El sector de las telecomunicaciones en España está pasando con el tiempo de un modelo de tres grandes operadoras que controlan el mercado, a cuatro. Hace unos días, MásMóvil absorbió mediante una opa a Euskaltel, confirmándose como la cuarta compañía en España, aunque todavía un escalón por debajo de las tres grandes (Movistar, Orange y Vodafone). El auge de MásMóvil y otras operadoras basadas en un modelo de bajo coste ha supuesto un desafío para las compañías que controlan el sector, que desde hace un tiempo ya se está apreciando en la erosión de sus ingresos y su base de clientes.
Aunque en ocasiones han sido contestadas por compañías del sector, las estadísticas de referencia que se tienen son las de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC), que tiene las funciones de supervisor de esta industria. Este registro, que de manera mensual, trimestral o anual da una radiografía de las telecomunicaciones, muestra en sus datos el impacto que ha tenido el boom del bajo coste para las tres grandes compañías.
En primer lugar, se puede observar en los ingresos minoristas, los que se obtienen por servicios a particulares y a empresas, dejando fuera los que se otorgan a terceras compañías. En 2020, últimos datos recogidos por la CNMC, las tres grandes operadoras obtuvieron 17.558 millones de euros de ingresos, dejando ya lejos los registros de otras épocas previas a la crisis de 2008, cuando la facturación llegaba a superar los 27.000 millones. Pero en concreto, si se compara con 2018, cuando el bajo coste terminó por hacerse fuerte en España, con la proliferación de multitud de pequeñas operadoras y el auge de algunas como la citada MásMóvil a base de adquisiciones, la pérdida para las tres grandes compañías ronda los 2.000 millones.
Prácticamente desde 2018, si no antes, las telecomunicaciones viven en una guerra de precios continua. Especialmente en servicios más básicos como es la telefonía móvil o la fibra, donde han ido apareciendo determinados actores que, mediante ofertas agresivas, han crecido en el sector. Esto ha provocado un descenso en los precios de estos productos. Es el caso también de Digi o de Virgin Telco, esta última absorbida por MásMóvil en la operación de Euskaltel. Otros negocios, como la televisión de pago, siguen siendo cosa prácticamente de las tres grandes compañías, especialmente Movistar.
En lo que respecta a los móviles, durante el primer semestre de este año se han realizado 3,62 millones de cambios de compañía, lo que prácticamente iguala el mayor registro histórico alcanzado, precisamente en 2018, con 3,67 millones. El año pasado se vio afectado por la cuarentena, que provocó que se congelaran por ley estas operaciones durante algunos meses para evitar desplazamientos no esenciales. Sin embargo, algunos meses de otoño alcanzaron niveles nunca antes vistos en España, dando muestra del fuerte movimiento entre operadoras.
Movistar, Orange y Vodafone han perdido 1,2 millones de clientes desde 2018
Y, mes a mes, los grupos que tradicionalmente han salido perdiendo en esta guerra han sido las tres grandes operadoras. Si se compara el registro del cierre de 2018, la misma referencia que se tomó con los ingresos, con el 30 de junio de este año, el resultado es que Movistar, Orange y Vodafone suman una pérdida de 1,2 millones de clientes. Solo MásMóvil ha ganado en ese periodo tres millones de clientes, a los que se suman las ganancias de otras pequeñas operadoras, que no aparecen desagregadas en las estadísticas de la CNMC.
Las grandes compañías han centrado sus esfuerzos en este tiempo por retener y atraer a clientes de mayor coste mensual, donde juega un papel fundamental la televisión de pago. Mientras tanto, en la telefonía móvil están viviendo una lenta pero continuada pérdida de cuota de mercado conjunta a niveles nunca antes vistos. Esta primavera, Movistar, Orange y Vodafone sumaban por primera vez menos del 75% del pastel de la telefonía móvil en España, lejos del 83% que tenían hace apenas cuatro años. Estas empresas han intentado amortiguar la pérdida en estos segmentos con sus segundas, o incluso terceras marcas con las que competir también por precio. Esto ha provocado en el mercado un cierto espejismo de que aunque existen más de una veintena de enseñas, están agrupadas en apenas cuatro compañías.
La pérdida de terreno de las grandes operadoras se ve también en otros negocios, como el del internet en el hogar, la banda ancha fija. Si bien a cierre de 2020 retenían el 80% de los hogares en España, se habían perdido siete puntos de cuota de mercado en apenas dos años. El dominio lo mantienen, eso sí, en la televisión de pago, donde suman el 92% de los ingresos, pese a tener el 75% de los abonados, teniendo mucha culpa de ello los clientes con fútbol, lo que eleva la factura media que se paga.
Críticas de las grandes operadoras
Esta realidad ha provocado que en el último año hayan arreciado las críticas en los discursos de los directivos de las grandes telecos del país contra los reguladores por la proliferación de las operadoras de bajo coste. No solo en España, sino a nivel europeo. Los ejecutivos han cargado en repetidas ocasiones contra las normas de competencia que, según ellos, han incentivado la creación de operadoras que apuestan por competir en precios, mientras que las grandes empresas, con menores márgenes por estos nuevos actores, tienen que abordar las inversiones en infraestructura. El propio José María Álvarez Pallete, presidente de Telefónica, se ha erigido en una voz crítica contra la regulación del sector, a la que ha tildado en ocasiones de “obsoleta”, donde hay empresas que crecen “a costa de debilitar a los que tienen un firme compromiso inversor, minando gravemente su capacidad de liderar la digitalización de la sociedad y perjudicando por tanto la misma”, señaló hace unos meses.
Antes del verano, Orange, que este martes confirmaba la eliminación de su histórica marca Amena, anunció un ERE que afectó a unos 400 trabajadores en España. La compañía lo justificó por “llevar años” encadenando pérdidas de ingresos “como consecuencia de la hipercompetitividad del mercado y la multiplicidad de actores low cost”. Es decir, la teleco gala, cuyo primer accionista es el Estado francés, plantea esta vía para intentar competir en la guerra de precios que afecta al sector en los últimos años. “Para garantizar la competitividad de la compañía, resulta imprescindible adaptar la operación a estos cambios estructurales”, defendió el grupo en un comunicado. La matriz francesa ha tenido que rebajar a la mitad el valor contable de su filial española, justificándolo en esta guerra de precios.
Eso sí, el boom de las marcas low cost en España tiene una segunda derivada no tan negativa para las grandes telecos. Muchas de estas compañías no cuentan con infraestructura propia, por lo que la alquilan, especialmente de Telefónica, Orange y Vodafone, para poder ofrecer sus servicios. Así, si una de estas empresas aumenta sus ingresos, también lo harán indirectamente los de las tres grandes. De hecho, mientras caen los ingresos minoristas de estas compañías, los mayoristas han aumentado en los últimos dos años en casi 500 millones de euros, hasta superar los 7.000 millones, su nivel más alto.
Las compañías del sector afrontan en las próximas semanas una 'vuelta al cole' en la que se juegan una parte importante de la evolución de su negocio. Con el final de las vacaciones del verano muchas buscan posicionarse para atraer clientes, con ofertas temporales en televisión, en fútbol o en conexión a internet. Será, además, la primera campaña tras la última subasta pendiente del 5G, por lo que irán proliferando las campañas comerciales en torno a esta nueva tecnología.