España es uno de los países europeos donde más ha crecido el hacinamiento en los hogares a lo largo de los últimos años. Una situación que refleja los problemas para encontrar una vivienda que se adapte a las necesidades de las unidades familiares y de los convivientes. Entre 2010 –en plena crisis financiera– y 2020 –el año de la pandemia y el último con datos publicados por la oficina estadística europea Eurostat–, el porcentaje de población en viviendas superpobladas se ha disparado un 52%. Un crecimiento que solo está por detrás del registrado por Países Bajos, donde la población en esta situación se ha más que duplicado.
Eurostat incluye como viviendas sobrepobladas aquellas en las que se cumplen una serie de condiciones. Básicamente, que haya más habitantes que aquellos para las que estaban pensados esos inmuebles. Por ejemplo, incluye aquellos casos donde conviven adultos solteros y haya menos habitaciones que convivientes; o, si hay niños, haya más de dos menores por estancia. En definitiva, hogares que no están adaptados a las necesidades de espacio de quienes los habitan.
Al concluir el año del confinamiento, en España había un 7,6% de la población en esta situación. Un dato que, pese a su crecimiento a lo largo de la última década, y más concretamente entre 2018 y 2020, es muy inferior al de otros países europeos donde esta realidad de hacinamiento es especialmente alta.
Por ejemplo, en Rumanía supera el 45%, en Letonia, el 42% y en Bulgaria, el 39%. La media de la UE está en el 17,5%. Incluso es más alta que en España en países de nuestro alrededor como Italia (26%), Francia (10%) o Portugal (9%). Sin embargo, también estamos lejos, en el aspecto inverso, del 2,5% de Chipre o del 3,2% de Irlanda.
Estos datos adquieren perspectiva si se comparan, por ejemplo, con el número de personas que viven en pisos, que en España son dos tercios de la población, a niveles similares a los de Lituania; y muy por encima del 46,2% de la media europea. En cambio, solo un 25% de ciudadanos chipriotas viven en pisos.
También es relevante ver si existe una relación entre la realidad de vivir en casas hacinadas y el riesgo de pobreza y de exclusión social. Al compararlos datos publicados por Eurostat se percibe que, en el caso de España, no existen excesivas diferencias entre hombres y mujeres; pero sí las hay al analizarlos por edades. El 28% de las menores de 18 años en riesgo de pobreza viven en hogares sobrepoblados, cuando en los varones menores, es el 22,7%. Eurostat considera en riesgo de pobreza a aquellas personas cuya renta es inferior al 60% de la mediana nacional.
Una vez se llega a la edad adulta y a la emancipación, ahí las diferencias entre hombres y mujeres, no son tan altas. Un 16,9% de las mujeres con ingresos muy bajos vive en un hogar superpoblado, frente al 15,9% de los hombres. En cambio, en el caso de los mayores, el dato se reduce considerablemente. Solo están en esa situación de hacinamiento habitacional un 5,9% de las mujeres mayores de 65 años en riesgo de pobreza y un 5% de los hombres.
Detrás de esta última realidad, estarían otros factores como la soledad de las personas mayores, que también son proclives a vivir en infraviviendas. En el conjunto de España, un 20% de los mayores de 65 años vive en situación de vulnerabilidad residencial extrema. Una condición que se agrava especialmente en determinadas regiones, como la Comunitat Valenciana e Illes Balears; y en las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla.
Respecto a cómo está creciendo la relación entre hacinamiento en las viviendas y riesgo de pobreza, el porcentaje de menores que viven en un hogar hacinado y están en situación de exclusión se ha duplicado a lo largo de la década de 2010. Mientras, en los adultos de hasta 65 años, ese porcentaje ha aumentado más de un 70%.
Cabe recordar que, con datos de ingresos de 2020, la población que vivía bajo el umbral de la pobreza se elevó el pasado año hasta el 21,7%. Es decir, más de una de cada cinco personas en España, el dato más alto desde 2016, según la Estadística de Condiciones de Vida (ECV) que publica el INE.
En el caso de Eurostat analiza la evolución de sobrepoblación en los hogares dentro de un estudio más amplio sobre las condiciones de vida de los ciudadanos de la Unión. Asume que “las malas condiciones de vivienda son uno de los principales factores que impiden que las personas disfruten de un nivel de vida aceptable”.
Para ello, no solo tiene en cuenta el número de personas que viven en una vivienda en función de las características de esta, también otros aspectos como si tienen problemas para afrontar gastos esenciales, como la calefacción. En 2020, el año más golpeado por la pandemia, “el 7,4% de la población de la UE no pudo mantener su hogar adecuadamente caliente. Entre los Estados miembros de la UE, este porcentaje osciló entre el 1,5% en Austria y el 27,5% en Bulgaria”, destaca Eurostat.
Al entrar al detalle, en España ha aumentado el número de personas que tiene dificultades económicas para poder calentar sus casas. En 2020, antes de que se disparasen los precios de la energía, tenía dificultades más del 10% de la población, cuando en 2019 ese porcentaje se quedaba en el 7,5%. Es el dato más alto desde 2014 cuando aún eran perceptibles las consecuencias de la anterior crisis financiera y este problema afectaba a más del 11% de la población.
Otros países donde hay más dificultades económicas para calentar las casas en invierno son Portugal, Grecia y Chipre, donde se supera el 17%. Estos dos estados del sur de Europa, junto a Bulgaria y Lituania, ya eran los que tenían las cifras más altas en 2014. En cambio, en países más fríos, como Polonia y Suecia, esta realidad solo afectaba en 2020 al 3,2% y al 2,7% de la población, según Eurostat. Datos que recogen los meses de confinamiento y mucho antes de la invasión rusa de Ucrania, el conflicto bélico y la decisión del Gobierno de Vladimir Putin de cerrar el grifo del gas a los países europeos, lo que puede cambiar las estadísticas de los meses más recientes.
De nuevo, al ver en detalle la relación entre la imposibilidad de mantener el hogar caliente y el riesgo de pobreza, hay una diferenciación por hogares. El mayor riesgo se da en los hogares ocupados por un adulto menor de 65 años en riesgo de pobreza, donde alcanza el 32%, un porcentaje muy encima del hacinamiento entre el resto de adultos que viven solos. En el caso de viviendas ocupadas por dos adultos con tres o más hijos a cargo, el riesgo roza el 30% en el caso de las familias con ingresos bajos, un porcentaje cinco veces superior al de las familias del mismo número pero con ingresos más elevados.
Estos datos son previos a la crisis energética y esta misma semana Cruz Roja ha comunicado que el 75% de las familias vulnerables atendidas por esta organización afirma no poder mantener la temperatura adecuada en sus viviendas, especialmente en invierno. Datos que ya recogen 2021, pero no lo ocurrido tras la invasión de Ucrania. Este dato, recogido en un análisis realizado junto a la organización sin ánimo de lucro Ecodes, señala que un 23% de estas familias asegura no disponer de calefacción, frente al 10% que recogen las estadísticas oficiales del Instituto para la Diversificación y el Ahorro Energético (IDAE).