Un punto de vista original sobre 'Alien', de Ridley Scott, es el que explica que el auténtico villano de la película no es esa criatura casi indestructible con ácido en vez de sangre y que se reproduce de forma tan incómoda para los seres humanos. El malo de verdad es la gran corporación que ha confiado al androide Ash una misión para la que se ha desviado el rumbo de la nave Nostromo: capturar al alien para su uso por la división de armas biológicas. “La tripulación es prescindible”, dicen las instrucciones secretas.
Así es el capitalismo, tal y como lo ven las grandes empresas. Hay cosas que son secundarias, porque lo esencial es aumentar las beneficios con los que satisfacer la avaricia de directivos y accionistas.
El presidente de Ferrovial, Rafael del Pino, la tercera fortuna del país, ha decidido soltar amarras fiscales con España y encaminarse a Países Bajos donde disfrutará de mejores condiciones en relación al pago del impuesto de sociedades. La diferencia no será espectacular, pero sí significativa. Podrá reducir la factura fiscal en unas decenas de millones, entre veinte y cuarenta, según algunas estimaciones. La economía española es prescindible.
“España le ha dado todo a Ferrovial”, dijo la vicepresidenta económica, Nadia Calviño, para describir el historial de una empresa que ha vivido durante décadas de los contratos de obra pública y servicios que le han concedido las administraciones públicas españolas. Por mucho que sea cierto, Ferrovial juega con ventaja. Seguro que aspira a que los gobiernos de España continúen engordando su cartera de contratos.
La decisión de Ferrovial no se produce en una época de altos impuestos para las empresas. Más bien al contrario. Los impuestos que pagan están en su nivel más bajo en términos históricos. Es una tendencia ante la que la mayoría de los gobiernos dice estar indefensa. Si cambian las condiciones en sus países, las corporaciones se irán a otros climas menos severos, como ha hecho Ferrovial. En algunos casos, se trasladarán a paraísos fiscales donde la factura no está muy por encima de cero.
La tasa media global de impuestos sobre las empresas ha caído más de la mitad en las tres últimas décadas, desde un 49% en 1985 hasta el 24% de 2018, según un estudio de ese año. Hay que anotar que esa no es la tasa efectiva que pagan las compañías. La ingeniería fiscal les permite pagar mucho menos que eso, cosa que no pueden hacer las pymes. Y es legal porque los gobiernos lo han permitido.
“A este ritmo, los impuestos a las empresas desaparecerán en diez o veinte años”, dijo el coautor del estudio.
Para conjurar esa amenaza, 137 países firmaron un acuerdo a finales de 2022 por el que las multinacionales pagarán un tipo impositivo mínimo efectivo del 15% sobre sus beneficios, un nivel no muy distinto a los números que existen en países de baja fiscalidad como Irlanda. No entrará en vigor hasta 2024. El economista francés Thomas Piketty había afirmado antes que un tipo tan bajo significa “la formalización de una licencia para defraudar en favor de los protagonistas más poderosos” de la economía.
¿Cuánto pagan las grandes empresas por el impuesto de sociedades en España? Según los datos de 2020 de la Agencia Tributaria, los últimos disponibles, las mayores –con más de 5.000 empleados– disfrutan de un tipo efectivo del 3,59% sobre sus beneficios. Si tienen entre 2.501 y 5.000 trabajadores, el tipo es un poco mayor, del 6,79%. Con entre 251 y mil, ronda el 11%. Una empresa mediana paga el 11,7%. Una pequeña, el 17,5%.
Y sin embargo, los partidos de derecha insisten en que España es un país de fiscalidad alta para las empresas.
Ni siquiera el año de la pandemia cambió las reglas del juego de un sistema económico que beneficia a las empresas más grandes. En Estados Unidos, en uno de los peores momentos de 2020 entre abril y septiembre, 45 de las 50 mayores empresas que cotizan en Bolsa dieron beneficios. A pesar de esos números, 27 de esas 50 empresas realizaron despidos, un total de 100.000, según un recuento hecho por The Washington Post.
Sólo en los dos primeros meses de pandemia, 100.000 pequeñas empresas cerraron para siempre. El pez chico se murió antes de que el pez grande pudiera comérselo.
En ese mismo año, las corporaciones utilizaron sus beneficios para comprar sus acciones, bien para amortizarlas y reducir el capital social o para contribuir al aumento de su precio en Bolsa. En ambos casos, sus accionistas salen beneficiados.
Las 50 mayores empresas cotizadas norteamericanas gastaron 240.000 millones de dólares en 2020 para retribuir a sus accionistas, tanto con los dividendos como con la compra de acciones propias. Eso representaba el 79% de los beneficios logrados.
En España, las operaciones de amortización de autocartera llegaron a los 1.050 millones de euros en 2022 de valor nominal, superando en mucho las cifras de años anteriores. Ferrovial amortizó 22 millones de títulos, que estaban valorados en 560 millones a precios de mercado. Para este año, prevé gastar hasta 500 millones para continuar con esa política.
La reclamación de impuestos más bajos para las empresas suele sostener que eso liberará recursos para que puedan aumentar las contrataciones y subir los salarios. Lo ocurrido después de la gran rebaja fiscal aprobada en EEUU durante la presidencia de Donald Trump, demuestra que muchas empresas dedicaron ese dinero extra en buena parte a comprar sus acciones. Los accionistas siempre están por encima de los trabajadores o de la economía del país.
El Partido Popular ha afirmado que el culpable de la huida de Ferrovial es el Gobierno al ser “responsable de la falta de seguridad jurídica” en España por su política fiscal. No pensaba lo mismo cuando la multinacional se benefició del régimen de deducciones fiscales que el Gobierno de José María Aznar concedió en 2002 a las empresas españolas por la compra de sociedades extranjeras. Esas ayudas fueron declaradas ilegales por el Tribunal de Justicia de la UE. Aparentemente, no se le llama inseguridad cuando el Gobierno regala dinero a las grandes corporaciones.
Un portavoz de Ferrovial dijo el viernes en una entrevista en la COPE que seguirán cumpliendo con sus obligaciones fiscales en España –lo cierto es que no han tenido que pagar el impuesto de sociedades desde 2020– y que han tomado esta decisión porque “para seguir creciendo necesita estar en mercados donde haya mayor liquidez y mayor apetito por apoyar inversores internacionales”.
Consciente del coste que supone abandonar España para su reputación, excepto en el PP, Ferrovial ha argumentado ante la CNMV que la razón estriba en que la prima de riesgo holandesa “es más estable”. Ni siquiera en las comunicaciones con los reguladores se atreven a confesar que buscan pagar menos impuestos.
Rafael del Pino regó de elogios a Alberto Núñez Feijóo en un acto público en enero y dejó un mensaje: “Nuestra ambición es seguir contribuyendo a la construcción de una España mejor y más próspera”. Ahora está más claro que su compromiso es por encima de todo con sus beneficios y sus accionistas. Todo lo demás es prescindible.
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