El desigual impacto económico de la pandemia en 2020 respondió más a las restricciones y diferencias sectoriales que a la incidencia de la enfermedad

La movilidad ha sido el factor determinante para definir el impacto económico de la pandemia de COVID en España. Así lo señala el Banco de España en el informe La evolución de la actividad en las provincias españolas a lo largo de 2020 y sus determinantes que ha hecho público este miércoles. De esta manera, el organismo supervisor apunta que “el diferente impacto de la pandemia en 2020 ha respondido más a diferencias en la especialización sectorial y a cambios en las decisiones de movilidad de las personas (ya sea voluntarios o impuestos por las restricciones) que a la diferente incidencia de la enfermedad”.

Las provincias que experimentaron una mayor caída de la actividad en 2020 fueron las que también registraron un descenso más pronunciado de la movilidad, que tienen un mayor peso del turismo (sobre todo extranjero) y del empleo temporal, y una menor proporción de empleados del sector público.

A la hora de realizar esta investigación el Banco de España concluye que la movilidad es la variable más importante, ya que explica un 35% de las diferencias provinciales en el PIB. Adicionalmente, la relevancia del turismo total y del turismo extranjero explica, en conjunto, algo más del 20%, mientras que las contribuciones del peso del empleo público y la temporalidad en el empleo asalariado total son de un 3% y un 1%, aproximadamente. El resto de las diferencias (esto es, cerca del 40%) son explicadas por los efectos fijos trimestrales.

Las diferencias entre las provincias españolas también tiene una razón institucional. Los investigadores del Banco de España observan dos periodos en 2020: Una primera etapa desde la introducción de las primeras restricciones en marzo hasta el verano con un modelo centralizado bajo el marco del Estado de Alarma iniciado el 14 de marzo de 2020, sin apenas diferencias territoriales en las restricciones, mientras que a partir del verano, las Comunidades Autónomas asumieron una mayor capacidad para establecer medidas de relajación y de contención, en función de la incidencia del virus en sus territorios lo que provocó “una mayor dispersión de los índices de movilidad desde el verano, especialmente notable a partir del mes de agosto, que ha continuado durante el resto del año, marcado por la segunda ola de la COVID. 

Con estas premisas, el estudio del Banco de España detalla que solo diez provincias habrían registrado caídas de la actividad mayores que la media nacional (11%), pero su peso en el PIB total de España es aproximadamente de un 33%. Entre los retrocesos más acusados en el conjunto del año destacan los de Baleares (–27%) y las provincias canarias de Las Palmas y Santa Cruz de Tenerife (–21% y –19%). Les siguen los de Málaga, Gerona y Alicante. Estas seis provincias se caracterizan por que el peso del sector turístico —sobre todo el ligado a la demanda extranjera— en la actividad provincial es especialmente alto (dicho peso se mide como el cociente entre los viajeros recibidos y la población).

Por el contrario, las provincias con descensos más moderados habrían sido Extremadura (con caídas del –5,3% tanto en Cáceres como en Badajoz) y Castilla-La Mancha, además de Zamora y Teruel. El denominador común que presentan todas estas provincias es una menor exposición al turismo y un mayor peso de los sectores menos afectados por el COVID-19, como la agricultura y el sector público.

Dentro de una región hay también bastante diversidad en el comportamiento de la economía. Por ejemplo La provincia de Lérida muestra una caída del PIB del 8%, debido al menor peso de los sectores más expuestos a la crisis sanitaria, frente a los descensos de las tres provincias catalanas costeras, por encima del 11%.

Estas diferencias también se perciben según los trimestres. Por ejemplo, las provincias aragonesas de Teruel y Huesca registraron en el segundo trimestre caídas mucho más moderadas (–13,5% y –15,1%) que el agregado nacional (–21,6%), mientras que en el cuarto trimestre sus retrocesos (–6,6% y –8,5%) se aproximaron más a la media (–9,1%).