde una máquina o un software pueden entrar y hacerlo mucho más rápido y barato.

Ante este escenario que dibuja, ¿qué podemos hacer para que estos trabajadores no sean irremediablemente perdedores de los cambios tecnológicos?

Políticas transversales, no hay una sola actuación. Por un lado, necesitas crear las condiciones necesarias para que las empresas fomenten desde dentro la preparación y cualificación de sus trabajadores. Cuanto mejor y más preparados y cualificados estén, mejor van a poder absorber el cambio tecnológico y utilizarlo a su favor.

En segundo lugar, necesitamos que los trabajadores tenga movilidad. Siempre pensamos en la idea de un trabajo fijo para toda la vida, en principio la regulación fomenta eso. Tenemos que crear las herramientas de protección social necesarias para fomentar que el trabajador pueda cambiar de trabajo en función de sus capacidades y buscando lo mejor para él o ella. Y después necesitamos una red social, una política pública de red social, que apoye al trabajador, no tanto al empleo.

¿En qué traduce esa red social?

Nosotros estamos obsesionados con encarecer o dificultar el despido. No hay que ir al despido libre, por supuesto, pero sí que tenemos que pensar es que a lo mejor debemos apoyar sobre todo a ese trabajador cuando es despedido. Mantener las prestaciones por desempleo, pero sobre todo y quizás lo más importante, desarrollar definitivamente algo que en España no existe: una política activa de empleo de verdad.

No lo que tenemos ahora, porque una política activa de empleo de verdad facilita la transición de un trabajador de un puesto de trabajo a otro. Entonces, lo que tenemos que eliminar es el miedo a estar desempleado porque estás solo y para eso evidentemente hacen falta recursos, hace falta dinero.

Mencionaba las indemnizaciones por despido. ¿Es favorable al llamado “contrato único”, que iguala las indemnizaciones para diferentes tipo de contratos?al llamado “contrato único”

Ya hemos aprendido a no llamarlo “contrato único”, porque no es un solo contrato, son varios. En España tenemos un problema laboral de excesiva temporalidad, que no responde a una estructura productiva, ni al “sol y playa”, responde simplemente a la regulación. Y esto condena a un tercio de los trabajadores españoles a una situación en precariedad. Sabemos muy bien que quien es temporal con 24 años tiene muchas probabilidades de serlo con 40 y eso es incompatible con un proyecto de vida.

Por lo tanto, todo lo que sirva para reducir la excesiva temporalidad sería perfecto. Como política que puede reducirla, una entre muchas, es igualar los costes de despidos. Ojo, eso no significa que haya que bajar los costes, yo muchas veces he planteado que subamos el de los temporales.

Defiende una mayor movilidad de trabajadores, lejos de la idea del trabajo en una empresa para toda la vida. ¿Una mayor movilidad no puede traducirse en más inestabilidad para los trabajadores?

Va a ser un mercado laboral más flexible. ¿Inestable? Evidentemente lo podemos pensar de esa manera, y yo creo que vamos a ese camino. Pero lo que tenemos que pensar es que, si hemos perdido ya para siempre eso del trabajo para toda la vida, lo que tenemos que hacer es prepararnos para ello.

En el libro lo que se argumenta, como otra de las políticas transversales, es fomentar un tipo de educación. Estamos obsesionados con la educación tradicional del siglo XIX: la de llegar a clase, escuchar al profesor y te vas. Lo que tenemos que fomentar es que un estudiante aprenda a aprender y a cambiar en función de cómo cambie el entorno laboral y económico.

Argumenta que el cambio tecnológico favorece tanto el aumento de las externalizaciones como la concentración de poder en manos de grandes empresas. ¿Por qué?

Se está demostrando que, cuanta mayor concentración empresarial observamos, peores condiciones laborales tienen los trabajadores. Por otro lado, respecto a la externalización lo que observamos desde hace ya un tiempo, es que las empresas empiezan a expulsar fuera de su techo ciertas actividades.

La concentración y la externalización no están conectadas únicamente con el cambio tecnológico, pero es cierto que ayuda a ello. Porque permite reducir los costes de externalizar: con una aplicación del móvil podemos tener un servicio en cinco minutos y eso hace 5 años no se podía. Y a su vez el cambio tecnológico crea barreras de entrada: las grandes empresas empiezan a concentrar cada vez más poder de mercado y no entran competidores porque para un competidor pequeño competir con una gran empresa es costoso y en parte porque las nuevas tecnologías reducen mucho los costes de producción.

Si eres nuevo y pequeño, es difícil competir con Amazon.

El coste que tiene Amazon para vender uno, mil o cinco mil libros es el mismo, pero una empresa que empieza hoy, para poder distribuir de cero a mil libros, el coste que tendría que soportar es muy elevado: el coste de darse a conocer, de tener una red de proveedores, etc. O se busca otro mercado o no tiene nada que hacer contra Amazon y Amazon mientras va engordando. Todo eso al final se traduce en peores condiciones laborales.

¿Cómo se pueden contrarrestar estas tendencias para evitar ese empeoramiento?

Hay que hacer políticas de competencia, que tan poco gustan a veces. Si tenemos monopolios o cuasi-monopolios, tenemos que limitarlos. Y contra la externalización tenemos que comprender en qué casos esta constituyen un fraude. En los casos que así sea, por vía judicial o por vía de una nueva regulación, debemos reordenar este tipo de relaciones económicas.

¿Las plataformas digitales están precarizando el empleo?

Sí y no. Hay que diferenciar entre plataformas digitales, no todas son iguales. ¿Qué las define? En general, el tipo de servicio que ofrecen y dónde y cómo se ofrecen. Si yo entro en una plataforma digital como Upwork y me doy de alta como analista económico, puedo recibir mañana un encargo de una gran empresa que está en Japón y me van a pagar bien por ello. En ese caso, yo puedo sentirme bien haciendo ese tipo de trabajo, y no necesariamente voy a estar precarizado.

En general hablamos de plataformas que ponen en contacto a cliente y proveedor, no necesariamente en el mismo lugar, y el trabajador ofrece un servicio cualificado. Uno de servicios más demandados en este sentido es el de programadores en Oracle, por poner un ejemplo.

Pero luego hay otras plataformas que sí están empeorando condiciones laborales.

Aunque hay más tipos, destacan las que ofrecen servicios, normalmente locales; es decir, que vas a ver la cara de quien te ofrece el servicio, y suelen ser tareas sin cualificar. En estos casos, la precarización puede ser evidente, pero no todos los trabajadores de estas plataformas pueden sentirse precarizados. Según un informe de McKinsey, una parte importante de estos trabajadores tenían este trabajo como su ingreso principal, pero había otra parte que no, era para complementar ingresos.

Pero sí, es evidente que, según los datos que tenemos, este tipo de plataformas tienden a precarizar la relación laboral y aquí las administraciones tienen que decir mucho.

¿Qué pueden hacer las administraciones en estos casos? Más allá de que la Inspección de Trabajo ya está diciendo que están utilizando un modelo laboral fraudulento, basado en falsos autónomos, como es el caso de Deliveroo y Glovo.

Aquí hay un debate sobre si hay que crear una nueva regulación o, utilizando la que tenemos, aplicarla. Yo estoy más por lo segundo: tenemos una regulación que puede ser usada, pero que lo que habría que hacer es definir claramente qué es un trabajador por cuenta ajena considerando la nueva realidad.

Antes era fácil: quien tenía una nómina con una empresa. Pero ahora, ¿un trabajador de Deliveroo es trabajador por cuenta ajena o no? O una persona que se dedica al mantenimiento de maquinaria, que antes trabajaba para una empresa directamente y ahora presta sus servicios como autónomo que contrata con esta empresa el servicio, ¿es por cuenta ajena o no?

Con la mayor irrupción de las tecnologías en el mundo laboral explica que se va a avanzar hacia una relación en la que el capital ocupe más espacio que el trabajo. ¿Qué opina de las propuestas que, debido a esto, sugieren imponer mayores impuestos al capital?

Lo que venimos observando en los últimos 30 años es que las rentas salariales en el total de la renta viene cayendo, no solo en España, en muchos países. Una posible razón es el cambio tecnológico. Es un problema si tú tienes un sistema impositivo que tradicionalmente ha descansado más sobre un determinado tipo de rentas. No digo que las rentas del capital no paguen impuestos, porque los pagan, pero si un 60% de los impuestos recaen sobre impuestos como el IRPF y las rentas salariales van mermando, evidentemente habrá que buscar un modo de capturar esos ingresos que están desapareciendo porque las rentas se van dirigiendo hacia otras figuras.

Aquí hay gente que defiende que hay que poner impuestos a los robots y yo soy muy crítico con esa idea. No me convence, porque creo que los robots son necesarios, la automatización es necesaria porque eleva la productividad y el bienestar a largo plazo y porque, además, es muy difícil definir qué es un robot muchas veces. ¿Un código o un software es un robot? ¿Cobramos un impuesto a Siri [asistente de voz de los móviles Apple]?

¿Y cobrar más impuestos a las grandes empresas tecnológicas como Amazon?

Pero esas no son las que fabrican los robots. Ahí tienes otro problema, que estas empresas están muy internacionalizadas y que redirigen sus beneficios en función de interese fiscales. Entonces lo que necesitas es un acuerdo internacional sobre cómo regular y cómo evitar que la doble imposición haga que Google o Amazon paguen muy pocos impuestos en España, pero paguen muchos en Irlanda.

Es algo a lo que tenemos que estar muy pendientes y actuar rápido, para sostener un estado del bienestar necesitamos ingresos y, si estos menguan por estas razones, habrá que ver cómo los restituimos.

Llama al optimismo, pero el escenario que presenta es el de una mayor concentración empresarial y externalización, unas plataformas digitales que ya nos están demostrando que precarizan el empleo… ¿Hay trabajadores que van a verse inevitablemente abocados a unas peores condiciones laborales?

Seguro, seguro. Cuando yo remito al optimismo, es un optimismo relativo. Que yo piense que en general las cosas no van a ser tan negativas como algunos piensan, es que yo me enfrento al apocalipsis, a esa idea. Pero el libro es muy consciente de los costes, de hecho la última parte trata de definir cuáles son estos retos y trato de ser optimista en el sentido de que podemos tener esas herramientas. El problema es que necesitamos voluntad, de hacer frente a ellas. El optimismo es decir: no estamos perdidos, podemos hacer algo, así que vamos a ponernos. Eso sí, podemos perder el tren.

¿A cuántos años mira en su horizonte cuando habla de prepararnos para el cambio tecnológico, por ejemplo respecto al cambio educativo?

Vamos con 20 años de retraso en hacer lo que tenemos que hacer para adaptarnos al cambio tecnológico, sobre todo en educación. Cuando hablamos de reforma educativa, ¿de qué hablamos? De religión o educación para la ciudadanía. Eso para mí, pueden ser cuestiones importantes, pero no son las más relevantes. Tenemos que reorganizar un sistema educativo que prepare a la gente, pero si empezamos ahora, ¿con quién empezamos? ¿Con los niños de 6 años? Estarán preparados dentro de 15, ¿no? Tenemos que ser muy conscientes de que el cambio educativo y otras políticas las tenemos que definir ya y ponerlas en práctica cuanto antes.

Con el escenario que nos ha dejado la crisis, de más desigualdad y la pobreza infantil, ¿los más perjudicados por la crisis van a estar en el grupo de los perdedores del cambio tecnológico?

Sí, sin duda. La respuesta es muy sencilla: sí.

¿Qué podemos hacer para que estas personas no salgan tan damnificadas?

Igualar las oportunidades. Reducir al mínimo el efecto que tendría en una persona el haber nacido en una familia que no tiene los mismos recursos para dar una educación o en otra con las capacidades para ello. Es importante la redistribución: aportar recursos por parte del sistema, que lo hacemos en España relativamente mal. Las políticas contra la pobreza infantil, se está intentando hacer algo ahora, pero está totalmente olvidada. Con políticas de ayuda al niño, a las familias con hijos, que sean mucho más potentes que las de ahora. Hay que elevar las ayudas pero sobre todo pensar muy bien cómo ayudar a estas familias.

Otra de estas políticas sería también una política educativa de calidad. La apuesta por la educación pública debe ser total, hacen falta más recursos y reorganizarla.

¿La renta básica es una opción para mitigar los costes del cambio tecnológico?

La renta básica supone dar dinero a todos con una única condición: tener un carnet de identidad, haber nacido en España o poco más. Yo dudo mucho de que sea factible. Ahora bien, rentas condicionadas, como rentas mínimas para ciertos colectivos, sí. Tendríamos que hablar de ello; pararse y pensar si lo hacemos ya en serio, igualar comunidades y hacer números para ver cuánto nos cuesta y cómo lo podemos financiar. Pero algo tenemos que hacer.

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