Eva Joly (Oslo, 1943) es una eurodiputada francesa de origen noruego. Ha sido jueza –ya jubilada de este oficio– y fue candidata de los Verdes a la presidencia de la República Francesa en 2012 (obtuvo un 2,31% de los votos). Llegada a París para trabajar como au pair a los 18 años con el nombre Eva Gro Farseth, fue también una de las impulsoras de la llamada Declaración de París, junto a otros jueces protagonistas de la lucha contra la delincuencia financiera como Baltasar Garzón.
En los años noventa fue conocida por sus campañas contra la corrupción de grandes multinacionales (instruyó el caso Elf, de desvío de fondos públicos, y escribió un libro, titulado en España “¿Queremos realmente vivir en un mundo así?” sobre las presiones y amenazas que recibió durante ese proceso).
Desde 2009 es miembro del Parlamento Europeo, donde centra su lucha en conseguir que las grandes empresas paguen los impuestos que les corresponden. Ha sido vicepresidenta de la Comisión de los Papeles de Panamá, y está muy involucrada en la legislación para lograr una base común de Sociedades en toda la UE. “En Francia sabemos bien que los impuestos llevan a la Revolución”, recuerda en una entrevista en su despacho en Estrasburgo, mientras graban un documental sobre su figura y su trabajo contra los paraísos fiscales.
Usted se hizo conocida en los años noventa por sus campañas contra la corrupción de las grandes multinacionales. Hoy, las instituciones europeas siguen batallando para que las grandes empresas como Apple o Amazon paguen sus impuestos en los países en los que obtienen sus ganancias ¿Están ganando la batalla?
Se han aprovechado de un sistema de imposición anticuado. Se benefician de este sistema de competitividad fiscal en el seno de la UE: toleramos tipos imponibles extremadamente bajos, sobre todo a través de las exenciones. En Francia tuvimos un caso un poco particular con Google. Se intentó imponerles una tasa un poco más alta, teniendo en cuenta que su sede de 10.000 metros cuadrados, y sus 700 empleados eran prueba suficiente de que tenían sede permanente en Francia. Google ganó en los tribunales administrativos para nuestra gran desesperación, ya que los contratos no se firman en Francia, sino en Irlanda. Ahora este caso está en apelación, no sabemos lo que ocurrirá. Pero nosotros, como legisladores europeos, pensamos que deben cambiarse las reglas para que no pueda darse esta situación.
Hoy las multinacionales pueden permitirse no pagar impuestos porque no tenemos la noción de grupo de sociedades, no están tasadas como la unidad que son, sino a través de sus filiales, como si tuvieran una existencia jurídica propia. Su juego es transferir beneficios del lugar donde se han conseguido a través de un montón de sistemas que conocemos de ingeniería fiscal, para situarlo en paraísos fiscales.
¿Qué pueden hacer los legisladores europeos para evitar este juego de las multinacionales?
La respuesta es la tasación unitaria de la multinacional. Nos da igual si el beneficio se ha realizado en Bahamas, se integra y da lugar a un impuesto global para Ikea, Bosch, Coca-Cola, un montante global a repartir entre los estados según criterios pre establecidos. Hay un ejército de analistas fiscales trabajando en cada multinacional para que España, como cualquier otro país, no obtenga los impuestos que le corresponden. Estamos trabajando sobre un texto de base imponible común consolidada en Sociedades.
Hay un gran acuerdo en el Parlamento Europeo, votaremos el texto en el primer trimestre de 2018. Después será el Consejo el que debería adoptarlo, pero ya sabemos que no será adoptado porque Irlanda, Luxemburgo, etcétera no lo votarán (las decisiones fiscales deben ser unánimes en la UE).
Ahí puede entrar el artículo del Tratado que permite a la Comisión pasar de unanimidad a mayoría cualificada, si en lugar de considerarse como un texto fiscal se considera de Competencia. Sabemos lo que hay que hacer y trabajamos en ello.
¿Por su experiencia en el Parlamento Europeo tiene usted la impresión de que hay demasiados intereses y grupos de presión sobre las instituciones, los miembros del Parlamento o los propios gobiernos a la hora de legislar estos asuntos?
En cuestiones fiscales es evidente que quienes tienen privilegios hoy no quieren perderlos, así que los lobistas de las multinacionales van a intentar hacer lo imposible para demostrar que el mundo está bien como está. Pero en este caso concreto de las bases imponibles comunes, yo he visto un gran acuerdo de todos los partidos, de todo el espectro, así que creo que no han logrado parar el texto. Hay elecciones en 2019, y creo que hoy en día un eurodiputado que diga que está de acuerdo con que las multinacionales no paguen impuestos corre el riesgo de no ser reelegido.
Vimos la acción de los lobistas contra los ciudadanos en ACTA (Acuerdo Comercial de Lucha contra la Falsificación, rechazado por el Parlamento Europeo en 2012). Al principio, solo los partidos verdes estaban en contra. Después hubo una campaña personalizada de las ONGs y los ciudadanos. Yo recibía cientos de mensajes al día para que votara en contra. Creo que fue una presión muy fuerte. Nada está fijado, y aunque ayer prosperaran las injusticias, no tienen porqué continuar mañana. Creo que gracias a la gente valiente y a los políticos que han comprendido la dimensión del problema, puede haber una voluntad de cambio.
Así que usted cree en la capacidad de la gente de cambiar las cosas y de presionar por sus intereses
Sí, estoy muy convencida de que si la UE no es capaz de arreglar este problema (de la elusión y la evasión fiscal), será muy peligroso para el porvenir de la Unión. Aquí los ciudadanos deben hacer un intento fuerte. Es muy injusto que las multinacionales no paguen impuestos. En Francia sabemos bien que los impuestos llevan a la Revolución. (Uno de los detonantes de la Revolución Francesa fueron los impuestos que sólo pagaban burgueses, artesanos y campesinos. Los nobles y el clero estaban exentos).
Al buscar en internet sobre usted he encontrado bastantes artículos sobre su vida privada, sus matrimonios, o su paso por el concurso de Miss Noruega, a pesar de su trayectoria como magistrada y política ¿cómo observa usted el momento actual en lo que se refiere a la igualdad entre hombres y mujeres?
Creo que la vida de uno es una unidad y que el hecho de que yo estuviera a los 18 años en un concurso que era como una broma no es tan grave, es divertido. Si eso se menciona es porque fui candidata a las elecciones presidenciales en Francia. Y cuando uno hace eso, la vida privada ya no le pertenece más. Hay un número enorme de personas que excava para encontrar hechos incompatibles con presentarse a las elecciones para ser presidente de la República. Y lo que encontraron de mi creo que no es tan grave.
En lo que se refiere a los derechos de la mujer, yo soy Verde, y para los Verdes aquí (en el Parlamento Europeo) o en el Parlamento francés, la igualdad es muy importante. Somos un partido donde la toma de la palabra alterna entre hombres y mujeres. Si un hombre toma la palabra, después lo hace una mujer. Si son dos mujeres seguidas las que hablan, sí es posible, es decir, hay una discriminación positiva. La designación de puestos también se hace de manera paritaria. Hay tantas mujeres como hombres elegidos. Además tenemos una comisión de la mujer muy enérgica, y entre nosotros utilizamos un lenguaje no sexista. El idioma francés es muy discriminatorio: un hombre pesa más que mil mujeres para la conjugación de un sustantivo en plural. La igualdad entre hombres y mujeres forma parte de nuestro ADN.
¿Cómo observa el momento político en Francia y la figura de Marine Le Pen? (consiguió un resultado histórico en las elecciones a las que también se presentó Joly) ¿Le preocupa que haya un movimiento populista creciente en Europa?
Con Marine Le Pen la cosa ha cambiado mucho desde las últimas elecciones presidenciales. El Frente Nacional se ha debilitado…una buena noticia para mí. Pero sí, no hay duda, el movimiento populista crece. Lo vemos en los antiguos países de la Europa del Este y del Norte de Europa. Creo que se debe a la inseguridad. La gente sufre con la globalización, los sindicatos han perdido fuerza, la gente ya no cree en el comunismo. Las revueltas que daban la oportunidad de expresarse políticamente ya no existen. Además hay una población mucho más cosmopolita. Hoy en Oslo, donde yo crecí, hay un 15-20% de la población de origen pakistaní, algo que no ocurría cuando yo vivía allí. Creo que la ciudadanía reacciona al cambio de su entorno inmediato. Ya no viven alrededor de una iglesia, con pequeños comercios y la seguridad de anticipar lo que iba pasar. Así que hay una reacción a la mundialización y al sufrimiento que genera: mucha riqueza para unos pocos y mucha pobreza para la mayoría. La reacción a esa mundialización, más que decir: debemos proteger las fronteras de una manera compatible con el comercio pero que proteja nuestros empleos, es: “los responsables de mis problemas son otros, los extranjeros”.
Lo hemos visto en Inglaterra, con el “brexit” la xenofobia se expresó muy libremente. Para mí es un drama, no para Europa, sino para Gran Bretaña. Es un declive ineluctable de Inglaterra. Tengo piedad por los ciudadanos que son dobles víctimas: de un sistema electoral injusto y de una élite desconectada y que cree que Inglaterra es aún un imperio y que pueden vivir entre ellos, lejos de los polacos. Ya hay consecuencias macroeconómicas para Inglaterra, y los que han votado el brexit porque no querían polacos van a descubrir la realidad económica de manera bastante brutal, tristemente.
Sabemos que en el repliegue sobre sí mismo del nacionalismo como en Hungría, donde Orban prohíbe incluso no se permite montar piezas que no sean húngaras, una especie de locura, cuyas consecuencias se ven rápidamente. No hay duda de que el populismo ha crecido mucho, lo vemos también en los movimientos regionalistas, que son sin duda muy nacionalistas.
En España tenemos un fuerte movimiento independentista catalán ¿lo situaría usted en ese mismo espacio populista?
Si los independentistas dijeran: en Cataluña vamos a luchar contra la pobreza, contra la injusticias, vamos a hacer de Cataluña un ejemplo ecológico…pero no hay nada de eso, su discurso es muy pobre, ligado al territorio. Para mí no es un proyecto político.
Usted habla del crecimiento del populismo como respuesta a la globalización y de sus problemas asociados. ¿Es que las fuerzas progresistas no han sabido dar una respuesta?
Sin duda. Vemos la desaparición de los partidos tradicionales de derecha e izquierda. Una desaparición lógica porque no han sabido dar una respuesta al crecimiento de la pobreza, a la desigualdad que se dispara, al paro…y no han sabido tampoco dar respuesta a una cuestión urgentísima: el cambio climático. Hemos visto el modelo productivista sobrevivir en el discurso y la acción.
¿Cree que una de las luchas que valen la pena en estos días es contra el cambio climático?
Debemos ser conscientes de todos los problemas ecológicos y ligados a la preservación de la Tierra, de no tener una agricultura que preserve los suelos ni la biodiversidad, tener consciencia de la fragilidad del mundo en el que vivimos. Y cuando nos demos cuenta de que ya sólo queda un 25% de insectos polinizadores y que aún autorizamos pesticidas que les matan, nos daremos cuenta de la locura que estamos protagonizando.