“Como cuando a alguien le dan un diagnóstico de cáncer”. Así resume José Manuel, un vecino jubilado de la localidad granadina de Cónchar, las sensaciones en el pueblo cuando se enteraron de “lo que suponía una embotelladora. Nos quedamos sin saber muy bien qué hacer. Aunque ya nos hemos puesto en movimiento”.
Su objetivo es que no salga adelante un proyecto para implantar la embotelladora del pago de Cijancos, en el municipio granadino de Villamena, formado por esa población y la vecina Cozvijar.
La noticia les llegó hace unos meses. “Un poco antes de que se celebraran las elecciones municipales de mayo”, un concejal de un partido independiente, “mirando papeleo en el Ayuntamiento, se enteró de que había un proyecto para una embotelladora en el término municipal de Villamena”, recuerda José Manuel, sentando en un café de una estación de servicio, entre Cónchar y Cozvijar.
Ambas poblaciones, separadas por la autopista A-44, se encuentran a las faldas de una inmensa Sierra Nevada, a estas alturas sin puntos blancos de nieve en sus cumbres como consecuencia de las sucesivas olas de calor. Estamos a mitad de agosto y se nota que, por estos lares, hace meses que no cae una gota del cielo. Se amontonan los días en los que la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) predice aquí un 0% de probabilidad de lluvias.
“Aquí lo normal son, al año, entre siete y ocho meses de sequía. Falta el agua”, dice José Manuel apurando el café y antes de ponerse en marcha en su todoterreno por los caminos de tierra de los alrededores. No muy lejos de allí posa, frente a lo que parece un nuevo e improvisado pozo de agua en una finca de apariencia abandonada, con una camiseta en la que se lee: “No a la embotelladora de Cijancos. El agua no se vende”.
La zona está situada en la frontera con el Parque Natural de Sierra Nevada y muy cercana a La Laguna y turberas del Padul, un humedal de gran extensión y de reconocida importancia natural en España y a nivel internacional. En un breve paseo en coche por sus pueblos, afloran numerosas pancartas en las verjas y ventanas de algunas casas. Lanzan mensajes como el que luce José Manuel. “¡Defiende tu agua!”, “¡Que no te roben tu agua!”, “¡El agua no es un negocio!”, “¡El agua no se vende!”.
Esos mensajes son la prueba de la movilización ciudadana de muchos vecinos que dicen no querer ver peligrar el agua que, pese a la sequía, aún mana de las rocas en estos pueblos de la comarca del Valle de Lecrín, que alberga ocho municipios. En ella viven unas 23.000 personas.
Es agua de los acuíferos de este valle la que se bebe en manantiales como el de la llamada “Fuente del Mal Nombre” o el del Arroyo del Alcázar, entre Cónchar y Cozvijar. De ese agua quiere hacer negocio una empresa, Aguas de Bellavista S.L., que está en el punto de mira de José Manuel y compañía por haberse hecho con los permisos para explotar el improvisado pozo que enseña el lugareño.
8 litros por segundo
A finales de julio, el Boletín Oficial del Estado informaba del visto bueno de la Junta de Andalucía, en concreto, de la Delegación Territorial de Economía, Hacienda, Fondos Europeos y de Industria, Energía y Minas en Granada, para un “otorgamiento del derecho minero, relativo a aguas minerales naturales y minero-medicinales” en Villamena que afecta a Cónchar y Cozvijar.
José Manuel y otros vecinos de Cónchar no dudaron en ponerse en contacto con la Plataforma para la Defensa del Agua del Valle de Lecrín. Esta iniciativa ciudadana lleva ya años luchando contra la actividad de una embotelladora en la población de Dúrcal, a diez minutos en coche de Cónchar y Cozvijar. “En Dúrcal hay fuentes que ya se han secado”, asegura José Manuel.
En el pueblo, él y buena parte de los vecinos temen un “impacto ambiental enorme” en vista de lo que está pasando en Dúrcal. Activistas de la Plataforma para la Defensa del Agua del Valle de Lecrín dicen haber visto cómo se extrae agua allí veinticuatro horas al día. Hasta treinta camiones cisterna diarios han llegado a contar saliendo de las instalaciones de la embotelladora de Dúrcal.
La que está proyectada para Villamena, según se lee en el BOE, ha solicitado un caudal de 8 litros por segundo, “lo que representaría un volumen anual de 252.288 metros cúbicos al año”. Que eso se haga realidad es una eventualidad que asusta realmente a habitantes de Cónchar como José Manuel.
“Supondría un golpe muy fuerte. Tenga en cuenta que aquí llevamos ya ocho meses de sequía este año. Y este invierno, cuando tocaba que lloviera, no lo hizo como se podía esperar. Han debido recogerse unos 200 litros por metro cuadrado en todo el invierno. Y llevamos tres o cuatro años con sequía. Cada vez llueve menos”, explica. “El agua no sobra aquí, ya hay pueblos de la zona en los que los ayuntamientos han fijado restricciones”, añade.
José Manuel vive en una pequeña finca con lo suficiente como para ser autarca. En su casa tiene placas solares, un pequeño huerto, algunas gallinas y un pozo para el agua. La posibilidad de que Aguas de Bellavista S.L comience su actividad más pronto que tarde le asusta. Entiende que esa actividad es el camino más rápido para que el nivel del acuífero explotado baje. A él y a otros vecinos les obligaría a realizar obras para profundizar sus pozos.
Con todo, él tiene suerte. A diferencia de otros vecinos de Cónchar y Cozvijar, su finca no está en el perímetro de protección de la embotelladora. Para que el agua no pierda sus propiedades minerales, está previsto, por ley, que se limite en esa zona protegida la normal actividad agrícola y ganadera. Además, los vecinos estarían ante “un imposible” si quisieran ampliar sus pozos, explica.
Peor es el escenario que dibujan los vecinos de Villamena cuando hablan de que se sequen los manantiales. La Laguna del Padul es un humedal protegido y reconocido, “y no se entiende que en una zona protegida se vaya a extraer más agua cuando no llueve. En nuestra zona del Valle de Lecrín, hay una embotelladora funcionando, también está Lanjarón [propiedad del gigante francés Danone] y se quieren hacer otras dos. Hablamos de cuatro embotelladoras en un radio de unos diez kilómetros cuadrados”, apunta José Manuel.
En Cónchar son un buen centenar las fincas afectadas por los planes de la embotelladora del pago de Cijancos. Hay vecinos que también temen que se sequen, no ya solo manantiales, sino también las acequias históricas de la zona, la gran mayoría de origen nazarí. La Junta “ha estado concediendo permisos desde 2015 y 2016. No entendemos qué ha podido pasar”, lamenta José Manuel.
“Se quiere embotellar agua porque es muy buena y muy pura. Pero, para eso, se van a cargar un acuífero, manantiales, un humedal, acequias históricas y se va a dejar a una comarca sin agua. Es desnudar a un santo para vestir a otro”, añade. En realidad, ni eso. Del proyecto de Aguas de Bellavista S.L se sabe que va a dar empleo a catorce personas. Se espera que genere caudalosos beneficios en ventas de botellas agua para la empresa.
elDiario.es se ha puesto en contacto con el responsable de la empresa embotelladora, desde la que afirman sin preocupación que en la región hay agua suficiente. “El Instituto Nacional de Minas, en Madrid, ha determinado que en el acuífero hay agua abundante y que la explotación del agua no afecta a la Laguna del Padul”, señalan desde Aguas de Bellavista S.L. Según los estudios que citan en esta empresa, los habitantes de Villamena no debieran ver peligrar su acceso al agua.
Sin embargo, muchos vecinos están en vilo por el agua que, todavía, riega sus huertos y les sirve para luchar contra la sed y el calor. Tienen hasta el próximo 24 de agosto para presentar alegaciones contra la embotelladora. Y necesitan dinero para pagar abogados.