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La industria gallega languidece ante el reto de la descarbonización

Vista general de la central térmica de Meirama, en la la localidad coruñesa de Cerceda.

EFE

Santiago de Compostela —

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El cierre anunciado de dos térmicas contaminantes y el riesgo de clausura de metalúrgicas y astilleros por problemas de competitividad muestran signos preocupantes en el sector industrial gallego, que languidece ante el reto del proceso de descarbonización de la economía.

El programado cierre de las centrales térmicas de Meirama y As Pontes, entre las más contaminantes de España, ha sido anunciado por sus empresas explotadoras, Naturgy y Endesa, por el encarecimiento de los precios de compra de derechos de emisión de gases como el CO2, causantes del efecto invernadero.

Ese cierre anunciado interviene en un momento de incremento de la concienciación ciudadana sobre la repercusión de esas emisiones en el riesgo de un cambio climático irreversible, como vaticina la comunidad científica.

A la clausura de esas plantas hay que añadir los problemas que atraviesan algunas industrias grandes consumidoras de energía como la aluminera en A Coruña que la multinacional estadounidense Alcoa vendió meses atrás al fondo de inversión helvético Parter.

La Xunta, que reclama prolongar la vida de las térmicas y abaratar la tarifa eléctrica a las industrias grandes consumidoras de energía, alega que las plantas de la metalúrgica Ferroatlántica o del astillero Vulcano podrían cerrar y extinguir centenares de puestos de trabajo sin ayuda del Gobierno central.

El conselleiro de Economía, Empleo e Industria, Francisco Conde, auguraba en septiembre de 2017 -un año antes del anuncio de Alcoa de la venta de dos de sus plantas en España- que en un plazo de diez años Galicia podría generar más de 10.000 puestos de trabajo vinculados a la “economía verde”.

Ante un grupo de empresarios gallegos, Conde afirmó que “la economía verde es un elemento de competitividad” que, al margen de la producción de renovables, puede favorecer la llegada de nuevas inversiones.

El presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, en un discurso ante el Parlamento de Galicia el pasado miércoles acusó al Gobierno central de sembrar el “caos” con sus políticas tendentes a acelerar la transición hacia energías alternativas.

La ministra de ministra de Economía y Empresa en funciones, Nadia Calviño, a su vez, en una visita el lunes a Santiago de Compostela, consideró que “lo último que ayuda en estas ocasiones es la demagogia o echar la culpa a los demás”.

El Consejo de Ministros anunció el viernes un aumento a 172,23 millones de euros de las subvenciones para compensar los costes de las emisiones indirectas de gases de efecto invernadero de las industrias electrointensivas, casi duplicando los 91 millones de euros destinados inicialmente.

Una comisión de expertos en energía presidida por el economista Jorge Sanz, ya abogaba hace año y medio por cerrar térmicas, en particular las más contaminantes, para corregir la “sobredimensión” de un 30 % de capacidad de generar energía en España, que contribuye a elevar el precios de la energía.

El catedrático de la Universidad de Vigo Xavier Labandeira indicó en una conversación telefónica con Efe que la descarbonización de la economía comportará “desmontar” empresas “sucias”, generadoras de gases de efecto invernadero, para cumplir los compromisos fijados por la Unión Europea de cero emisiones de CO2 en 2050 y de reducir en 2013 más de la mitad de los generados en 1990.

Labandeira observó que en ese proceso será necesario “modular” para favorecer que las industrias “no se vayan a contaminar a otra parte” y que los empleos puedan adaptarse con formación a la producción de energías alternativas y a una economía verde.

Pero advirtió de que “evitar el dolor ahora” puede conllevar “mayor dolor en el futuro” y preconizó una colaboración entre administraciones públicas y en el ámbito público-privado para “evitar que un sector cargue con todo el peso”, especialmente los trabajadores.

El cambio hacia una industrialización sostenible, exenta de energías fósiles y sin contaminación, hace temblar el sector industrial gallego, con una muy deficiente inversión en investigación y desarrollo y necesidad de un sobreesfuezo en formación de capital humano.

La falta de planificación y anticipación ante el reto de la descarbonización puede perturbar los dos principales propulsores de la industria gallega -el textil bajo escrutinio sobre su sostenibilidad, y el del automóvil en plena fase de transformación, pero aún más la pesca el de la pesca, especialmente sensible al cambio climático.

Por Xavier Barros

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