Las historias reales tras ‘Las abogadas’: “Nuestros bufetes jugaban un papel de sindicatos clandestinos”
A la carrera en la universidad porque vienen “los grises”, detenciones en los sótanos de la temible Brigada Político-Social, un Madrid de chabolas en el extrarradio o asesinatos a manos de ultraderechistas. Es solo un retazo de la historia reciente, aunque muchas veces desconocida, que se podrá ver este miércoles en la pequeña pantalla gracias a 'Las abogadas' de TVE. Una serie que retrata varios sucesos clave de los años 60 a los 80, como la Matanza de los abogados de Atocha, de la mano de cuatro jóvenes laboralistas: Lola González, Manuela Carmena, Paca Sauquillo y Cristina Almeida. “Los hechos históricos están muy bien contados, aunque quizás nos pone como demasiado heroínas”, matiza Sauquillo.
Es algo que repiten varias de sus verdaderas protagonistas, pese a sus largos currículums tras unas carreras cargadas de hitos. Primero, como pioneras abogadas en defensa de una clase trabajadora sin apenas derechos en los últimos coletazos del franquismo y de la Transición. Unos pasos iniciales en el Derecho laboral que consolidaron más adelante y que tuvieron múltiples derivadas. Desde la lucha vecinal y de la vivienda en barrios humildes como Vallecas (Sauquillo), a la judicatura (Carmena) o la política (Almeida, Sauquillo y Carmena), con trayectorias en varios partidos de izquierdas.
Ahora que han cruzado los 80 años –salvo Lola González, que falleció en 2015–, podrán ver en televisión sus años como estudiantes y algunos de sus primeros casos como abogadas. “Desde la ficción”, insiste Paca Sauquillo. Porque, si bien los hechos y la ambientación muestran de manera fidedigna lo sucedido, sus retratos personales están cargados de licencias. “Me sacan fumando y yo jamás he fumado, o bailando en el Bocaccio y, bueno, alguna vez fui, pero no era bailona”, dice en la redacción de elDiario.es.
El miércoles, a las 22.50h, tras 'La Revuelta', la audiencia las verá interpretadas por las actrices Paula Usero (Lola González), Almudena Pascual (Paca Sauquillo), Irene Escolar (Manuela Carmena) y Elísabet Casanovas (Cristina Almeida).
Con más presencia mediática, Cristina Almeida –ahora ingresada en un centro de recuperación por problemas de movilidad– y Manuela Carmena son más conocidas por el gran público, pero puede que la serie descubra a algunos espectadores las figuras de las otras dos protagonistas: Paca Sauquillo y, sobre todo, Lola González, que lleva el liderazgo del relato de ficción.
Sauquillo y González también fueron precursoras en el Derecho Laboral y por las libertades durante el final del franquismo, así como víctimas de sus represalias y de la violencia ultraderechista.
Lola González, especialmente. Después del asesinato de su novio en 1969, el estudiante de Derecho Enrique Ruano, bajo custodia policial de la Brigada Político-Social, ella fue una de las personas acribilladas a balazos en la conocida como la Matanza de Atocha de 1977. Sobrevivió, junto a otros tres compañeros, pero cinco personas murieron. Una de ellas era Javier Sauquillo, su marido y hermano de Paca.
Amigas en la universidad
Las futuras abogadas cruzan sus caminos en la Facultad de Derecho de la Complutense. “Llegamos a la universidad de tres colegios de monjas, después de hacer el Servicio Social obligatorio, en el que nos ponían a coser. Veníamos de tres familias de los que se podía decir que 'habían ganado la guerra'. Algunos con más implicación que otros, pero vaya, que no éramos de familias republicanas ni comunistas”, explica Paca Sauquillo. Su padre era militar, el de Almeida, procurador y el de Carmena, comerciante.
Con un contexto internacional marcado por hechos como la guerra de Vietnam o el Concilio Vaticano II, Sauquillo destaca el auge de los movimientos progresistas de cristianos de base, también estudiantiles y sindicales –como el origen de CCOO–, que fraguaron el “clima” que sacudió su conciencia y definió su vocación.
“Es el momento en el que los hijos de la generación 'vencedora' en la universidad empezamos a darnos cuenta de que éramos unos privilegiados, que éramos burgueses. Que la sociedad que nos habían contado de los malos (los rojos) y los buenos (los azules) no era así”, recuerda Sauquillo. En los pasillos de la Complutense se cruzan con hijos de represaliados y comunistas, junto con otros grupos ultraderechistas “que no querían ningún tipo de apertura”.
La inquietud social de Manuela Carmena, jueza después de abogada y exalcaldesa de Madrid, se inició antes. “En el colegio de monjas a las que ya teníamos más de 14 años nos llevaban los domingos a los barrios de chabolas de Madrid, teóricamente a enseñar catecismo. Enseguida veías que aquello era absurdo. Lo del catecismo era lo de menos y lo de más era que había niños descalzos, sin zapatos, que no iban al colegio, en una situación tremenda de casas miserables. Así que, por lo menos yo y mis amigas, entonces ya estábamos muy preocupadas por la cuestión social. En aquella época se nos decía que éramos 'jóvenes inquietos'”, sostiene la jueza.
Las amigas también estrecharon lazos y conciencia feminista con un pequeño club de lectura en el que comentaban obras como El segundo sexo de Simone de Beauvoir y La mística de la feminidad, de Betty Friedan, sostiene Paca Sauquillo.
“Nos damos cuenta cada vez más de la diferencia de derechos entre las chicas y los chicos. Por ejemplo, estoy estudiando en segundo curso el Derecho Canónico y el catedrático, el señor Maldonado, nos expulsa a las mujeres de la clase cuando va a tratar el tema de los impedimentos para el matrimonio. Que son, por ejemplo, si eres homosexual, si no consagras el matrimonio, etc. Nos expulsa, nos teníamos que quedar en la puerta de la clase, no lo podíamos escuchar. ¡Imagina la protesta!”, rememora Sauquillo.
Pioneras como abogadas laboralistas
Esa conciencia social y sus vínculos con movimientos antifranquistas de distinto signo –desde el Partido Comunista (PCE) a CCOO o la católica AST, entre otros–, llevan a las cuatro amigas a dedicarse al Derecho laboral y a fundar algunos de los primeros bufetes laboralistas en España. En la Calle Lista, de Paca Sauquillo; el de Españoleto, donde estaba Cristina Almeida y Lola González; y el de Atocha, de Manuela Carmena, que había estado trabajando antes con una precursora en la profesión para todas ellas, María Luisa Suárez, con bufete en la Calle de la Cruz.
“Se planteó que todos íbamos a ganar lo mismo, incluida la señora de la limpieza. Era una cosa muy viva, muy moderna, podríamos decir, y muy bonita e ilusionante”, recuerda Carmena.
En sus manos se confiaban muchos despedidos, también trabajadores, estudiantes y otros represaliados por su ideología, que habían participado en las cada vez más numerosas movilizaciones del movimiento obrero en Madrid. “Cristina y yo fuimos de las que más casos defendimos en el Tribunal de Orden Público (TOP)”, afirma Sauquillo. Ambas también trabajaron en el Proceso 1001, en el que los 'diez de Carabanchel' se convirtieron en símbolo viviente de la represión en el final de la dictadura.
Otras veces, su función era proactiva y estratégica, que partía de los sindicatos recién nacidos y aún prohibidos. “Comisiones Obreras era una organización de una originalidad extraordinaria. Con muchísima lucidez, Marcelino Camacho y el grupo que constituyó el sindicato intentaron ayudar a resolver los problemas que tenían los obreros en ese momento”, explica Manuela Carmena.
La exalcaldesa, desde el área de Construcción, trabajaba aflorando las condiciones reales de los obreros. En un Madrid con muchísimas obras, el sector pagaba bien, pero en la nómina solo figuraba el salario base, lo que perjudicaba a los trabajadores en sus cotizaciones y cualquier reclamación.. “Una tarea que hicimos fue demostrar su sueldo real. Fuimos con unos notarios para levantar el acta del salario que figuraba en los tablones de anuncios. Demostramos los sueldos reales que cobraban. Imagínate que en una nómina que a lo mejor les ponían 5.000 y realmente ganaban 10.000. Era una conquista extraordinaria”, relata Carmena.
Las jóvenes laboralistas se enfrentaron también a una dificultad añadida: muchas veces “no había leyes que nos amparasen”, recuerda Sauquillo, ya que la dictadura mantenía a los trabajadores sin derechos básicos. “No eran fijos, se ejercía el despido libre, no había derecho de reunión, ni a huelga...”, ejemplifica.
Así que las abogadas tuvieron que tirar de imaginación. “Retorcíamos la legislación, para eso tuvimos suerte de tener en Filosofía del Derecho en la universidad como profesor a Joaquín Ruiz Jiménez. En los juicios hacías lo que podías, tenías que prepararte muy bien los casos. También hacer equilibrios para que tus clientes no dijeran nada que no quisieran, como que no eran comunistas, pero que no les perjudicara con las leyes que había”, explica Sauquillo.
Vigiladas en una Transición “muy dura”
Sus despachos se convirtieron en una referencia para el movimiento obrero, algo que les situó en el punto de mira del régimen. “Nuestros despachos jugaban un papel de sindicatos clandestinos. Eran los despachos de las Comisiones Obreras, de la AST,... que estaban prohibidos. Eso lo sabía la Dirección General de Seguridad, estábamos más que vigilados. Pero como abogadas éramos una pantalla protectora, al igual que algunas parroquias de curas progres, como el padre Llanos. Si venía la policía al bufete a por algún cliente, decíamos por ejemplo que ese hombre se estaba separando”, cuenta Sauquillo.
También se convirtieron en objetivo de la violencia ultraderechista, que golpeó al grupo de amigas con uno de los sucesos más dramáticos de la época, la Matanza de los abogados de Atocha en enero de 1977. Manuela Carmena, titular del despacho en el número 55, no estaba en ese momento de casualidad, por el cambio de ubicación de una reunión.
La serie retrata y descubre esa Transición “muy dura”, celebra Sauquillo, frente a otros retratos más edulcorados de este periodo que han imperado a nivel político y también en ficciones “como Cuéntame”. “Fueron años muy duros, de muchas caídas y detenciones”, insiste Sauquillo, a la que aún le tiembla la voz al hablar de Enrique Ruano, su hermano Javier y su cuñada, Lola.
También se aporta luz a una Transición más ciudadana. Fueron años de mucha acción colectiva, de conquista de derechos y libertades que se pelearon –y ganaron– también en las calles, fábricas, despachos o tribunales. Manuela Carmena se acuerda de los obreros de la metalurgia que empezaron a recibir leche diaria por parte de sus empresa, un derecho reconocido pero que no se cumplía y que logró que se ejerciera. Paca Sauquillo, de un hombre que la paró por la calle recientemente, al que defendió ante el TOP. “Me contó que estaba muy agradecido. Que había sido muy importante para él. Su madre era casi analfabeta y ahora su hijo trabajaba en las Naciones Unidas. Un abogado siempre juega un papel importante para su cliente, pero en esos años, un abogado podía ser su salvación”, subraya Sauquillo.
Carmena, que no ha visto la serie, destaca también la necesidad de hablar más del presente. “A veces casi me pesa hablar tanto del pasado”, admite a este medio. “Parece que somos abuelitas cebolletas y a mí me preocupa el presente. Me preocupa muchísimo que haya encuestas en las que se plantea que hay un grupo muy importante de jóvenes que creen que los sistemas autoritarios son mejores que la democracia”, subraya Carmena. Por eso, la jueza insiste en la necesidad de “ilusionar de nuevo a la gente con la democracia”.
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