La portada de mañana
Acceder
Sánchez rearma la mayoría de Gobierno el día que Feijóo pide una moción de censura
Miguel esprinta para reabrir su inmobiliaria en Catarroja, Nacho cierra su panadería
Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

La inflación en la eurozona alcanza el récord histórico del 8,9% en julio y presiona al BCE para subir más los tipos

Daniel Yebra

18 de agosto de 2022 12:14 h

0

La inflación en la eurozona alcanzó en julio un 8,9%, tras el 8,6% registrado en junio. El IPC (Índice de precios de consumo) del conjunto de los países del euro escaló hasta un máximo desde que se calcula, con España entre las grandes economías que sufren una mayor subida de los precios, del 10,8%, siempre respecto al mismo mes del año pasado.

En toda la Unión Europea (UE), la tasa de inflación interanual de julio alcanzó también un nuevo máximo histórico del 9,8%, dos décimas por encima de la lectura de junio.

Más de la mitad de los países de la UE soporta un incremento de los precios por encima del 10% y con una fuerte subida de los alimentos —11,1% en la eurozona en julio según los datos de Eurostat, tras el 11,2% de junio—, lo que impacta directamente en los hogares más pobres, que dedican una mayor parte de su renta al supermercado y a la energía —ambas son necesidades básicas cuyo consumo apenas se puede reducir—.

Esta última, por su parte, es el principal factor que ha intensificado esta crisis por el impacto de la invasión rusa de Ucrania, y sigue siendo la que más contribuye a ella (es responsable directamente de algo más de 4 puntos).

Los niveles más altos de inflación se han observado en Estonia (23,2%), Letonia (21,3%) y Lituania (20,9%), mientras que las subidas menos intensas de los precios se registraron en Francia, Malta (ambos 6,8%) y Finlandia (8%). España sale decimocuarta en esta clasificación, aunque por delante de todas las grandes economías, con la excepción de Países Bajos.

Al excluir del cálculo el impacto de la energía, la tasa de inflación interanual de la eurozona se situó en julio en el 5,4%, frente al 4,9% del mes anterior, mientras que al dejar fuera también el efecto de los precios de los alimentos frescos, el alcohol y el tabaco, la tasa de inflación subyacente se ha situado en un récord del 4%, tres décimas más que en junio.

Alimentación, alcohol y tabaco nunca habían contribuido tanto al IPC general de la eurozona, algo más de 2 puntos en julio, según Eurostat.

La presión inflacionista en la eurozona y la UE se situó en julio por debajo de la registrada en Reino Unido, donde los precios subieron un 10,1%, tras el alza del 9,4% de junio, pero superó a Estados Unidos, donde la inflación se moderó al 8,5%, seis décimas por debajo del 9,1% observado en junio.

Subida de los tipos de interés

Para dejar de alimentar la inflación, el Banco Central Europeo (BCE) subió los tipos de interés en julio por primera vez desde 2011, del 0% al 0,5%, y justo después de finalizar los programas de compra de deuda con los que ha creado dinero durante años para apoyar la recuperación económica.

Este mismo jueves, ante el récord del IPC de la eurozona, Isabel Schnabel, la representante de Alemania en el comité ejecutivo de la institución, ha avanzado a la agencia Reuters que en la reunión del 8 de septiembre podría anunciarse otro incremento de medio punto de los tipos de interés de referencia.

El BCE afronta así el difícil equilibrio de endurecer las condiciones de financiación de forma generalizada para dejar de alimentar la inflación desbocada con préstamos baratos sin frenar bruscamente la recuperación económica y sin perjudicar especialmente a los Estados con más desequilibrios fiscales de la eurozona, entre los que se encuentran España o Italia —aquí se explican los mecanismos que está utilizando para lograrlo—.

“La economía de la zona del euro se está desacelerando, pero nuestras preocupaciones sobre la alta inflación no han disminuido”, extrae el propio BCE en Twitter de las declaraciones de Schnabel.

El encarecimiento del supermercado

En España, los cereales sufrieron un encarecimiento del 20,4% en julio, en este caso según el INE y como ejemplo de la gravedad de esta crisis. Con el precio del pan un 14,7% más elevado que en el mismo mes de 2021. La carne de vacuno subió un 14,5%, la de ave hasta un 16,3%, y los huevos un 22,5%. El avance de los aceites y grasas fue del 28,6%, el de la leche del 22,6% y el de las frutas frescas del 15,1%.

La única buena noticia es que los precios de los transportes cayeron tres puntos en comparación con los datos de junio, hasta el 16,2%, por el descenso del precio los carburantes.

Esta relajación se ha producido coincidiendo con la incertidumbre sobre una caída de la demanda en próximos meses por el riesgo de recesión y con la decisión de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y otros países como Rusia de aumentar la producción de crudo en 100.000 barriles diarios desde septiembre.

Aún así, el precio de los carburantes sigue siendo especialmente alto. Se puede observa en la comparación con el verano de 2021. Recogiendo el descuento de 20 céntimos del Gobierno, actualmente el precio del litro de gasolina es cerca de un 15% más caro que a principios de agosto del año pasado, mientras que en el caso del gasóleo es un 30% superior.

Más persistencia de la inflación

La inflación subyacente (sin alimentos no elaborados ni productos energéticos) en nuestro país aumentó en julio en nuestro país seis décimas, hasta el 6,1%, al ritmo más alto desde enero de 1993, lo que indica una mayor persistencia de las subidas de precios en esta crisis. La última previsión de la Comisión Europea apunta a un avance del IPC en 2022 de media del 8,1%, cerca de la estimación del 8,3% para el conjunto de la Unión Europea (UE).

“El escenario más probable es que se origine una desaceleración del IPC en los próximos meses, especialmente en el cuarto trimestre, con un mayor énfasis en 2023. Desafortunadamente, lo que ocurra sigue dependiendo en gran medida de factores que escapan a nuestro control”, lamenta Eduardo Miranda Sancho, analista económico de Ibercaja.

Los datos son alarmantes y hacen insuficiente el paquete de medidas con el que el Gobierno ha respondido a esta crisis energética y de inflación en general. El pasado viernes, la ministra de Industria, Comercio y Turismo, Reyes Maroto, afirmó que el Ejecutivo confía en que el IPC “empiece a bajar la curva” a partir del mes de septiembre, al tiempo que indicó que, si no se hubieran adoptado medidas, la inflación hubiera subido 3,5 puntos más.

Enfocar las ayudas en los más pobres

El BCE dio recientemente otro toque de atención a los países que comparten el euro sobre la respuesta. Tras pedir subidas de salarios para compensar la inflación y no aumentar el riesgo de impago de hipotecas, el banco central señala ahora que solo el 12% de las medidas fiscales adoptadas para amortiguar los incrementos de los precios de la energía en 2022 están destinadas a las familias más pobres. Y apenas “un 1% contribuyen a la transición verde”, remata. Mientras que un 54% fomentan el consumo de combustibles fósiles.

“De cara al futuro, en caso de que se requiera apoyo público adicional, los recursos financieros deberían utilizarse de forma eficiente”, concluye la institución que preside Christine Lagarde en un informe reciente, en el que considera que “se deberían intensificar los esfuerzos para que las medidas compensatorias relacionadas con la energía cada vez se destinen más a los hogares más vulnerables”.

“Además, los incentivos deberían dirigirse a reducir el uso de combustibles fósiles y la dependencia energética de Rusia, al tiempo que se mantienen unas finanzas públicas saneadas”, prosigue.

Esta advertencia coincide con la realizada, también en los últimos días, por el Fondo Monetario Internacional (FMI), que recomendó a los países europeos que abandonen las políticas destinadas a subsidiar el coste de la energía a nivel general (con medidas como el descuento a los carburantes o las bajadas de impuestos) a cambio de centrarse en ayudar únicamente a los más pobres.

Son llamadas de atención que desde hace meses vienen repitiendo los economistas críticos, que han reclamado y reclaman, como han hecho BCE y FMI, que se atienda a los colectivos vulnerables y se actúe con visión a medio plazo.