El Partido Popular (PP) ha decidido volver a jugar la carta del catastrofismo. El líder del principal partido de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, ha arrancado la campaña de las elecciones europeas del 9 de junio hablando de “aplastante mediocridad económica”, con datos tergiversados, o directamente falsos, que no reflejan la realidad de nuestro país.
“En pocas horas, vendrá una persona que les va a plantear la tesis de que la economía española va como un cohete. Yo les aseguro que no”. Así empezó Feijóo su discurso en la 39ª edición de la Reunió del Cercle d'economía esta misma semana. Apenas unos días antes, esa “persona” que habló después de él en la misma tribuna (efectivamente, se refería a Pedro Sánchez) dijo en un evento sobre fondos europeos, organizado por elDiario.es, eso de que la actividad en nuestro país avanza “como un cohete”. El presidente del Gobierno seguramente buscaba provocar al líder de la oposición. Al menos, en parte.
Hace justo un año, en el mismo foro, Sánchez afirmó que la economía española iba como una moto. Feijóo y el resto de la derecha intentaron desactivar por todos los medios ese mensaje, sobre todo en la campaña de las elecciones generales de julio. La realidad fue tozuda, y España cerró 2023 liderando el crecimiento del PIB (Producto Interior Bruto) en la Unión Europea (UE), con récord de personas afiliadas a la Seguridad Social y con la mayor mejora de la renta disponible de las familias (el dinero que tienen para gastar o ahorrar tras restarle las subidas de precios) entre las economías desarrolladas por la moderación de la inflación y, precisamente, por la creación de puestos de trabajo.
El esquema vuelve a repetirse ahora. Las previsiones de todos los organismos (desde el FMI, pasando por la Comisión Europea, hasta el Banco de España) confían en que el crecimiento de nuestro país continuará destacando en Europa, y todo apunta a que el inicio de las bajadas de los tipos de interés del Banco Central Europeo (BCE) a partir del 6 de junio, la estabilización de la inflación cerca del 2% (sobre todo por la normalización del comportamiento del precio de los alimentos) y los aumentos de los salarios desde 2022 (aunque siguen siendo insuficientes mientras la mayoría de empresas, especialmente las grandes, han incrementado mucho más sus beneficios) se notarán para bien en los bolsillos de los hogares.
Pero Feijóo prefiere insistir con el catastrofismo, pese a que tiene la oportunidad de ser constructivo respecto a cuestiones que sí son problemas reales, como el acceso a la vivienda, la transición energética, la lucha contra el cambio climático, el impacto de las nuevas reglas fiscales de la UE, el debate sobre la creación de instrumentos fiscales conjuntos más allá del Plan de Recuperación o las desigualdades (de riqueza, de renta, de género...).
Prácticamente ninguna de estos temas se tocan en las arengas económicas del líder el Partido Popular y de la oposición. Sí que permanece lo de que nuestro país va a la cola de la recuperación del histórico shock de la COVID. “Cómo podemos decir que la economía va como un cohete, si usted coge los datos de Eurostat, es decir, los datos de la Unión Europea, y desde la pandemia, España es el país número 21 de 27 en crecimiento económico”, advirtió Feijóo en una entrevista en Telemadrid, esta misma semana, y repitió en el Cercle d'economía.
El dato es cierto, pero queda muy sesgado si no se distingue entre los países que están por detrás de España y los que están por delante. De las cuatro grandes economías de la UE, solo en Italia la actividad ha avanzado más que España desde 2019. Francia y Alemania están por detrás. Estas cuatro economías son las realmente comparables. Además, en 2023, España lideró el crecimiento del PIB con un 2,5%, y se espera que en 2024 y 2025 mantenga un ritmo de crucero cercano al 2%, de nuevo al frente de la UE. De hecho, tomando como referencia las últimas estimaciones de la Comisión Europea, nuestro país también superará a Italia el próximo ejercicio. Feijóo omite esta realidad.
Más grave es la crítica sobre el empleo. El esfuerzo por ignorar el récord de haber superado las 21 millones de personas afiliadas a la Seguridad Social ya es muy cuestionable. Más pertinente es destacar que la tasa de paro sigue en un preocupante 12%, el doble que en la UE. Sin duda, el desempleo estructural es uno de los grandes problemas de nuestra economía. Sin embargo, aseverar que no “podemos sostener nuestra economía solo en crear empleo en base al turismo, cuando el turismo sabemos que es un sector que no depende solo de nosotros”, como hizo el líder del PP, es chocar con la positiva transformación del mercado laboral durante los últimos años.
Este segundo gráfico es contundente. Nuevos sectores de alto valor añadido están creando puestos de trabajo con intensidad desde 2018, como “las actividades profesionales, científicas y técnicas”, la “información y la comunicación”, mientras que la hostelería queda relegada al noveno puesto.
Otra sentencia que no soportan las cifras oficiales es la siguiente: “Si usted coge la renta media de un español en el año 2019, es la misma que tiene en el año 2023. Pero claro, la inflación ha subido un 20 o un 30%, por lo tanto, hemos perdido poder adquisitivo”, que también deslizó Feijóo en la entrevista en Telemadrid. Lo primero es que la inflación general ha aumentado exactamente un 17% desde el nivel de precios previo a la pandemia. Lo segundo es que es verdad que las subidas de la mayoría de salarios no han compensado todo ese 'mordisco'. Sin embargo, según corroboró la OCDE recientemente, la renta real disponible de las familias sí que supera el nivel de 2019 en promedio principalmente porque hay más personas trabajando en cada hogar o porque han conseguido cambiar a puestos con mejores condiciones, por las medidas de alivio del Gobierno de coalición y porque se han elevado otros ingresos que no son el empleo principal (ayudas públicas, rentas financieras...).
Un clásico entre los mensajes apocalípticos del PP es alertar sobre la deuda pública. El error es que siempre lo hace en términos absolutos, aunque la sostenibilidad de la deuda de los países y de los intereses que pagan cada año se mide respecto al PIB y respecto los ingresos del Estado, respectivamente. En el primer caso, en 2023, la ratio de deuda respecto al PIB se quedó en el 108,1%. De cumplirse el objetivo del Gobierno de dejarla cerca del 105% este 2024, el desapalancamiento de nuestro país será de cerca de 20 puntos porcentuales “en apenas 4 años”, desde el máximo que se alcanzó por la pandemia. Mientras, la carga de intereses se mantiene estable gracias a que durante años nuestro país ha accedido a deuda 'barata' [hasta que el BCE comenzó a incrementar los tipos de interés en 2022] y al aumento de la recaudación por el crecimiento económico y la creación de puestos de trabajo.
Por otra parte, el objetivo del Ejecutivo de coalición es dejar el déficit (la diferencia entre los ingresos y los gastos del Estado) en el 3% al cierre de este ejercicio. La meta para 2025 es seguir reduciendo el desequilibrio presupuestar al 2,5%, y el endeudamiento al 104,1% gracias, principalmente, al dinamismo de la actividad económica.
La meta del 2,5% de déficit de 2025 es “particularmente importante” porque “nos permitiría tener superávit en términos primarios [es decir, descontando la carga de los intereses que pagan por la propia deuda]”, incidió recientemente Carlos Cuerpo, ministro de Economía, Comercio y Empresa.
Por último, desde la derecha también viene siendo muy común acusar al Gobierno de subir los impuestos “como nunca” ha ocurrido, pese a que desde 2021 se han decidido distintas bajadas temporales del IVA de los alimentos, de la electricidad, del gas... entre otras, y la presión fiscal se quedó en el 38% del PIB en 2023, tres décimas por debajo de la de 2022 y lejos de lo que ocurre en Alemania, Italia y Francia, donde se supera el 40%.
Lo mismo sucede respecto a los impuestos a los que hacen frente los trabajadores. En España la carga fiscal de los salarios es inferior que en otros países comparables, según se explica en esta información y esta sobre cómo funciona el IRPF, y según se observa en este último gráfico, con datos de la OCDE.