El IPC (Índice de Precios de Consumo) se moderó en octubre por tercer mes consecutivo, al 7,3% respecto al mismo mes del año pasado, según el dato confirmado este martes por el INE (Instituto nacional de estadística). “España crece, crea empleo y reduce la inflación”, defienden desde el Gobierno. Eso sí, los alimentos se dispararon un 15,4%, un récord desde que en 1994 se empezó a calcular este componente básico de la cesta de la compra.
Si los carburantes dieron un respiro en septiembre, el mes pasado fueron las caídas del gas y de la electricidad los principales responsables de la bajada del IPC, exactamente de 1,6 puntos. Principalmente, por el efecto del “mecanismo ibérico”, según inciden en el Ejecutivo, y al no quedar más espacio para almacenar más gas mientras que no llegaba el frío. Sin embargo, subió el indicador en tasa mensual por el rebote de gasolina y diésel y de los alimentos.
La vicepresidenta primera y ministra de Asuntos Económicos, Nadia Calviño, ha asegurado en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros que la inflación se mantendrá cerca del 7% en noviembre y en diciembre, “y que en 2023 continuará la senda desdecente”.
La relajación del IPC interanual también se debe a las otras medidas de choque del Gobierno para aliviar el daño de las subidas de precios. “Destacando [en el mismo mercado] la bajada de los impuestos en la factura del gas y de la luz o la reducción de los precios del transporte”, recalca el propio Ministerio de Asuntos Económico. También influye el propio frenazo de la actividad económica en general, tras finalizar la primera temporada turística completa y sin restricciones desde 2019.
Esta moderación prácticamente confirma que la inflación del 10,8% de julio es el techo de esta crisis energética que se exacerbó con la invasión rusa de Ucrania y que se ha trasladado a todos los precios. También sitúa a España como la segunda gran economía de la eurozona donde más se ha relajado el IPC, que solo está por debajo en Francia.
Desde ahora, será más difícil que los precios energéticos sigan siendo los que más aporten a desbocar el IPC general por el efecto base. Al final de pasado año ya protagonizaron fuertes subidas, por lo que la comparación en los próximos se produce respecto a niveles ya muy elevados.
Lo más preocupante del dato de inflación de octubre es que el IPC subyacente, que excluye precisamente la energía y los alimentos frescos, se estancó en el 6,2%. Este índice da una visión más estructural de las subidas de precios. Y en estos niveles tan altos indica un contagio total en la cesta de bienes y servicios, y supone persistencia de la inflación de cara a 2023, incluso aunque caigan carburantes o gas.
Así, es especialmente alarmante que los alimentos en conjunto siguen disparados. Hacer la compra en el supermercado es un ejercicio asfixiante en nuestro país. Y dado que los salarios están subiendo muy por debajo de la inflación, la pérdida de poder adquisitivo de las familias es la más grave en cuatro décadas. “Destacanen los incrementos de los precios de las legumbres y hortalizas, la leche, queso y huevos y la carne”, enumeran en el INE.
Mayor daño a los pobres
El daño de la inflación es muy distinto en los hogares más pobres respecto a los hogares más ricos. Hace apenas unos días, la OCDE constató que la renta real de las familias en España cayó 6 puntos por las subidas de precios desde el último trimestre de 2021 hasta el segundo de este año, tres veces más que en el conjunto de la organización internacional. Según un cálculo del Banco Central Europeo (BCE) que disecciona este golpe, esta pérdida de poder adquisitivo es mucho grave para las hogares con menos ingresos.
Concretamente, la diferencia es de 2 puntos en toda la eurozona entre el 20% de familias con menor renta frente al 20% con más. Es la mayor brecha desde 2006, cuando el BCE comenzó a estudiar esta cifra. Es decir, esta crisis se está ensañando con los trabajadores más vulnerables porque son los que dedican una mayor parte de su gasto total a alimentación y energía. Precisamente, lo que más ha subido en estos meses.
El dique de contención
La tasa de paro en 12,7% y la mayor estabilidad de los contratos conforman el principal dique de contención de esta crisis. La mayoría de hogares mantienen sus rentas. Mermadas, por supuesto. Pero las mantienen.
Un dique de contención que amenaza la negativa de los representantes de los empresarios (principalmente de la CEOE) de negociar un acuerdo de subida de salarios, pese a estar mejorando sus márgenes de beneficio.
También es una amenaza la agresiva política de incremento de los tipos de interés del Banco Central Europeo (BCE). La estrategia de la institución es “enfriar” la economía para luchar contra la inflación, que es su único mandato. Esta estrategia asume el riesgo de provocar una recesión más larga y profunda (y la destrucción de empleo) frente al frenazo que ya de por sí implica la incertidumbre por la guerra y la crisis energética y de precios.