El pasado jueves, un periodista de elDiario.es me contactó para preguntarme qué predicciones tenía para la inflación en los próximos dos o tres años. Le contesté que en esta ocasión la respuesta no era inmediata y que prefería contestarle con una nota. Eso es lo que viene a continuación.
La predicción de la inflación es una tarea factible en situaciones estacionarias: aquellas en las que se mantiene estable el contexto global en el que se produce la inflación y se puede configurar en un esquema de probabilidades sobre el que se puede construir un modelo econométrico de predicción. Las predicciones no pueden ser apuestas o conjeturas. Deben basarse en ejercicios estadísticos rigurosos. Dicho modelo econométrico puede servir, entre otras cosas, para predecir las tasas de inflación futuras con unas medidas de incertidumbre en torno a ellas.
Esas predicciones son válidas siempre que durante el periodo de predicción se mantenga estable el contexto global aludido. El ataque bélico de Rusia a Ucrania ha desatado una situación de incertidumbre radical sobre el contexto global en el que se generará la inflación. Incertidumbre radical, la “radical uncertainty” enunciada en el libro homónimo de J. Kay y M. King, concierne a acontecimientos cuyos determinantes no se entienden lo suficiente para que se puedan estimar sus probabilidades de ocurrencia o para que su predicción sea posible.
En tal situación, los datos históricos de inflación no son una guía útil sobre sus futuras realizaciones y para poder decir algo sobre la inflación futura se requiere entender en qué nueva situación nos encontramos. Para ello hay que plantearse y reflexionar sobre cuestiones como las siguientes:
¿Las acciones del ejército ruso comenzadas el 24 de febrero acabarán siendo un fiasco para Rusia? ¿Se formalizará una guerra solamente entre Rusia y Ucrania? ¿Se involucrarán en esa guerra la Unión Europea, la OTAN o EEUU? ¿Cuánto durará la guerra? ¿Acelerará la situación de guerra un repliegue de la globalización hacia un mayor nacionalismo? ¿Cómo afectará una guerra en el este de Europa a los precios de las materias primas y a los de las diferentes fuentes de energía? ¿Cómo actuarán los bancos centrales ante una situación de incertidumbre radical sobre acontecimientos determinantes tanto para el crecimiento económico como para la inflación?
Las preguntas anteriores son importantes para el tema planteado en este artículo y nos llevan a una cuestión más amplia. El futuro status internacional se asentará sobre la alternativa que se implemente para la relación entre las dos grandes potencias internacionales, EEUU y China. Esta podría ser una relación de colaboración que llevaría aparejado un mayor bienestar para las poblaciones de ambos países y para el mundo en general. Puede ser también una relación en la que cada uno busque acabar siendo, o continuar siendo, en el plazo de unas décadas la potencia mundial dominante.
La primera hipótesis, aunque es la más racional y positiva para todos, hoy la consideramos una utopía. La segunda, es la que parece que los responsables políticos de ambos bandos pretenden y sobre la que es posible que no resulte difícil lograr que sea avalada mayoritariamente por sus respectivas sociedades.
Rusia en absoluto es una potencia mundial, pero tiene un arsenal nuclear importante, y puede querer situarse con un puesto específico en esa lucha de potencias dominantes. Si esto fuese así, la guerra con Ucrania podría ser una primera acción para posicionarse en tal lucha. En el desenlace de esta contienda intervienen múltiples factores, ejército y capacidad en actividades bélicas tradicionales e innovadoras, educación, investigación, población, recursos naturales y materiales, cohesión, condiciones y objetivos sociales, estructuras sociopolíticas, etc., por lo que el enfrentamiento durará varias décadas. Pero durante ese tiempo va a ser una de las cuestiones de fondo más relevantes en la evolución cotidiana de las economías nacionales y mundial.
Un periodo largo con incógnitas muy importantes
Todo lo dicho anteriormente nos lleva a pensar que entramos en un periodo largo con incógnitas muy importantes que generarán diferentes realizaciones en diversos campos, muchas de la cuales no podemos imaginar y mucho menos asignarles probabilidades de ocurrencia. Esto posiblemente va a asentar un período de incertidumbre latente, que implicaría un mantenimiento de la inflación en niveles continuados altos.
Al mismo tiempo, estamos en un período en el que los avances tecnológicos exponenciales en varios campos (véase Exponential, de Azeem Azhar) y la investigación sociológica y antropológica pueden desembocar con el paso de los años, en bastantes países, en una situación de abundancia y bienestar económicos, que induciría unos niveles de inflación bajos.
A un horizonte de un cierto número de años los efectos del párrafo anterior pueden dominar sobre los apuntados en este.
Tenemos ante nosotros un futuro de incertidumbre radical que afecta en concreto a la inflación, que es el tema que ha motivado este artículo. Por eso no se pueden establecer probabilidades sobre los acontecimientos que pueden producirse afectando de forma determinante a la inflación en los próximos años. Así, para las predicciones actuales sobre la inflación no se dispone de distribuciones estadísticas sobre las que basarse. Ha empezado una secuencia de acontecimientos sobre los que desconocemos sus resultados y sobre los que no se pueden establecer probabilidades.
En tal situación, reflexionando sobre las preguntas planteadas arriba, podemos elaborar una narrativa que nos permita un juicio sobre la inflación futura: podríamos estar entrando en un periodo de varios años de inflación alta, pero a medio plazo la inflación podría no ser un problema.
Acontecimientos como los ocurridos y los que pueden ocurrir en un futuro, generan una situación de incertidumbre radical que rompe la estacionariedad requerida para el análisis econométrico y que nos limita, pudiendo llegar simplemente a proposiciones como las del párrafo anterior. Estos acontecimientos, una vez que han ocurrido, se pueden incorporar como explicados en un modelo econométrico, en concreto en un modelo sobre la inflación, utilizando factores artificiales.
Con ello, esos acontecimientos especiales no reciben una explicación, pero el artilugio empleado los toma como rupturas conocidas del sistema y permite transformar los datos históricos en estacionarios. De ese modo, una vez conocido el acontecimiento extraordinario, sobre el que existía una incertidumbre radical, se puede predecir mediante modelos econométricos el fenómeno en cuestión, en este caso la inflación, condicional a que hacia el futuro no aparezcan nuevos acontecimientos con incertidumbre radical sobre ellos.
La utilidad de estas predicciones en contextos estacionarios puede ser muy alta, por ejemplo, en la predicción de consumos horarios y diarios de energía eléctrica, en el análisis de salarios reales, desempleo, etc. Además, se han derivado procedimientos para fortalecer las predicciones ante cambios radicales futuros. Desgraciadamente, dada la dimensión habitual de estos artículos, no podemos desarrollar en esta ocasión estos dos últimos puntos.
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