La inflación apenas subió una décima en enero, hasta el 5,8%, tras la retirada del descuento a los carburantes, que expiró el 31 de diciembre del año pasado, según ha avanzado el INE (Instituto Nacional de Estadística) este lunes.
En cambio, el IPC (Índice de Precios de Consumo) subyacente, que no incluye ni energía ni alimentos frescos, siguió acelerando y alcanza ya el 7,5% pese a la bajada del IVA en los supermercados y de los costes energéticos en la industria y en el resto de sectores.
Según explican fuentes del Ministerio de Asuntos Económicos, “se espera” que esta inflación subyacente o estructural, que se sitúa en máximos de las últimas décadas, toque su techo en este primer trimestre “y siga la senda descendente del IPC general y los costes energéticos y de otras materias primas”.
Para la publicación de este dato de enero, el INE ha introducido, siguiendo la normativa europea, nuevas ponderaciones en la cesta de referencia sobre la que se calcula el IPC, y ha mejorado la metodología para los precios de la electricidad y el gas al incorporar a los consumidores del mercado libre (hasta ahora solo se incluía el mercado regulado, contenido en los últimos meses por el tope al gas).
“La evolución en enero es debida, principalmente, a que los precios de los carburantes suben más que en enero de 2022, y a que el descenso de los precios del vestido y calzado es menor que en el año pasado”, detalla el INE. “En sentido contrario, destaca la bajada de los precios de la electricidad, mayor que en enero de 2022”, continúa.
En variación mensual, se leen mejores noticias: el IPC general cayó en enero tres décimas respecto a diciembre. Y el subyacente retrocedió dos décimas de un mes a otro. Estos datos sí muestran una bajada de precios que se coresponde con los menores costes que soportan las empresas y también con la debilidad en el consumo tras la campaña navideña y por la pérdida de poder adquisitivo.
Cinco puntos menos de inflación general
El dato general de este mes es cinco puntos inferior al pico alcanzado el pasado mes de julio, cuando la inflación interanual escaló hasta el 10,8%, su nivel más alto desde septiembre de 1984. Pero la mayor presión para las familias se encuentra ahora en el carrito de la compra.
Algo más de un año después de los primeros sustos en las facturas de luz y en las gasolineras, la inflación es ya un problema estructural. Las subidas de precios han pasado de ser un acontecimiento temporal, focalizado en el gas y los carburantes, a extenderse a la mayoría de la cesta de consumo.
Las subidas de precios en los supermercados son el principal problema económico de los hogares en España actualmente. La inflación en el carrito de la compra no ha parado de aumentar en los últimos meses, en los que el IPC general sí se ha moderado, hasta ser el más contenido de toda la eurozona. Principalmente, por la bajada de la factura de luz y de los carburantes gracias a medidas como el tope al gas y a menores presiones en los mercados internacionales, totalmente distorsionados tras la invasión rusa de Ucrania a finales de febrero del año pasado.
El subíndice que mide la evolución de los precios de la alimentación dentro del IPC escaló un 15,7% en diciembre, respecto al mismo mes de 2021 (10 puntos más que el IPC general), tras hacerlo otro 15,3% en noviembre, también en términos interanuales.
En respuesta, el Gobierno aprobó la bajada del IVA del pan, harina, leche, huevos, queso, frutas, verduras, hortalizas, legumbres, tubérculos y cereales (del 4% al 0%) y de los aceites de oliva y de semillas y de las pastas (del 10% al 5%). El dato de los precios de la alimentación de enero se conocerá en las próximas semanas, cuando el INE publique el detalle del IPC.
La inflación subyacente supera a la inflación general
El IPC subyacente superó al IPC general en diciembre. Este índice incluye precios que tardan en subir, pero que también tardan en bajar. O directamente no se reducen nunca. Un ejemplo: cuando un restaurante decide subir el precio del menú del día de 10 euros a 11 euros (un aumento del 10%) difícilmente lo bajará en los siguientes meses. En teoría, encontrará pocas razones para hacerlo.
Una razón sería una crisis económica larga y profunda (como la que está forzando el Banco Central Europeo con las subidas de los tipos de interés) que reduzca drásticamente el número de comensales a la semana. O una competencia feroz en el mismo barrio. Pero lo cierto es que antes de elevar un euro su menú del día, el restaurante seguramente lleve un tiempo aguantando el aumento de los costes: el encarecimiento de la factura de la luz, del aceite para la freidora, de los tomates, del bacalao o de la carne de ternera.
Esta decisión concreta del hipotético restaurante es una muestra clara de contagio de la inflación. Pero hay más ejemplos de este fenómeno. Sobre todo, entre pequeños comercios (panaderías, peluquerías, o pequeños talleres), con poco poder de mercado, que se juegan los clientes en cada céntimo que incrementan a los productos o servicios que ofrecen. Y que aún así terminan encareciéndolos. O, por otra parte, se puede observar del mismo modo en los precios de los alimentos del supermercado, disparados en los últimos tiempos.
Cambios en la cesta de la compra
La selección de los productos representativos del consumo de los hogares que componen la cesta de la compra del IPC se realiza “en función de la importancia del gasto que se hace en cada uno de ellos”, según el INE. La composición de la cesta se revisa periódicamente, y se actualiza para incluir nuevos productos cuyo consumo comienza a ser significativo, y excluir aquellos cuyo consumo deja de serlo.
Los cambios más destacables en la configuración de la cesta de la base 2021 son la incorporación de las mascarillas higiénicas y la suscripción al periódico on-line. Por su parte, algunos ejemplos de artículos que desaparecen de la cesta son el reproductor de imagen, el reproductor portátil o el compact disc y el DVD, entre otros.
Y en las ponderaciones
“La continua adaptación del IPC a los cambios en el comportamiento de los consumidores incluye también la revisión permanente de su estructura de ponderaciones”, añade el INE.
“En esta ocasión, y como ya ocurrió el pasado año, con el fin de adaptar el IPC a los cambios en el comportamiento de los hogares influidos por la situación atípica vivida en los dos últimos años, derivada de la COVID-19, se ha actualizado la estructura de ponderaciones mediante el proceso habitual, utilizando la información de la Encuesta de Presupuestos Familiares y de la Contabilidad Nacional del año 2020, y además se ha actuado de forma específica en aquellas categorías de consumo más afectadas por el efecto COVID-19, para las cuales se ha introducido la información más reciente disponible de fuentes alternativas”, prosigue.
“Este proceso de actualización de las ponderaciones sigue las recomendaciones de la oficina estadística europea (Eurostat) y permite obtener una nueva estructura adaptada a los cambios en los hábitos de consumo de los hogares en el año posterior al de las restricciones provocadas por la pandemia”, concluye el INE.