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La factura de la COVID-19 depara sorpresas: la presión fiscal generó ahorro en los países de rentas altas

La ministra de Hacienda, María Jesús Montero, y la vicepresidenta de Trabajo, Yolanda Díaz, en una foto de archivo.

Ignacio J. Domingo

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La Gran Pandemia continúa deparando fenómenos excepcionales en su paulatina y ambivalente vuelta a la normalidad. Desde el fantasma de la estanflación, hasta una escalada histórica de los precios de la energía, pasando por la Gran Dimisión de trabajadores que renuncian a sus remuneraciones, por considerarlos bajos, o por las exigencias empresariales a la presencialidad laboral -sobre todo, en EEUU y Reino Unido-, o como en el caso de España por proclamar con más de un año de antelación el retorno a la creación de empleo previa a la epidemia. Ahora se suma otro ingrediente al nuevo teorema económico post-Covid: los enormes gastos para contender la epidemia global se han saldado con un enorme ahorro, sin daños estructurales sobre la capacidad recaudatoria.

El dato parte de la sala de máquinas de la OCDE, más en concreto, de su departamento Fiscal. Y atestigua que la recaudación impositiva ha actuado como coraza social, pese al drástico parón de la actividad empresarial y de los mercados laborales, con una reducción del consumo y un retraso en las decisiones de inversión. Pero, además, los ingresos del fisco han ejercido una labor como prestamista de última instancia porque las arcas de los países de rentas altas -el leif motiv que otorga el plácet de entrada en el club OCDE- han sido capaces de generar unos ingresos suficientes para atender los fuertes desembolsos que ha reclamado la crisis sanitaria.

El FMI fue la primera voz que aireó a los cuatro vientos la táctica de “gastar cuanto sea necesario, pero guardando la factura final”. Una recomendación que han seguido al dedillo -aunque bajo parámetros de muy distinta intensidad- las autoridades económicas nacionales que desplegaron nada menos que 10.4 billones de dólares en estímulos fiscales. De este montante, casi la mitad, algo más de 5 billones, han partido de las administraciones estadounidenses involucradas en dar respuesta a la profunda recesión del país. Estamos hablando de cifras tres veces mayores que el despliegue monetario de la Casa Blanca durante el credit-crunch de 2008.

“Comparado con crisis precedentes, los ingresos fiscales han sufrido menos en 2020 debido a la preservación de la actividad empresarial y fabril”, bien con ayudas financieras directas o a través de vehículos de larga transitoriedad laboral. Como, en el caso español, los ERTE, figura que se ha consolidado en el ordenamiento jurídico y el marco jurisprudencial y que es una de las razones de los nueve meses de descensos continuados del empleo por primera vez en la historia. Aunque aún persiste un 2% de empleados acogidos a esta figura de desempleo temporal o a la prestación de autónomo, las previsiones de los analistas del mercado es que el consumo y la inversión de las empresas tendrán una fuerte subida este último trimestre de 2021.

El Revenue Statistics 2021 del organismo multilateral con sede en París y que lleva por subtítulo Initial impact of COVID-19 on OECD tax revenues, desglosa estas razones a la hora de valorar que la ratio de imposición fiscal sobre la producción económica se haya incrementado, incluso, una décima, hasta el 33,5% del PIB en el conjunto de sus 38 socios en 2020. “El respaldo de los gobiernos con sus escudos sociales y empresariales ha contribuido a una relativa estabilidad en los ingresos tributarios; esencialmente, por las medidas de protección al empleo, aunque del mismo modo, también por la reducción de las bancarrotas corporativas, que han disminuido de manera considerable, en comparación a la crisis financiera de 2008-2009”, dice el informe.



El sistema impositivo español fue el que más elevó su músculo fiscal. Lo hizo en 1,9 puntos, hasta el 36,6% del PIB lo que sitúa su capacidad de ingresos por encima del promedio de la OCDE. Esta subida se debe casi en su totalidad, por el desplome de la economía, que dejó unos números rojos del 12% en todo el ejercicio, admite la institución. Es decir, no por el aumento de la presión impositiva, en la que los expertos de la OCDE miden y calibran la recaudación por IRPF -rentas personales-, Impuesto de Sociedades, las cotizaciones a la Seguridad Social, sobre los salarios, propiedades, bienes y servicios y determinadas tasas y precios públicos.

Los ingresos impositivos nominales -dice el estudio- arrojaron caídas generalizadas de las figuras que gravan el consumo y los beneficios. De hecho, los tributos de Sociedades experimentaron los mayores descensos en 2020, mientras los del IRPF y los asociados a la actividad económica y las contribuciones sociales aumentaron por encima de la media en la órbita de la OCDE. Es decir, que los recesos de los PIB, como en el caso español, fueron el condicionante esencial de la subida de la presión impositiva, que oscila entre el 46,5% de Dinamarca y el 17,9% de México.

Buena salud de las arcas españolas

La salud de las arcas de la Hacienda española que anticipaba el reciente informe de la OCDE también tendrá lugar en 2021. A juzgar por el ritmo de ingresos que ha avanzado la Agencia Tributaria y que registran, hasta octubre pasado, unos ingresos acumulados que crecieron en un 13,8% en comparación al mismo mes de 2019. En este sentido, la Agencia Tributaria admitía ya en julio que la paulatina recuperación de la economía y el empleo había propiciado que los ingresos fiscales entre enero y julio alcanzaran los 123.395 millones de euros, un 3,14% más que en el mismo periodo de 2019. Mientras que, en su último dictamen mensual, evalúan el impacto de los cambios normativos y de gestión en 1.392 millones, entre los que se incluye ya la rebaja impositiva sobre el recibo de la luz.

Los ingresos homogéneos por el IRPF aumentan en el año un 8,1%, con las retenciones del sector privado sobre el trabajo registrando un alza del 10,3%; mientras que los de Sociedades lo hacían en un 43,2%, cerca de 20 puntos con respecto al que se estimó hasta septiembre, debido al segundo pago a cuenta de resultados, mientras que los Impuestos Especiales crecían en un 5,9%. De manera que, la tributación directa arrojaba un 9,94% más de ingresos que en los siete primeros meses del año previo a la epidemia, mientras la indirecta sigue todavía un 3,03% por debajo.

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